
Omar Sharif, nacido en Alejandría en 1932 y de verdadero nombre Michael Shalhoub, debutó a los 22 años en el cine egipcio a las órdenes del maestro Youssef Chachine. El público le aceptó rápidamente como galán de moda, más por su apostura que por sus débiles recursos interpretativos, y llegó a protagonizar 18 películsa seguidas. Cuando David Lean buscaba actores árabes que hablaran inglés para ‘Lawrence de Arabia’, se topó con una foto de Sharif y quedó impresionado por la belleza y virilidad del actor. Fue su gran oportunidad internacional. El papel de príncipe Alí le reportó ser proclamado candidato al Oscar, lo que paradójicamente no le ocurrió con ‘Doctor Zhivago’, aunque si ganara por este trabajo el Globo de Oro al mejor actor en 1966.
Establecido definitivamente en Hollywood, fue reclamado por directores de la talla de John Frankenheimer, Richard Fleisher, Fred Zinnemann y William Wyler entre otros. Su filmografía, cercana a los cien títulos está llena de altibajos. Su última interpretación recordable se remonta al 2003 con ‘El señor Ibrahim y las flores del Corán‘, por la que Sharif recibió diversos premios.
Su gran afición a las partidas de bridge (sobre la que ironizó en ‘Funny girl’) le ha interesado en ocasiones más que los rodajes, anticipándolos o posponiéndolos de acuerdo al calendario de competiciones internacionales de dicho juego. En agosto de 2003 pasó un mes ingresado en prisión y obligado a pagar una sustanciosa multa por haber agredido a un policía en un casino frances.
Omar Sharif era un egipcio de armas tomar. En la isla de Lanzarote pueden dar fe de ello. La isla de los volcanes fue testigo allá por los años 70 de cómo el actor se enamoró de una casa, ahora convertida en restaurante LagOmar, y se la jugó en una partida de bridge.
La historia coincide en 1973 con el rodaje de la película ‘La isla misteriosa’ (Juan Antonio Bardem), donde Sharif protagonizaba la versión cinematográfica de la novela homónima de Julio Verne. Fue entonces cuando el actor descubrió la casa de sus sueños. Una bellísima construcción incrustada entre los montículos de lava negra de un volcán creada bajo el peculiar estilo del artista César Manrique. La leyenda cuenta que el actor se quedó prendado de la vivienda y decidió comprarla inmediatamente. Ese mismo día celebró una fiesta en la que, conocida su afición por los juegos de azar, se jugó también al bridge.
El caso es que el juego se calentó y las apuestas comenzaron a subir a un ritmo vertiginoso, tanto que al final Sharif puso sobre el tapete su recién adquirida propiedad. Y quiso el destino que el azar jugase en su contra y la perdiera. ¡Pobre Omar!, solo disfrutó de la posesión del hogar de sus sueños durante menos de 24 horas. Lo que no sabía el egipcio es que su rival y ganador, que por cierto, era su agente inmobiliario, era nada mas y nada menos que campeón europeo de bridge. ¿Trampa? El caso es que Omar Sharif salió de la casa tan apesadumbrado y abatido, que se fue de la isla para nunca mas volver.
La historia fue desmentida años más tarde por el propio actor ahora fallecido, que dijo que había sido una idea del gobernador civil para atraer turistas a Lanzarote, y que nunca había llegado a ser el poseedor de la espléndida casa. ¿Mito o realidad?
Me sorprendió de niño en Doctor Zhivago. En los años ochenta siendo un preadolescente lo vi por primera vez en el cine en un papel menor; Top Secret! La última película que he visto de él y me pareció interesante fue: El señor Ibrahim y las flores del Corán (2003).