La mirada del falso control. La protección del olvido. El adiós a un pasado familiar. La incertidumbre del presente. Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte I comienza con un prólogo de 4 escenas que resumen el tono de la película y los sacrificios que el trío protagonista deberá asumir.

El Ministro de Magia intenta reforzar su posición de control con un discurso vacío que no refleja la realidad del mundo mágico. Hermione se ve forzada a borrar su existencia de la memoria de sus padres para proteger sus vidas. Harry observa la marcha de los Dursley, su única familia viva a pesar del rechazo perpetuo que ha sufrido. Ron mira al horizonte con preocupación mientras su familia aparece a su espalda, como una cálida protección en tiempos sombríos. Me parece una forma elegante de cimentar el camino que Harry, Ron y Hermione tendrán que recorrer.
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte - Parte I

La soledad, compañera inseparable 

La saga Harry Potter puso de moda dividir la última entrega en dos partes. Los beneficios eran obvios: recaudar el doble de dinero sabiendo de antemano que los fans de la franquicia acudirían a la cita anual de igual forma. Sin embargo, una diferencia crucial entre la decisión de Warner respecto a otras sagas (Los Juegos del Hambre, Crepúsculo) es la capacidad de aprovechar esta oportunidad para plasmar el libro con mayor fidelidad y aportar dos tonos y estilos muy diferenciados a ambos filmes.

Las Reliquias de la Muerte: Parte I es la historia más adulta y sobria de toda la saga. Transita un camino sombrío con menos artificio que entregas anteriores, y su acercamiento es más humano y realista que nunca. Es la película con menos acción de la franquicia, la que posee un ritmo más lento, y la que se permite profundizar con mayor sosiego en los personajes.

Es el primer filme que no se establece en Hogwarts, y este hecho aporta una frescura especial a la historia, ya que se puede permitir mayores licencias creativas al no verse encorsetada en el mismo escenario durante dos tercios de cinta. Harry, Ron y Hermione se ven forzados a huir tras el ataque de los mortífagos en la boda de Bill Weasley y Fleur Delacour, y por primera vez no tienen la ayuda de adultos que les guíen por el sendero adecuado. El trío tendrá que poner a prueba todo lo aprendido en la escuela y confiar el uno en el otro para superar los numerosos obstáculos que se presentan en el camino.

No obstante, la búsqueda de los horrocruxes provoca una erosión gradual en el trío protagonista, y la frustración de sentirse estancados unida a la falta de información respecto al paradero de dichos horrocruxes hace mella en el grupo. Los fantasmas empiezan a aparecer, Ron se siente desplazado, y empieza a pensar que existe algo más que una amistad entre Harry y Hermione. La película planta semillas de forma constante para mostrar la evolución de los personajes, y los problemas que suscita su misión generan inseguridades a nivel interno que se reflejan en sus actitudes y reacciones.

La importancia de los detalles 

David Yates y Steve Kloves triunfan en las escenas minimalistas, en los sutiles detalles. La cinta evita la sobreexposición y permite que los rostros de los personajes transmitan toda la información que necesitamos conocer. Os voy a poner varios ejemplos de escenas y planos que, por su sencillez, aportan una fuerza visual espléndida y resumen emociones sin caer en obviedades.

  • Grimmauld Place: Harry Ron y Hermione vuelven al antiguo cuartel general de la Orden del Fénix para esconderse de los mortífagos y carroñeros (cazadores de recompensa al servicio de Voldemort). Una vez en la entrada, Hermione realiza un hechizo para asegurarse que no existen trampas ni invitados inesperados en la casa. Y la escena se cierra con un simple “estamos solos”. Leve contrapicado en zoom out, sin música, y fundido a negro. Este plano revela más información y sensaciones que muchos diálogos extensos.
  • Destrucción fallida del horrocrux: tras robar el colgante a Dolores Umbridge en el Ministerio de Magia, y con Ron malherido, Harry y Hermione utilizan todos los hechizos que conocen para destruir el horrocrux. Vemos al trío en el bosque, sin acompañamiento musical, y sólo se escuchan los hechizos y el silbido extraño que genera el propio colgante al ser atacado. Ron observa en la distancia la frustración de sus amigos, y no puede evitar cuestionar la misión que Dumbledore inició y los consejos que le transmitió a Harry. De nuevo, las miradas vuelven a ser protagonistas, y Yates sabe recuperar una de las grandes virtudes de Columbus en los dos primeros filmes.
  • Baile entre Harry y Hermione: Ron se ha marchado, ambos se sienten más inseguros y exhaustos que nunca, así que Harry intentar animar a Hermione bailando con ella. Por un breve instante, ambos recuperan la sonrisa, recuerdan la inocencia que han perdido con los años, y consiguen olvidar sus problemas y preocupaciones. De repente, la música vuelve a alejarse, sus rostros pierden vida, y se dan de bruces con la realidad. La narrativa visual, más importante que nunca en una cinta de la saga.

