
‘Adiós, muchachos’ (1987) es sin lugar a dudas la mejor película realizada sobre la ocupación nazi en Francia. Inesperadamente excluida de un Oscar a mejor película de habla no inglesa supuso el retorno al país galo tras diez años de actividad profesional en Estados Unidos de Louis Malle. Película autobiográfica de la que llegó a decirse que supuso ‘Los 400 golpes’ de Malle. Considerada por muchos, entre los que me incluyo, su obra maestra.
La historia se desarrolla en el invierno de 1944 en un instituto católico cercano a París para hijos de familias adineradas. Julien, el protagonista, alter ego del director, contempla la llegada de nuevos alumnos «especiales». Se trata de judíos acogidos por los religiosos del internado para evitar su deportación. Prontamente se establece una peculiar relación entre Julien y Kippelstein llamado Bonnet, marcada primero por el recelo, el despego y los celos, sustituidos paulatinamente por una cálida complicidad hecha de gustos y aficiones comunes, como libros y música. Esto desembocará en una amistad casi secreta. El título de la película evoca las últimas palabras de despedida que el sacerdote dirige a todos los alumnos, testigos de la injusticia.
Sencilla, sobria y precisa
La película rehuye abiertamente los mecanismos de identificación de este tipo de temas y sabe construir su propia fuerza sentimental a partir de esquemas tan trillados como son las películas sobre la ocupación nazi y los que se desarrollan en colegios y son protagonizados únicamente por niños. El relato de la película roza la perfección, dentro de un ritmo absolutamente clásico. El clima que logra Louis Malle es de una extraodrinaria ternura y humanidad. Un viaje en el tiempo a un colegio religioso de los años cuarenta con un clima de miedo y opresión único. Rara vez se ha transmitido al espectador con mayor veracidad y sencillez una situación semejante.
El “alter ego” de Louis Malle
Se respira en ‘Adios muchachos’ un tono absolutamente autobiográfico en todos los sentidos. De este modo Louis Malle reconstruye su propia infancia a partir de hechos reales. La relación del niño con la madre, a la que adora y respeta, y su hermano mayor, que le permite el placer de lecturas como las 1001 noches, se corresponde absolutamente con la vida de Malle. También cierto odio y desinterés hacia su padre (presente en la historia por leves comentarios). El cineasta francés desvela públicamente los fantasmas de su infancia, básica para su posterior formación cultural, sentimental y cinematográfica.
Una formidable radiografía social
La película brilla en la descripción de la sociedad francesa de la época, con breves pinceladas y certeros apuntes, siguiendo la gran tradición del cine francés de Jean Renoir. Conjugando historia personal y radiografía social. Ejemplo de ello es la formidable secuencia de la comida en el restaurante. La visión que nos presenta Malle es que el crimen de Francia y el pecado de Julien es la ignorancia, que no es más que una defensa de la complicidad. Una reivindicación del pasado, más allá de la reconstrucción histórica, en busca de la verdad.
El valor de la amistad
Una reconstrucción de la primera amistad (la del propio Malle) bruscamente destruida. Descubrimiento del mundo absurdo de los adultos, con su violencia y sus prejuicios, allá por el año 1944. Una película que transmite unas sensaciones que denotan el gran valor que tienen las primeras amistades. Seguro que cualquier adolescente de hoy que pueda ver la película compartiría aquel momento vivido entre Julien y Kippelstein.
Obra maestra
No nos equivocamos al considerar ‘Adiós, muchachos’ como una obra maestra. Además de conseguir el León de Oro en Venecia (1987) junto con siete premios Cesar de la Academia del Cine Francés, logró dos nominaciones al Oscar en las categorías de habla no inglesa y guión. No solo es grandiosa la dirección de actores y la composición de los planos, sino también la maravillosa música de piano de Schubert y de Saint-Saëns. También la fotografía con su contrastes de tono. El guión, escrito por el propio Malle está muy bien construído y la interpretación de los dos protagonistas brilla por su naturalidad y espontaneidad.
Si nunca has visto esta película o deseas volver a verla o simplemente quieres presumir de tener una edición de coleccionista os recuerdo que A Contracorriente Films ha editado en BLU-RAY y DVD venta directa ‘Adiós, muchachos’ (Au revoir les enfants) incluyendo más de 45 minutos de contenidos adicionales, entre los que destacan una entrevista producida en 2006 por la prestigiosa distribuidora estadounidense «The Criterion Collection» a la actriz y viuda del director Candice Bergen, y el documental “El fin de la inocencia”.
Sinceramente me pareció aburrida. La dejé de ver después de 40 minutos.
No pasa nada, Lucas. Algún día tendrás buen gusto y sangre en las venas.
Pues sí, merece la pena volver a verla, más cuando no la recuerdas con exactitud. La verdad, me pareció una película muy bien lograda y original. Teniendo en cuenta el tema tan trillado de la ocupación nazi, como se menciona en el artículo.