Con una acertada mezcla de sátira extravagante y humor corrosivo, ‘Le Week-end’  consigue mantenernos en vilo. La consumada habilidad del guión para retratar a sus personajes es una de las claves de la película de Roger Michell. El novelista de origen pakistaní Hanif Kureishi, que como nadie supo reflejar en sus novelas con suma ironía las relaciones multiculturales de la Inglaterra de los años 70, ha creado un esqueleto narrativo que funciona.

Con escenas llenas de humor inteligente que preceden a otras con un marcado fondo dramático se va desarollando la acción. Lo que no implica que estemos ante un drama, porque ‘Le Week-end’ es ante todo más comedia, y, además, de las buenas.

La extraordinaria energía que desprende la película hace que cuando los títulos de crédito empiezan a aparecer en la pantalla no podamos sino lamentarnos de que no dure un poquito más para seguir disfrutando de las andanzas de estos dos personajes, interpretados de manera entrañable, pero perspicaz a la vez, por Jim Broadbent, que  le valió el premio a mejor actor en Donostia y Lindsay Duncan.

Se podría tratar de un peculiar viaje iniciático en  la ciudad más romántica del mundo, ya que la celebración de los 30 años de matrimonio de Nick y Meg en Paría van a poner al descubierto todos los miedos y frustraciones de la pareja. Pero junto con este miedo también dan rienda suelta a una libertad desafiante y divertida. La sensación que transmite es la de un verdadero carpe diem. Y es que nunca es tarde para aprender lecciones de la vida en el cine. Sin duda, otra alegría que nos depara el cine británico en este año que se nos escapa ya de las manos.

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