
‘Perros de paja’ es una película de culto de 1971 dirigida por Sam Peckinpah. Narra la historia de Amy y David Summers, un matrimonio formado por un profesor norteamericano y una joven inglesa. La pareja huye de la crispada situación social en Estados Unidos y se refugia en la campiña inglesa en la que David podrá investigar aprovechando la concesión de una beca.
Pronto la presencia de los extraños no será muy bien recibida por los lugareños, sobre todo aquellos con poca masa cerebral, llenos de prejuicios. Amy, que había crecido en el lugar, es el centro de las miradas obscenas de los machos que rondan a la pareja. Un acto extremadamente violento será el detonante de unos hechos, inevitables, aún más violentos.
Cuando Peckinpah hizo retoques en el guión incluyó las escenas de sexo y trató de contentar a los productores que le presionaban para que la película tuviera un final feliz. El título de ‘Perros de paja’ se le ocurrió a Peckinpah por una frase del filósofo Lao-Tzu: “El cielo y la tierra son crueles, tratan a todos los seres vivos como si fueran perros de paja”.
Justo antes de comenzar el rodaje, Sam Peckinpah se cogió una borrachera descomunal con Ken Hutchinson, uno de los actores del reparto, mientras pasaban la noche en una playa. Esto hizo que el director cogiera una neumonía y tuviera que ser hospitalizado. Los productores empezaron a temer por la película e incluso Dustin Hoffman llegó a sugerir el nombre de Peter Yates para sustituir a Peckinpah, pero al final la dirigió el director estadounidense.
A Peckinpah le gustaba presionar a sus actores en los rodajes con el fin de conseguir el máximo rendimiento de ellos, pero no siempre se salía con la suya. En la mítica escena de la violación —que en determinados países fue cortada, con lo que perdía toda su fuerza— el director tuvo que someterse a los deseos de Susan George, que estaba muy asustada por las técnicas de rodaje de Peckinpah. La actriz le sugirió rodar esa escena enfocando simplemente a las reacciones de la cara al ser violada por segunda vez. Gracias a ello, Peckinpah jugo con las dos violaciones mediante un montaje que termina con planos muy cortos y muy sugerentes.
Sam Peckinpah explicaba las similitudes del hombre con el resto del reino animal, como el instinto de supervivencia o el de proteger su territorio y hogar contra invasiones. Nuestro lado violento no se puede negar, el hombre es así por naturaleza y hay que aprender a vivir con ello y controlarlo para poder sobrevivir. Peckinpah aplica perfectamente dichas teorías a un relato cuya explosión de violencia final se consigue por medio de uno de los crescendos dramáticos más conseguidos que se hayan visto.
Una de las primeras secuencias nos muestra a una Susan George con un jersey bajo el cual no lleva sujetador. Un breve plano de sus pechos intercalado con planos de algunos de los habitantes del pueblo que la miran con deseo, proporciona el primer golpe de inquietud en el espectador. Peckinpah nos advierte que el carácter sexual de la historia será determinante en un momento dado. Más tarde y como producto de una pequeña pelea con su marido, Amy se deja ver medio desnuda por los hombres que arreglan un tejado en su propiedad, y posteriormente la tan comentada escena de la violación doble, en la cual podemos observar como en un principio Amy parece disfrutar de ello —¿lo ha provocado porque es lo que desea?— y luego es violada brutalmente.
Los hombres se han dejado llevar por sus instintos más bajos y han utilizado la violencia —lo único que conocen— para conseguir lo que querían. En el tramo final de la película y en un inteligente detalle de guión, la violación de Amy pasa a segundo plano y la violencia que estalla no es por venganza de la violación, sino para impedir otro acto de violencia esta vez mayor ya que incluye la muerte de alguien, en este caso el personaje de Henry Niles, un retrasado, que es acusado de ser el culpable de la desaparición de una joven niña.
La escena del ataque es toda una lección de montaje y ritmo, de manejo del suspense y también de cómo filmar excelentes secuencias de acción, algunas de ellas muy influyentes en el cine posterior. Con una sugerente puesta en escena, que incluye planos inclinados que acentúan la tensión, Peckinpah nos habla de como a veces la violencia no puede evitarse.
‘Perros de paja’, como muchas obras maestras, nos hace pensar y recapacitar al asquearnos por ver lo bajo que el hombre puede caer si se deja llevar por sus instintos primarios. Pero sólo la aceptación de este lado salvaje puede hacer que nos enfrentemos a ello. Peckinpah no nos lo pone fácil y con toda su crudeza nos hace disfrutar de un relato insoportable por su dureza, que habla de la peor cara del ser humano. Su mensaje es claro y contundente como el impacto de un disparo en un cuerpo humano, algo con lo que Peckinpah siempre dijo más de lo que mostraba.
Excelente película de Peckinpah con un débil que al final no es tan débil a la altura de otras de sus obras maestras como la huida, perros de paja o una de sus primeras películas , duelo en la alta sierra.