Hay una realidad en Francia que fundamenta el desarrollo de la película ‘Girlhood’ de la realizadora francesa Céline Sciamma. El país galo ha sido históricamente una tierra de asilo para inmigrantes hasta alcanzar los casi siete millones de inmigrantes que se estima que acoge en la actualidad. Desgraciadamente, la película también presenta una arista de esta realidad, ya que mientras muchos se han ido integrando de manera gradual en la sociedad que les acogía, otros muchos no han podido encontrar su sitio. De ahí la concentración de los colectivos inmigrantes en ciertos barrios de la periferia, los disturbios que periódicamente se producen de norte a sur del país, así como los ruinosos datos de desempleo y bienestar que se les adjudica.

La filmografía de la joven directora francesa Céline Sciamma destaca por un especial interés por la realidad social de su país y especialmente por la utilización de protagonistas femeninas que no  sobrepasan la adolescencia. En esta película se centra en la aventuras y desventuras de cuatro adolescentes francesas de origen subsahariano que tienen que unirse para escapar de la hostilidad de una vida a la que están condenadas. Estigmatizadas de algún modo por su origen extranjero, y viviendo en el típico barrio periférico parisino, están abocadas al fracaso escolar. Las chicas forman parte de familias, en muchas ocasiones desestructuradas, con referentes familiares en desempleo o en negocios poco limpios y que generalmente replican los sistemas machistas de sus países de origen.

Teniendo casi todo en contra, la única forma de sobrellevar esta existencia es unirse a gente en sus mismas circunstancias para defenderse e intentar construir aquellos momentos de felicidad que el azar les negó. Estamos por tanto ante una película de bandas juveniles del siglo XXI en contraposición a la cinta ‘Foxfire: Confesiones de una banda de chicas’ del también galo Laurent Cantet. En esta ocasión la acción se desarrolla en la década de los 50. Las comparaciones son odiosas, pero ‘Girlhood’ tiene un problema en comparación con la cinta de Cantet porque el guión no está tan bien elaborado.

La película tiene un desarrollo armonioso y cierto ritmo hasta los últimos veinte minutos, donde perdemos el foco de lo que nos quieren transmitir y simplemente vemos una sucesión de acontecimientos un poco extremos y realmente forzados. Llegamos incluso hasta perder una de las virtudes de la película, como es la de reflejar una realidad social. Realidad que sin duda se alcanza también gracias a la elección de unas desconocidads actrices que conocen de primera mano la vida en esos guetos. Las cuatro actrices noveles tienen un desparpajo abrumador y, gracias seguro a la pericia de una magnífica dirección de actores, consiguen construir momentos realmente brillantes. Angustiosos en ocasiones, pero también agradables y delirantes en otros, como la performance de la canción ‘Diamonds’ de Rihanna.

No podemos destacar más virtudes de la película. En cuanto a la fotografía, se pierden matices por su naturalismo, aspecto que hubiera sido mejor aprovechado dada la temática y el entorno elegido para su puesta en escena. La película no es cita obligatoria para los amantes del buen cine, pero se deja ver y derrocha frescura.

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