Lo último de Danny Boyle es una película acerca de la mente y sus misterios, la apariencia y la realidad, la verdad y la falsedad. Podemos encontrar reminiscencias a filmes que han tratado este tema, como ‘Memento’ de Christopher Nolan, pero ‘Trance’ no tiene la maestría del primero y se pierde en un vertiginoso laberinto psicológico. La ambición del director británico es ostensible, ya que cuenta con un comienzo con fuerza, ingenio e intriga para irse convirtiendo poco a poco en algo estridente, frenético y hasta caótico.

Por momentos, la banda sonora llega a chirriar. Se sirve de ella para extender  la música extradiegética que ambienta la película hacia el mundo de sus personajes. No pasa desapercibida la sobreactuación de los protagonistas masculinos. Incluso Rosario Dawson, conocida por su participación en ‘Men in Black II’, se parece más a una chica Bond que a una maestra de la hipnosis. Lástima que Elena Anaya, que era la candidata para la resaca olímpica de Boyle, no diera la talla con su inglés y fuera descartada del reparto.

La idea es original, pero le falta coherencia en su trayectoria narrativa, lo cual se sacrifica a favor de enredos argumentales a favor, no sabemos, de una confusión intencionada. Sin embargo, la estética y la realización técnica es brutal. No hay duda de estar viendo el genuino estilo Boyle que ya puso en práctica con ‘Trainspotting’ hace 17 años.

Convertido en héroe nacional tras su obra maestra multimedia en la ceremonia de apertura olímpica en Londres, Danny Boyle es ya un tesoro british, aunque ‘Trance’ sea  un punto de inflexión en su sobresaliente carrera cinematográfica.

Su productor, Andrew Macdonald nos confirmó ayer en la Premiere de la película en España que planean llevar al cine la segunda parte de ‘Trainspotting’ con los mismos actores. No me imagino a Ewan McGregor de 42 años reinterpretándose como heroinómano, pero nunca se sabe…

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