
Voy a seros sinceros. Las expectativas que tenía por ver ‘Passengers‘ eran, sin mentiros, bajísimas. Parece que últimamente está de moda eso de avanzarse al futuro y ambientar largometrajes en un porvenir incierto; ‘Passengers’ no es menos y, después de 90 años de criogenización, cinco mil personas deberán despertar para colonizar un nuevo planeta. Y es que la cinta de Morten Tyldum no aburre, aunque no va más allá del entretenimiento.
En 1997, James Cameron estrenaba ‘Titanic’. Una de las películas más famosas de la historia del cine reciente en el que la trama giraba en torno al romance de Jack y Rose en un barco que, inesperadamente, se hundía lentamente. Si buscan la versión de un barco espacial no se pierdan ‘Passengers’. A su manera, el filme de Tyldum adquiere aires del trasatlántico de Cameron: una historia de amor para distraer al espectador mientras la nave en la que viajan los protagonistas, más futurista que real, pierde su rumbo debido a fallos informáticos del sistema. Un ‘Titanic’ espacial, no nos engañemos.

En su cierta manera, los Jack y Rose de ‘Passengers’ parecen nuevos apasionados del mundo nuevo que les espera. Unas interpretaciones en las que la solitud es la acompañante de un Chris Pratt y una Jennifer Lawrence que nos regalan unas actuaciones algo lineales sin fabulosas marcas a destacar. Sinceramente, únicamente es lo que se les pide. Aunque, si hay un principal protagonista en la película, sin ninguna duda, es la producción. El largometraje entra por los ojos. Y quien diga lo contrario, miente. El trabajo que ha realizado el equipo de efectos especiales y montaje es merecedor de reconocimiento. Una labor formidable.
Película futurista y guion no van nunca de la mano. ‘Passengers’ es, en cierta manera, tan floja que parece que cuando el largometraje llega a su mitad, deba terminar por fuerza. Carece de sentido e, inesperadamente, el director crea escenas donde no las hay. Eso sí, el largometraje de Tyldum cumple su función: distrae y ameniza una tarde de cine navideña.