El director georgiano Zaza Urushadze recrea con ‘Mandarinas‘ los comienzos de la revuelta independentista en la provincia de Abjasia, al oeste de Georgia, a comienzos de los años noventa. Para tal fin aisla en la ficción a cuatro personajes de la intrahistoria de este conflicto bélico poniendo así al descubierto las personalidades de cada uno de los personajes, que combinados entre sí generan una energía que cala hondo en el espectador.

Esta coproducción estonio-georgiana se convierte en un ejemplo fascinante de integración de la ficción cinematográfica en el corazón de una realidad social, reflejo de una época convulsa en el plano público y no tanto en el íntimo. Porque el filme nos recuerda constantemente que a pesar de ser diferentes en nuestros orígenes y en nuestras creencias, hay algo que sobrevuela sobre el alma de todos nosotros y es nuestra propia humanidad. Como la de Ivo, un estonio que decide quedarse en Georgia para ayudar a su amigo Margus con la cosecha anual de mandarinas.

La mirada de Urushadze se revela extraordinariamente sensible, sobre todo en su representación de la naturaleza humana y del propio paisaje caucásico. Una película repleta de hallazgos visuales que se aleja del género bélico para poner el foco en la relación humana entre personajes obligados a entenderse en un entorno idílico que contrasta con la sinrazón de la guerra que divide a las personas.

El filme evita en todo momento cruzar el territorio de los tópicos, tan temido para este tipo de películas, y realiza una profunda reflexión con tintes universales sobre lo que significa el honor y el deseo de defender nuestras raíces, no exento de un auténtico ambiente de tensión. Muestra de una cinematografía como la estonia que despunta en medio de las vicisitudes. También ejemplo de un tipo de cine que dialoga con un tono muy cercano con el espectador para deleite nuestro. Su reconocimiento internacional vino de la mano de su nominación a Mejor película de habla no inglesa en los Oscar. Ahora le toca el turno a los espectadores de darle una oportunidad a esta delicioso y cítrico alegato contra la guerra.

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