Nadie podrá mostrarme una película en la que no aparezca el amor bajo alguno de sus muchos disfraces, incluso para proclamar que éste no existe. ‘Weekend’ no es una excepción, y, además, convierte el amor en su trama principal, sobre  la que gravita en todo momento un profundo realismo. Aunque Andrew Haigh, su director, pretendía ligar el desarrollo emocional de los personajes a una intensa cronología de fin de semana, hay que reconocer que el montaje nos depara un tiempo fílmico indeterminado. Ante el realismo de sus escenas y diálogos, el tiempo se diluye sin más para detenernos en el mundo interior de sus personajes.

‘Weekend’ está lleno de despedidas y reencuentros que nos predisponen para un apoteósico adiós lleno de tristeza y soledad. Una fotografía sobreexpuesta agrava más este sentimiento. Lo grisáceo asfixia la atmósfera, desde los impersonales bloques de edificios, hasta el mismo cielo inglés que cobija a los dos amantes: Tom Cullen y Chris New.

‘Weekend’ va más allá del cine confesional para convertirse en un ejercicio  cinematográfico impecablemente meditado, donde cada una de las escenas toma sus propias decisiones para siempre volver a centrar nuestra atención en cómo Glen y Rusell resuelven sus problemas y se reencuentran con el amor. Su director, Andrew Haigh, evoca la autenticidad del cine de Téchiné y del primer Frears.

Una película que no necesita esforzarse demasiado para retratar la realidad inconsciente y la soledad que nos acecha a la vuelta de la esquina.

1 comment

  1. ¡Está entretenida! El próximo estreno de Looking 2 , una serie de HBO sobre tres amigos homosexuales (y sus citas y problemas cotidianos) que viven en San Francisco, me ha recordado la necesidad de ver esta película que en su momento se me escapó de las carteleras de cine. Weekend, escrita, dirigida y montada por Andrew Haigh, que también está tras la producción de la serie de HBO. Que por cierto ambas propuestas tienen un estilo similar, en cuanto a la fotografía y el acercamiento a los personajes, aunque también numerosas diferencias: la serie sitúa a los personajes en el meollo de la comunidad gay de San Francisco, en una ciudad turística y tolerante, con personajes que viven su sexualidad con abierta normalidad y por tanto encuentran más facilidades para poder expresarse como tales, lo cual da pie también a incidir en algunos clichés; por su parte, la película de Haigh se ubica en Nottingham, una ciudad no tan cosmopolita como el Londres multicultural y en un mundo no tan empático con los homosexuales como suelen serlo las grandes capitales que atraen a turistas gays con alta capacidad adquisitiva. El matiz es importante, pues en este siglo XXI el tema de la aceptación de la libertad sexual de las personas no está tan extendido como habitualmente, y dentro de nuestra mentalidad moderna, suele entenderse.

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