Hay otros muchos ejemplos a lo largo de la película, pero me ha parecido oportuno nombrar algunas secuencias que cuentan gran variedad de cosas de la forma más sutil. La sensibilidad del filme es su mayor arma, y ahora más que nunca sentimos conexión emocional directa con Harry, Ron y Hermione. Yates y Kloves merecen todo mi respeto por ejecutarlo de una forma tan hermosa y atrevida. Sí, atrevida porque no es habitual encontrarnos con un blockbuster de esta magnitud realizado con una escala tan reducida en gran parte de su metraje.

Estos “cambios” de escala están enfatizados de forma brillante por la banda sonora de Alexandre Desplat, que nos regala una composición mucho más completa y potente que lo hecho por Nicholas Hooper en La Orden del Fénix y El Misterio del Príncipe. Desplat es el compositor perfecto para aportar sensibilidad a un filme donde las conexiones humanas son más importantes que nunca. ‘Obliviate’ acompaña las imágenes del prólogo y desde el principio nos demuestra que estamos ante una armonía refinada y elegante. Las secuencias de acción son muy distintas entre sí y Desplat es capaz de aportar una textura definida a cada una de ellas, ya que se desarrollan en lugares muy diferentes (aire, ministerio, casa de los Malfoy). El fichaje de Alexandre Desplat es un acierto absoluto y eleva un material ya de por sí magnífico.
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte: Parte I

Set pieces, reencuentros y pérdidas 

A pesar de su ritmo pausado y estilo introspectivo, la película no se olvida de regalarnos secuencias de acción y aventura. La primera ‘set piece’ de la cinta es una persecución en el aire donde los protagonistas sufren la emboscada de los mortífagos y asistimos a una batalla cruenta de la que no será fácil salir con vida. Harry consigue llegar con Hagrid a un lugar seguro, y el tempo de cada llegada es perfecto, ya que cada aparición crea un sentimiento de breve felicidad, seguida por una calma tensa ante la ausencia del resto. El montaje me parece muy acertado en esta escena, y el sonido de las apariciones nos produce esperanza e incertidumbre a partes iguales. Me parece una secuencia muy bien resuelta.

La infiltración en el ministerio es la escena de acción más “ligera” del filme y se permite introducir gags en un entorno hostil donde observamos el comportamiento nazi de los nuevos “dueños” del Ministerio de Magia. Yates es hábil imprimiendo muchísimo ritmo a la escena y llega en el momento adecuado, tras una sección pausada. Además, cada set piece es una excusa coherente para rescatar personajes de películas anteriores. Moody, Umbridge, Dobby, o los Malfoy son algunos de los personajes que hacen acto de presencia en momentos concretos y aportan unidad y urgencia dramática a la historia.

Tristemente, nos encontramos en una guerra entre magos, y las bajas son inevitables. Hedwig y Alastor Moody mueren en la batalla inicial, y Dobby pierde su vida a manos de Bellatrix Lestrange tras ayudar a Harry y sus amigos. La vuelta de Dobby es un auténtico regalo para aquellos que adoramos al elfo, y asistimos a uno de los momentos más emocionantes del filme con su fallecimiento en brazos de su amigo Harry Potter. El sacrificio de un elfo libre para salvar la vida de magos que sí merecen su bondad.

Y ya por último considero imprescindible destacar la preciosa escena de la fábula sobre los tres hermanos. Una decisión artística maravillosa que nos introduce en un cuento a través de la animación más imaginativa, y funciona como explicación de los tres objetos que dan título a la película. Una pausa en la historia que se agradece por su vistosidad y por acompañar el relato que recita Hermione Granger en casa de Xenophilius Lovegood (padre de Luna).

Las Reliquias de la Muerte: Parte I es la película más humana, realista e introspectiva de la saga. Un desvío acertado del patrón de entregas anteriores y una demostración del potencial que alberga la franquicia cuando no tiene miedo a pisar terreno desconocido. Es una sólida base sobre la que se edificará el clímax de la historia.

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