
La película de Alan J. Pakula, ‘Todos los hombres del presidente’ (1976) es una auténtica clase magistral de periodismo que llenó las facultades de aspirantes a Bernstein y Woodward, pero también enseñó cómo entenderse con una fuente sin tener que ser explícitos: «Si cuento hasta diez y no cuelgas es que sí».
En 1972, dos jóvenes periodistas del diario The Washington Post, Bob Woodward (Robert Redford) y Carl Bernstein (Dustin Hoffman), comienzan a investigar lo que parece ser un simple allanamiento del cuartel general del Partido Demócrata en Washington. Sus descubrimientos desencadenan el llamado ‘caso Watergate’, que provocó la dimisión del presidente Richard Nixon.
Redacciones y teléfonos estarán asociados para toda la vida. Y las películas de periodistas han sabido reflejarlo muy bien desde el aparato con micrófono y auricular, tan bien utilizado moviendo sus manos como aspas por Gary Grant y Walter Matthau en ‘Luna nueva’ de Howard Hawks y ‘Primera plana’ de Billy Wilder.

Sin el teléfono, Woodward y Bernstein (Robert Redford y Dustin Hoffman en la ficción) jamás hubieran descubierto el escándalo Watergate. Cuando los dos periodistas trabajan en casa de Bob hasta altas horas de la madrugada suben el volumen de la música hasta niveles ensordecedores para evitar las escuchas. Ni tan siquiera hablan entre ellos, se entienden escribiendo sus diálogos en la misma máquina de escribir.
Los periodistas del séptimo arte han cambiado sus cigarrillos, sus teléfonos y sus máquinas de escribir por tabletas y móviles. La genuina atmósfera que han recreado las películas sobre las redacciones de los periódicos forma ya parte de nuestra memoria cinematográfica.
Magníficas películas.