
‘El clan‘, la nueva película del director argentino Pablo Trapero, está basada en la vida de la familia Puccio, unos personajes que hicieron de la extorsión y el secuestro un lucrativo negocio familiar en la Argentina de principios de la década de los ochenta. Arquímedes, el patriarca, lideraba y planificaba las operaciones valiéndose de su buena relación con la dictadura de Videla. No en vano, Arquímedes Puccio formó su banda criminal con gente que ya conocía de sus tiempos de militancia en la ultraderecha peronista.
Los Puccio, una familia que vivía en el acomodado barrio bonaerense de San Isidro, tenían una tienda de deporte naútico en la planta baja de su vivienda. También eran dueños de un bar que se encontraba en el edificio de al lado. A Arquímedes, el cabeza de familia, se le veía muy a menudo barriendo en la puerta de su negocio. Pero esa conducta aparentemente inocente ocultaba algo que saldría a la luz años más tarde: el verdadero negocio de los Puccio eran los secuestros extorsivos. Arquímedes barría para tapar los ruidos que provenían del sótano de su casa, en donde retenía a sus víctimas.
Arquimedes Puccio estaba casado con Epifania Calvo y tenían cinco hijos. Alejandro, su hijo mayor y mano derecha, era un afamado jugador de rugby que se codeaba con la alta sociedad de Buenos Aires. Los Puccio eran una familia «tradicional”. En el barrio, sus vecinos aseguraban que eran buena gente y es por eso que, al principio, nadie podía creer lo que había sucedido. Arquímedes era un hombre poco sociable, riguroso y muy severo con sus hijos. Acompañaba a su mujer a la misa del domingo en la Catedral.

El primer secuestrado fue Ricardo Manoukian, un joven de 24 años. Lo eligieron porque Ricardo y Alejandro Puccio se conocían del rugby y el windsurf. La familia pagó un rescate de 500 mil dólares a cambio de su libertad, pero el frío y calculador Arquímedes decidió matarlo. La segunda víctima fue Eduardo Aulet, de 25 años. Las negociaciones de rescate con la familia se complicaron y le obligaron a escribir dos cartas. A pesar de haber cobrado el rescate fue asesinado a sangre fría. El tercer secuestro fue al empresario Emilio Naum, dueño de McTaylor. El hombre forcejeó con sus captores y el arma se disparó. Inmediatamente, el empresario perdió la vida. La última víctima fue Nélida Bollini de Prado. La tuvieron encerrada durante 32 días pero logró ser liberada por la policía.
“La casa está llena de explosivos. Apenas entren, vuelan todos por el aire”. La amenaza de Arquímedes Puccio, que tenía por aquel entonces 56 años, sonó como un latigazo esa tarde casi primaveral del viernes 23 de agosto de 1985, fecha que ponía fin a estos atroces sucesos que conmocionaron a la opinión pública argentina. Ni Arquímedes ni su hijo Alejandro reconocieron jamás ser los autores de los secuestros y asesinatos.
¿Qué fue de la vida del clan?
Arquímedes Puccio
El líder del clan murió en La Pampa de un accidente cerebrovascular a los 84 años. A pesar de haber sido condenado a cadena perpetua, acabo consiguiendo la libertad. Pasó sus últimos años en una pensión de mala muerte. Nunca se arrepintió de sus crímenes y tenía una lista con los nombres y las fotos de sus enemigos, entre ellos jueces, fiscales, policías y familiares de las víctimas. “Espero que cuenten la verdad, mi verdad: todo lo hice por la Patria y por mi familia”, dijo cuando se enteró de que Trapero iba a hacer una película.
Epifanía Ángelez Calvo de Puccio (esposa)
En la actualidad tiene 90 años. Se cree que vive en Buenos Aires. Cuando fueron los secuestros, daba clases de contabilidad. Ningún miembro de la banda la involucró. Estuvo detenida dos años pero fue liberada por falta de pruebas. “Ella les hacía la comida. Es imposible que viviera en esa casa e ignorara que había secuestrados en el sótano o en la bañera del primer piso”, dijo Guillermo Manoukián, hermano de uno de los secuestrados.
Alejandro Puccio (hijo mayor)
Mano derecha de su padre, murió en 2008 después de varios intentos de suicidio. Después de 22 años de cárcel en un penal bonaerense fue favorecido por la libertad condicional en 2007. Murió fuera de prisión a los 49 años por una infección contraída en un hospital, donde se había internado por sufrir convulsiones. A su entierro no fue nadie.
Daniel Arquímedes Puccio (hijo mediano)
Conocido como “Maguila”, en 1985 volvió de Nueva Zelanda después de que su padre lo convenciera por carta. Participó en el secuestro de la empresaria Nélida Bollini de Prado, liberada hace 30 años. Estuvo preso, pero aprovechó una salida para fugarse. Se cree que estuvo prófugo en Nueva Zelanda y Brasil. Ahora tiene 53 años.
Guillermo Puccio (hijo pequeño)
Es el miembro de la familia más enigmático de los Puccio. Jugaba al rugby como su hermano Alejandro. Cuando sospechó que su familia estaba involucrada en “algo turbio” aprovechó un viaje deportivo para marcharse a Australia. Nunca volvió a Argentina.
Silvia Inés Puccio Calvo (hija mayor)
“Papá lo hizo por nosotros”, dijo cuando su padre y sus dos hermanos cayeron detenidos. Estudiaba bellas artes y quería seguir el camino de su madre, que de joven era artista. Durante los secuestros vivió en la casa. Fue sospechosa, pero logró ser absuelta por falta de pruebas. Tuvo dos hijos. Su padre la llamó varias veces pero nunca quiso perdonarlo. Murió de cáncer en 2011.
Adriana Claudia Puccio (hija pequeña)
Es la menor de la familia. Cuando ocurrieron los secuestros tenía 13 años. Cuando rescataron a la última víctima del sótano en 1985 fue sometida a tratamiento psiquiátrico. En la actualidad tiene 44 años y vive en Buenos Aires. Trabaja en una compañía de seguros. No soportó llamarse Puccio y por eso se cambió el apellido por el de su madre. Ahora se llama Adriana Calvo.