
Puede que Robert Zemeckis haya pensado durante estos 3 años de inactividad si nunca volvería o si nunca se acercaría siquiera a ser lo que fue tiempo atrás. Su última película, ‘El Vuelo‘, fue otra demostración de talento de su protagonista, Denzel Washington, pero de nuevo un producto menor, de naturaleza contenida y de legado olvidable. Con ‘El desafío’ (The Walk), el director estadounidense que brindase una de las trilogías más perpetuas del séptimo arte puede respirar con cierta calma.
El Zemeckis más desenfadado y relajado al servicio de una historia que, de vértigo, solo tiene el clímax y su epílogo consiguiente. Tras un arranque costoso, quizá por su narrativa apoyada en saltos cronológicos con el protagonista narrando en primera persona rompiendo la cuarta pared, o tal vez por su tono light y ajeno a contenciones, la película se maquilla de thriller una vez iniciado el «desafío» y capta la atención del espectador, con una tensión más que conseguida y lograda.

Joseph Gordon-Levitt calza un personaje con un leve exceso de pastelosidad, pero seguramente sea por esta sobrecarga por la que su tour de force convence, por la evolución que dicha carga de simpatía extra supone en esta versión del funambulista Philippe Petit que Zemeckis ha llevado a la gran pantalla. Las dos mitades de la película se pueden ver en el personaje de Gordon-Levitt; el leve interés cuando habla y se relaciona, y la atención unánime cuando está sobre la cuerda.
Finalmente, y sobresaliendo como precioso arrebato sentimental, está el sentido homenaje a las Torres Gemelas de Nueva York. Ese «para siempre» final retumba en los corazones de los presentes en la sala a medida que la pantalla se funde a negro con una estampa preciosa de las dos niñas perdidas del World Trade Center. ‘El desafío’ (The Walk) es una liviana recreación de un acto sobrehumano, con tal vez demasiada dulzura, pero con una dirección sólida y firme. Not bad Mr. Zemeckis.