Harry Potter y La Orden del Fénix es, probablemente, la peor película de la saga. David Yates toma las riendas de la franquicia tras el sobresaliente trabajo de Mike Newell en El Cáliz de Fuego, y el resultado es muy decepcionante.

Voy a explicaros por qué La Orden del Fénix no sólo es una mala adaptación cinematográfica, sino también una deficiente película por sí misma. Existen varias razones a distintos niveles.

Falta de personalidad

David Yates es un director curtido principalmente en televisión, y su bagaje en filmes de alto presupuesto era nulo. Otro problema es el cambio de guionista. Steve Kloves había sido el guionista de los cuatro filmes anteriores, y por primera vez es sustituido (en este caso por Michael Goldenberg). Si a eso le unimos una banda sonora realizada por Nicholas Hooper, compositor limitado a series y documentales para televisión, y Mark Day, que hasta ese entonces sólo había sido editor de series televisivas, nos encontramos con un equipo sin apenas experiencia en cine y trabajando por primera vez en la saga. Se nota una barbaridad.

La película se resiente en numerosos aspectos. A nivel visual parece una cinta más digital y televisiva que las anteriores, debido principalmente a una fotografía de tonos fríos y menor contraste que entregas previas. David Yates sabe componer planos hermosos, pero en secuencias de persecución opta por una nerviosa cámara en mano y numerosos cortes que provocan una pérdida de escala (el inicio del filme con Harry y su primo Dudley parece sacado de un drama indie británico, y no debería).

El guion de Michael Goldenberg tiene un problema grave: ha construido una historia que funciona como resumen sesgado e incoherente de la novela. No se preocupa por crear una estructura que encadene escenas de forma fluida y cohesiva. Intenta incluir todos los detalles relevantes del libro, pero no les da contexto; simplemente existen. Este error provoca que el espectador casual que no ha leído los libros se sienta confundido por detalles que no parecen aportar demasiado a la trama y a los que no se les da peso durante la cinta. Además, Goldenberg decide ahorrar tiempo introduciendo cambios respecto al libro que destrozan comportamientos de personajes (véase Cho Chang).

La banda sonora enfatiza los problemas anteriores con una composición demasiado ligera y carente de intensidad. La música es una pieza clave en el establecimiento del tono de una película, y Hooper opta por un acompañamiento musical aventurero e insustancial que despoja al filme de toda épica y emoción. Sólo los temas de Dolores Umbridge encajan con el personaje y las secuencias en las que aparece.

Ausente dirección de actores 

Columbus, Cuarón y Newell demostraron en las cuatro primeras películas mucha destreza a la hora de sacar lo mejor de cada intérprete. David Yates parece incapaz de conseguir tal objetivo, ya que los personajes no tienen vida. Daniel Radcliffe por momentos recita líneas de diálogo con una pasividad que destruye toda posibilidad de tensión y/o emoción. Dudley Dursley (Harry Melling) parece una parodia de sí mismo y su forma de verbalizar frases tanto en planos medios como primeros planos es desastrosa. Estos automatismos interpretativos se extienden a lo largo del filme como un cáncer que consume la historia hasta volverla insípida. Sólo algunos personajes secundarios como Luna Lovegood, Neville Longbottom, Sirius Black o Bellatrix Lestrange son capaces de brillar en sus breves apariciones y aportar matices interesantes a las interacciones entre personajes.

Imelda Staunton está a la altura en un personaje tan odioso como interesante. Dolores Umbridge suministra al filme de un villano secundario que destruye Hogwarts desde dentro. Su influencia en la escuela se multiplica de forma inmediata y sus decisiones nos generan un odio y una frustración incapaces de controlar. Staunton es una de las grandes bazas de la película y edifica un personaje fiel a la novela y cumple a la perfección su finalidad. Una lástima que apenas tenga réplica en todo el filme.

Montaje desigual, clímax uniforme 

‘Harry Potter y La Orden del Fénix’ adapta el libro más largo de la saga (893 páginas). Con una duración de apenas 138 minutos, se trata de la película más corta de la franquicia. Esta incongruencia es otro de los grandes males que asolan a la cinta. Al buscar agilidad narrativa y pasar de puntillas por personajes, interacciones y subtramas, la historia pierde peso específico y tropieza a la hora de ensamblar las piezas del puzzle. Transiciones bruscas entre escenas, breves insertos que no funcionan ya que no han sido desarrollados en secuencias anteriores, elipsis que ocultan reacciones (la hospitalización de Arthur Weasley, la forzada aparición de la Oclumancia) son algunos ejemplos del mal uso del montaje para dar unidad y transmitir emociones.

Afortunadamente, el clímax de la película funciona por pura espectacularidad, y por encontrarnos ante un uso inteligente de la ‘aparición’ (sinónimo de teletransporte en la saga) para los enfrentamientos entre los mortífagos y la Orden del Fénix. La batalla está bien rodada y aprovecha las posibilidades del escenario, si bien se siente algo corta y sin suficiente urgencia narrativa. El enfrentamiento entre Voldemort y Dumbledore deja una sensación similar. Un espectáculo demasiado breve para ser saboreado en toda su magnitud.

Los TIMO (Título Indispensable de Magia Ordinaria) son ignorados casi por completo en la película, a pesar de tener mucha relevancia en la novela. Grawp es un simple cameo fan-service ya que no aporta nada a la trama. La profecía, la expulsión de Harry por realizar un encantamiento Patronus, la aparición de Kreacher, el mal humor de Harry debido a su conexión con Voldemort…todo es tratado con condescendencia. No hay pasión por estas subtramas, sólo checkpoints que el guionista añade a la historia para abarcar superficialmente un libro al que no supo encontrarle el jugo que posee.

La Orden del Fénix es una película fallida, carente de alma y torpe a la hora de adaptar una novela llena de posibilidades que nunca son explotadas. La primera decepción de la saga.

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