
Las vacaciones de señor Hulot dirigida por Jacques Tati arranca un mes de julio coincidiendo con el comienzo de las vacaciones estivales. En una estación francesa, la multitud bulle por coger los trenes que les conducirán a sus lugares de descanso. En la carretera, el renqueante automóvil de Hulot va camino de una pequeña playa normanda, en cuyo hotel se encuentran los habituales de cada año: un obeso financiero que sigue atendiendo sus negocios para desespero de su familia, un comandante retirado que planifica hasta el menor detalle de sus actividades como si de una campaña militar se tratase, un atleta engominado, un matrimonio aburrido que no cesa de pasear a falta de algo mejor, la típica inglesa solterona, el camarero entrometido y el tacaño propietario, y una muchacha, Martine, encantada con el sol y el mar de la zona, que pasa el verano con su tía.
Estos personajes conciben las vacaciones como un periodo bastante aburrido y se limitan a trasladar su monótono día a día en la ciudad a la playa. No hay espontaneidad ni diversión. Todo es simple rutina y puro aburrimiento. Pero entonces irrumpe en el hotel un personaje que rompe con toda la calma y armonía: Monsieur Hulot, un hombre desastroso, que no planifica nada y que se deja llevar por la espontaneidad. Su llegada inevitablemente supondrá la destrucción de esa «tranquilidad» en la que viven el resto de veraneantes.
Hulot es un gentleman con alma de niño, como delata su indumentaria: sombrero, chaqueta y pantalón siempre demasiado corto, que deja ver unos estrafalarios calcetines a rayas. Distraído, curioso, inquieto e inconsciente, Hulot siempre intenta ayudar a quien lo necesite, y también a quien no. Allá por donde pasa provoca estropicios muchas veces sin darse cuenta y, es quizás por eso, que los que más le admiran y disfrutan de su compañía son los niños y los animales.
El hotel de de Las vacaciones del señor Hulot es un hotel democrático, en el que coexisten todas las clases sociales, donde cohabitarán el comerciante, el funcionario, el hombre de negocios y el militar retirado. Una vez estrenada en 1953 algunas críticas le reprochaban la falta de argumento e incluso lamentaron que Hulot no se casara al final con la joven Martine. Pero estos reparos iniciales se desvanecieron ante la formidable acogida del público, que por primera vez se acercó con respeto y admiración a la obra de Tati. Esto supuso que se le considerara como un gran renovador del cine cómico.
Jacques Tati, es uno de esos grandes directores que reivindicaremos siempre. Un cineasta que supo crear un estilo muy personal siguiendo la tradición de Charles Chaplin y, sobre todo, de Buster Keaton. Un cineasta que retoma el cine mudo con su gran agudeza visual y no recurriendo a diálogos grandilocuentes. Su gran virtud fue explotar el humor con mucho talento en su, desgraciadamente, corta filmografía, ya que solo pudo realizar seis largometrajes a lo largo de treinta años. Sin duda, su gran éxito vino con ‘Mi tío‘ (1957), que le consagró mundialmente y con la que ganó el premio especial del jurado en Cannes y el Oscar a la mejor película extranjera.
Tati fue también un agudo observador de la evolución de Francia y de Europa, del período transcurrido entre la Segunda Guerra mundial hasta los años 70. Un fantástico inventor de formas y un maestro en el arte de percibir la cotidianidad y la modernidad con distancia crítica, humor y generosidad. Este verano, A Contracorriente Films editaba una versión restaurada de la película, que sin duda ocupará un lugar especial en la videoteca de cualquier buen cinéfilo.