
Ante el estreno de ‘Animales fantásticos y dónde encontrarlos‘ el próximo 18 de noviembre, he decidido inaugurar mi colaboración con Macguffin007 repasando la saga de Harry Potter. Mi objetivo es profundizar en la franquicia como fan acérrimo de la misma, analizando sus características no sólo como adaptaciones cinematográficas sino también como filmes independientes. Espero que disfrutéis de este viaje que da comienzo, y que se extenderá a lo largo de ocho películas.
‘Harry Potter y la Piedra Filosofal‘ está dirigida por Chris Columbus (Solo en Casa, Sra. Doubtfire), y la empresa no era sencilla. Su labor consistía en adaptar el primer libro de un fenómeno literario mundial, y construir los cimientos sobre los que se edificarían el resto de filmes. Y el resultado es simplemente brillante.
Chris Columbus, el artífice cinematográfico de la saga
La Piedra Filosofal es una gran película porque su director tiene muy claro el tono y estilo que necesita la historia, y nos lo muestra desde la primera escena. Fotografía de tonos azules donde destaca el contraste con la luz de las calles, aportando una mezcla de calidez y frialdad que siempre estaría presente en la saga. Nos introducimos en el mundo mágico desde el primer instante con la aparición de Albus Dumbledore y Minerva McGonagall. Objetos que roban la luz de las farolas, animagos, motocicletas voladoras… La naturalidad con la que nos presentan la magia es todo un acierto, y el prólogo de la cinta cierra con un breve diálogo que nos avisa de la importancia que posee un bebé con cicatriz en forma de rayo. Título del filme, y transición de una década a través de dicha cicatriz. Simplemente perfecto.
Apoyado por la majestuosa e icónica composición de John Williams, Columbus utiliza el primer tercio del filme para edificar el universo en el que se introduce Harry, y lo hace a través de breves montajes y detalles que enriquecen el mundo mágico. La visita al Callejón Diagon, Gringotts, insertos de objetos y animales que tendrán relevancia más adelante (la Nimbus 2000, las lechuzas) son sólo algunos ejemplos que ayudan a familiarizarnos con un entorno desconocido, y que iremos descubriendo junto a Harry a lo largo de la película.
La dirección de Chris Columbus es bastante interesante, ya que tiende a iniciar la mayoría de secuencias con planos generales que establecen geográficamente a los personajes. Es una herramienta de manual, pero en esta película funciona especialmente bien porque estamos conociendo lugares nuevos constantemente, así que me parece vital asimilar los escenarios para meternos en la piel de los protagonistas de forma ágil y sencilla.
Harry, Hermione y Ron, núcleo emocional de la historia
La saga Harry Potter siempre ha destacado por su extenso y excelente reparto, y su equilibrio siempre se ha cimentado en la mezcla de actores jóvenes y desconocidos con adultos experimentados y veteranos. No obstante, el peso narrativo y emocional de la franquicia siempre ha recaído en 3 personajes: Harry Potter, Hermione Granger y Ron Weasley. La construcción de su amistad es maravillosa porque comprendes de dónde vienen, a lo que aspiran y dónde reside tanto su fuerza como su fragilidad. También ayuda que la química entre Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint sea fantástica.
Una forma inteligente de presentar personajes es usarlos como herramientas expositivas de la trama, ya que nos nutrimos de sus diálogos para comprender de mejor forma el mundo mágico, y expandir el reparto de personajes que puebla la cinta. Ollivander, Hagrid y Snape son personajes cuyas intervenciones no sólo provocan empatía en el espectador, sino que ayudan a entender el pasado de Harry y el miedo que genera Lord Voldemort, villano de la saga.
La única pega que puedo ponerle a esta película es el apartado de efectos visuales. Se nota el CGI en muchas escenas, y las texturas se sienten falsas, especialmente en la secuencia del troll y en el quidditch. Afortunadamente, La Cámara Secreta arreglaría este problema con grandes resultados.
‘Harry Potter y la Piedra Filosofal’ es un filme entrañable, rico e imaginativo. Su fidelidad al libro es máxima, y es capaz de exprimir el material del que parte con mucha elegancia, buen gusto y total devoción por el universo y sus personajes. Durante dos horas y media yo creo en dragones, escobas voladoras, conjuros y perros de tres cabezas. Durante 152 minutos, yo creo en la magia.