Una vida en tres días‘ explora con una fuerza formidable los errores del pasado y el abismo de los remordimientos recurrentes del presente. Se trata de un guión muy bien escrito por Jason Reitman, que destila sencillez en muchos aspectos, pero que construye también una trama sobre emociones muy complejas. Un drama romántico, basado en la novela de Joyce Maynard, acerca de las primeras impresiones y lo engañosas que pueden llegar a ser, y donde cada gesto cuenta.

Aunque resulte precipitado ver como los dos protagonistas, contra todo pronóstico, se conocen y se ven arrastrados juntos de una manera tan vertiginosa, la estructura de la película funciona. Esto es debido a que se nos da la ocasión de ver las consecuencias del pasado de los personajes, los cuales están traumatizados y en una lucha continua a causa de ello, pero también vemos su evolución a raíz del encuentro casual que podría cambiarlo todo. El simple hecho de hacer una tarta casera se convierte en el punto clave de su relación, en una especie de catalizador que nos va a revelar cómo son los personajes.

El hecho de que un fugitivo como Frank, a quien se considera malo, empiece a tener un impacto tan positivo en ella y su hijo supera la poca profundidad que en torno a la exaltación de la figura masculina se hace dentro de la película. Tanto Kate Winslet como Josh Brolin son capaces de actuar y conmover a los espectadores, no solo mediante los diálogos, sino a través de sus miradas, las cuales nos transmiten la empatía necesaria para comprender el miedo, el amor y el desengaño que padecen.

Frank y Adele no pueden dominar su propia existencia y están irremediablemente condenados al fracaso. A pesar de ello, su director Jason Reitman no puede prescindir de ese final moralizante que hace sombra a un filme que brilla por su emoción contenida, por su tono romántico y por haber sabido fotografiar un descarnado retrato sobre los límites de la condición humana. En definitiva, un autentico desafío emocional al espectador que ante todo deja un buen sabor de boca porque se aleja de las propuestas habituales que nos ofrece el cine últimamente.

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