
Luchino Visconti, procedente de una familia de la alta aristocracia de su país, recibió una esmerada educación. Tras estudiar música durante varios años, afición que conservaría a lo largo de toda su vida, inició su carrera trabajando como diseñador teatral.
En 1935 se trasladó a París, donde colaboró con el cineasta Jean Renoir. En 1942 dirigió ‘Obsesión’, su primera película, a la que siguió ‘La tierra tiembla’ (1948) y ‘Bellísima‘ (1951). Cercano a los principios artísticos del Neorrealismo, movimiento que aglutinaba a los más importantes cineastas italianos de la posguerra, dirigió ‘Senso’ (1954) y ‘Rocco y sus hermanos’ (1960).
Su obra más ambiciosa, sin embargo, y la que mereció los mejores elogios de la crítica, fue ‘El Gatopardo’ (1963), en la que presenta un amplio retrato social de las convulsiones que agitaban la Italia del siglo XIX. En ‘La caída de los dioses’ (1970) afronta el nazismo desde una exploración intimista en el fenómeno del mal, de marcado signo esteticista.
Con casi una veintena de películas realizadas, Luchino Visconti se despedía del séptimo arte con ‘El inocente’ (1976), un drama de época decimonónico donde el italiano plasmó todas sus obsesiones y ahondó en la decadencia de la clase aristocrática, a la cual pertenecía. Un testamento cinematográfico a la altura de un gran director de cine. Aunque ‘Muerte en Venecia‘ (1971), la adaptación de la obra de Thomas Mann hubiera sido el mejor epílogo a su fructífera filmografía.
TVE dedicó en 1976 un reportaje a Luchino Visconti con motivo de su muerte. Podemos ver imágenes de la casa donde falleció y del coche fúnebre, así como secuencias e imágenes del rodaje de algunas de sus películas.