Séptimo’ bien podría haberse desarrollado en Madrid, sin embargo la trama se concentra en un señorial edificio bonaerense, con su antiguo ascensor de puertas de hierro, convertido ya en un personaje más de la película, casi a la altura de la interpretación de Belén Rueda.

Las escaleras, como elemento escénico,  también van a jugar un papel decisivo, y no solo para poner a prueba la fuerza física de Darín y justificar la desaparición que mueve la trama, sino para la puesta en escena de este pseudo thriller, donde las puertas de las casas se abren y se cierran cual vodevil. Para compensar a veces suben a la azotea y al garaje.

La historia comienza con fuerza gracias a la magnífica interpretación de Ricardo Darín, a una fría fotografía que nos predispone y a una inquietante música, pero poco a poco nos vamos dando cuenta de que poco o nada se puede hacer con esta trama. Está claro que el suspense no solo hay que desarrollarlo convenientemente, sino que hay que saber manejar los puntos de giro en su debido momento. La sorpresa final produce un desenlace penoso que merecería un juicio aparte. Chirría tanto que deja al espectador indiferente y decepcionado después de su finalización, a pesar de que, durante la proyección empatizamos con el drama y las vicisitudes de los protagonistas.

‘Séptimo’ no ofrece nada original, nada que haga de la película una experiencia distinta a cualquier otro thriller. Lo único que está rodada en Buenos Aires por exigencias de la coproducción hispano-argentina de la que Julio Ariza es productor. En fin, que esta finca no es el Dakota, con lo que ello implica cinematográficamente. Desgraciadamente no estamos ante la maestría de Jaume Balagueró con ‘Mientras duermes’. Lástima que el cine pueda llegar a ser tan emocionante y aburrido a la vez.

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