
El último jueves de mayo del 72, cuando los primeros calores primaverales se adueñaban de Londres, se producía en la capital británica el estreno mundial de ‘Frenesí‘, la penúltima película de la filmografía de Alfred Hitchcock. La premiere se celebró bajo rigurosa invitación, y fue seguida por una cena en la River Room del Hotel Savoy, donde el maestro del suspense ejerció de anfitrión de la velada. ‘Frenesí’ supuso el regreso a Inglaterra de un expatriado cinematográfico, que a sus 72 años se enfrentaba al rodaje de su película número 52.
‘Frenesí’, que retoma parte de ‘Kaleidoscope‘, la película maldita que no pudo realizar en 1967, está a la altura de sus grandes producciones. En el filme se deja ver la actitud de Hitchcock, el Londres de Hitchcock, el Covent Garden de Hitchcock y el tono de Hitchcock. Es la historia de un hombre que es impotente y que en consecuencia (según el mundo hitchcockiano) se libera a través del asesinato. Para el papel de psicópata, Hitchcock eligió a Barry Foster, tras haberle visto en la película ‘The Twisted Nerve’ (1968), un drama psicológico convertido ya en película de culto. Jon Finch, que recientemente había interpretado el ‘Macbeth’ (1971) de Polanski, fue elegido para el menos simpático y más irascible hombre inocente de toda la filmografía de Hitchcock.

Durante el rodaje se puso enferma Alma Reville, la mujer de Hitchcock, quién tuvo que abandonar Londres para regresar a California de manera inmediata. Esto produjo en su marido un estado de nervios que le dejo lento y agotado en pleno rodaje de la película. En esos días, su afición a la bebida era una inquietante realidad. Por lo visto, esperaba ansiosamente la llegada de la pausa del té, pero no para tomar té, sino copitas de vodka. Pero a pesar de todo, Hitchcock estuvo a la altura de las circunstancias.
‘Frenesí’, injustamente relegada por público y crítica de las mejores películas de la filmografía del director británico, retoma hoy con una fuerza increíble. En mi último visionado de la película descubro que no solo estamos ante una de las mejores películas de Alfred Hitccock, sino que está a la altura de ‘Rebeca’, ‘Encadenados’, ‘Psicosis’ o ‘La ventana indiscreta’, y por suspuesto por encima de la sobrevalorada ‘Vértigo’.
Hay tres escenas memorables en ‘Frenesí’ que ponen los pelos de punta. El asesinato-violación, con Foster como el asesino y Barbara Leigh-Hunt como su víctima; el retroceso de la cámara desde la puerta del apartamento del psicópata mientras este entra con su siguiente víctima, Anna Massey; y la búsqueda por parte del villano de un alfiler de corbata que puede incriminarle dentro de un camión de verduras, en concreto en un saco de papas que contiene el cadáver.

El acto de asesinar en las películas de Hitchcock siempre estuvo estilizado por el montaje y la fotografía, que daban a la escena una sensación de algo violentamente terrible, pero sin prestar atención en los detalles. El tendero del Covent Garden atraído y repelido a la vez por las mujeres, lleno de deseo y lleno de odio hacia ese deseo, comete en este filme el asesinato definitivo de Hitchcock.
‘Frenesí’ está magníficamente estructurado, firmemente interpretado, rítmicamente montado y absolutamente desprovisto de todo sentimiento humano positivo. Estilísticamente encontramos la idiosincrasia de la filmografía de Hitchcock, e incluso su mejor «humor negro», pero también su largometraje más personal y atrevido. Sirva esta entrada en mi blog como un merecido tributo a una película que merece estar entre las mejores del cineasta británico y del género del suspense.