
Que mejor forma de homenajear a Orson Welles que hablar del magnífico plano secuencia con el que comienza ‘Sed de mal‘. El director estadounidense nos dio una visión del cine en estado puro, al conseguir solo a través de las imágenes y de la banda sonora, y sin apenas diálogos, crear una atmósfera de suspense desde el primer momento.
‘Sed de mal’ (1958) cuenta el enfrentamiento entre el inspector Manuel Vargas (Charlton Heston), un serio policía mexicano y el comisario Hank Quinlan (Orson Welles), un tan fascinante como repulsivo policía norteamericano que se deja llevar por su instinto durante un caso de tráfico de estupefacientes que se desarrolla en la frontera entre México y Estados Unidos. Dirigida 17 años después de ‘Ciudadano Kane’, película considerada por muchos su obra maestra, Welles nos sorprende con ‘Sed de mal’, una brillante muestra de cine negro y sin lugar a dudas una de sus mejores y más originales películas, que el mismo escribió, dirigió y protagonizó.
Orson Welles consigue convertir una insignificante novela de Whit Masterson, planteada como una producción de serie B, en un ambiguo y genial conflicto dramático con planos de gran complejidad, como el inicial de 3 minutos de duración en el que la cámara no deja de moverse.
El mecanismo de la secuencia es muy sencillo. El espectador sabe desde un principio que la bomba ha sido situada en el maletero del coche por un desconocido. Sin embargo tanto la pareja del coche como el resto de los personajes lo ignoran por completo. Esto provoca en el espectador un mayor estado de angustia al habernos dado una información que desconocen los protagonistas.

A medida que se va desarrollando este plano secuencia se va acumulando la tensión en el espectador, quién sabe que en un momento dado la bomba estallará. Para remarcar este hecho la banda sonora simula el sonido del mecanismo del reloj que se inicia en el momento en que va a colocarla dentro del maletero y vuelve a incidir sobre ello cuando la señora del coche se percata de que hay un extraño ruido procedente de la parte trasera del vehículo.
El juego de paralelismos que plasma el cineasta estadounidense en su realización cobra pleno sentido. Las dos parejas que van alternándose en la pantalla en esta secuencia inicial van a ver truncado su destino de forma trágica. La pareja americana van a ser asesinados; el matrimonio Vargas, que se disponía a pasar su luna de miel de forma apacible, va a acabar involucrándose en el asesinato peligrosamente. Él tendrá que defender la honradez y la integridad frente a los policías americanos y el corrupto Quinlan. Mientras que ella será drogada y acusada de un asesinato en la parte central de la trama. Como vemos, partiendo de una situación de aparente felicidad se va a producir una tragedia que cambiará la vida de ambas parejas.
Si se hubiese optado por la fragmentación de esta secuencia, probablemente hubiese perdido mucha fuerza dramática. En primer lugar, la sensación que causa dicha acumulación de tiempo sería mucho más falseada en el sentido de que no nos daría la misma impresión de reproducción de tiempo real. En segundo lugar, el entrecuce de líneas argumentales que podría presentarse con un montaje en paralelo produciría un efecto totalmente diferente.
Aquí pueden ver íntegramente este grandioso plano secuencia, que demostró el virtuosismo detrás de la cámara de Orson Welles, uno de los más importantes cineastas de la historia del cine.