
‘El apartamento’ (1960) de Billy Wilder es una de mis películas fetiche. Quizás porque estoy más cerca de esa generación que añora las grandes comedias americanas de antaño. Lo cierto es que hace unos años tuve el placer de poder verla en versión original en la pantalla grande del maravilloso y entrañable Pequeño Cine Estudio de Madrid. ‘El apartamento’, con su blanco y negro impecable, sus decorados fantásticos en su anodina cotidianidad y sus diálogos perfectos, es sin duda uno de los títulos más importantes del cine americano y por el que siento auténtica adoración.
¿Es una película de amor o es una comedia melodramática? Es indiferente porque lo más importante aquí son los personajes, Baxter y Fran o, lo que es lo mismo, Jack Lemmon y Shirley MacLaine, perfectos en su encarnación de americanos de clase media. Como individuos sin nombre en medio de una masa, Lemmon consigue uno de sus mejores papeles, y MacLaine logra emocionar. Pero Fran y Baxter están más rodeados de cosas que de gentes.
La escenografía, en concreto los objetos (en el argot atrezzo), son fundamentales en esta película. Para Baxter, el teléfono, la máquina de calcular o los kleenex son elementos que aportan una información suplementaria a su personaje. El teléfono es el instrumento para arreglar sus compromisos de alquiler; los kleenex nos dicen que Baxter se pasa muchas horas en las frías, inhóspitas y sucias calles de Nueva York; la máquina de calcular es la representación de la vida de Baxter, obsesionado por las estadísticas que dominan su horizonte profesional.
Pero también son importantes los objetos en la casa. La televisión, único interlocutor posible para Baxter, que ve sus conversaciones interrumpidas por una publicidad agobiante; la raqueta de tenis, que utilizada como colador demuestra su indefensión; los muebles de cocina que pueden ser amigos o enémigos, como la botella de champán que confunde su descorchamiento con un disparo.

Sin embargo, el elemento más importante de todos los que le rodean son las llaves. Las llaves de su apartamento simbolizan su esclavitud y su humillación; las llaves del lavabo de los jefes significan su degradación como persona. El gesto de darle estas llaves a Sheldrake el día de Noche Vieja, en lugar de las del apartamento, es la prueba de su liberación como esclavo y su dignificación como persona.
Película de obligado visionado, de obligada revisión y de obligado estudio. Es un ejemplo único de cómo debe ser concebido, escrito y realizado un guión. Toda una lección de cine del maestro Billy Wilder.