
El cine surcoreano se ha convertido por derecho propio en un admirable ejemplo de producción cinematográfica. A lo largo de los últimos 15 años, el cine realizado en Corea del Sur ha trascendido el panorama internacional gracias a su valentía narrativa y a sus propuestas arriesgadas a nivel temático. Algún día hablaré en mayor profundidad de la importancia del cine surcoreano, pero hoy voy a centrarme en la espléndida ‘Train to Busan’, un filme que posee varias de las características esenciales del cine de su país.
Intimismo a gran escala
La película dirigida por Yeon Sang-ho (The Fake) nos cuenta una historia que posee lugares comunes del género de zombies y una construcción correcta aunque algo tópica en su inicio. Su fortaleza reside en cómo exprime las posibilidades del género y edifica un relato poderoso a nivel visual y emocional apostando por un acercamiento refrescante.
‘Train to Busan’ no busca subvertir el género. Simplemente introduce el conflicto en un escenario poco convencional y lo usa en su propio beneficio. Como el propio título indica, gran parte de la historia se limita a los vagones de un tren, y la película abandona la epidemia a gran escala para dar paso a un thriller de acción intimista con grandes dosis de violencia.
Al igual que ‘Snowpiercer‘ (Bong-Joon-ho, 2013) los vagones de esta película son obstáculos a superar, pero la diferencia fundamental radica en los cambios del escenario vs. los cambios de los personajes. ‘Snowpiercer’ es una alegoría sobre la sociedad, y cada vagón tiene su propia personalidad. ‘Train to Busan‘, no obstante, tiene vagones similares en apariencia pero utilizados por los personajes de forma distinta. Son ellos los que modifican la atmósfera de cada vagón y usan los espacios a su favor. Me parece un acercamiento muy interesante ya que Sang-ho no quiere caer en la redundancia, así que opta por utilizar los vagones como checkpoints en los que los personajes aprenden nueva información, implementan su trabajo en equipo y se equiparan a la amenaza.
Incido especialmente en los personajes porque la película gira en torno a ellos de principio a fin. La historia no es una excusa para regalarnos gore, sustos y frenetismo barato. Los zombis no son un ‘gimmick’ sobre lo que fabricar secuencias molonas. La cinta posee un reparto extenso y todos tienen individualidad y conflictos. Matrimonios, parejas, familiares y amigos. Todos los personajes relevantes tienen una conexión con otro personaje, y es una forma brillante de aumentar la urgencia dramática de la película, porque cada vida en peligro supone una reacción directa de otro personaje.
En muchas cintas de acción o subgéneros que implican bajas humanas, la falta de conexión emocional hacia ellos provoca una sensación de frialdad en el espectador. ‘Train to Busan’ consigue que cada baja humana te destroce por dentro, y me parece asombroso. La película es una historia de personas ordinarias con problemas convencionales en un entorno hostil y amenazador. Y funciona a las mil maravillas.
Presupuesto indie, virtuosismo de blockbuster
He buscado por todas partes el presupuesto oficial de ‘Train to Busan’, y varias fuentes parecen confirmar que ronda los 8 millones de dólares. Me parece importante destacar este dato porque la película es capaz de crear una escala enorme y unas secuencias de acción espectaculares con un presupuesto reducido. Para poneros en contexto: ‘Zombieland‘ costó 23 millones de dólares. ‘Warm Bodies‘, 35 millones.
El cine surcoreano siempre ha sabido utilizar todos los recursos a su disposición para que el acabado final de sus películas sea extraordinario sin recurrir a grandes sumas de dinero. Excepto algún plano CGI muy breve (humo, fuego) ‘Train to Busan’ luce como un blockbuster a pesar de sus limitaciones presupuestarias. Yeon Sang-ho es muy listo y sabe abrir el plano lo justo y necesario para aumentar la escala del filme en tomas generales donde los infectados persiguen a las víctimas, pero en general utiliza planos medios y primeros planos, sobre todo en el interior del tren. La geografía de dicho tren está perfectamente señalizada con planos detalle y travellings laterales, así que no es necesario abrir el plano tan a menudo para orientar al espectador.

Las persecuciones son las escenas más elaboradas del filme a nivel visual, así que el director surcoreano imprime frenetismo y cámara nerviosa para ocultar el acabado final de los zombis CGI, y se permite primeros planos en los zombis recreados con maquillaje y prótesis. Todas las decisiones estilísticas y visuales de la película se basan en sacar el máximo partido a medios limitados, y la cinta se siente gigantesca por momentos.
Otro aspecto a destacar es el equilibrio de la dirección. Cada secuencia es distinta a la anterior, y los recursos utilizados son múltiples. Cámara lenta para aumentar la tensión e incertidumbre de un evento o decisión, montaje ágil para secuencias de acción con muchas partes móviles, o simplemente planos fijos de “larga” duración para mostrar la reacción e impacto emocional en los rostros de los personajes.
Finalmente, me parece pertinente rescatar un aspecto que nombré brevemente con anterioridad: los vagones. Todos son muy similares en apariencia, pero se diferencian en quienes lo habitan y de qué forma. Cada vagón es un obstáculo para los protagonistas, y deben tirar de ingenio para confundir a los zombis y atravesar dicho vagón sin ser heridos. El uso de la luz y los sonidos son claves en esta sección del filme, y el director sabe reinventarse constantemente, evitando repetir el mismo esquema una y otra vez. Es un gustazo observar a los personajes aprender de sus errores y mostrar inteligencia en momentos que la requieren. En este tipo de películas, muchos personajes suelen pecar de estupidez y acaban muertos debido a su torpeza o incapacidad para pensar de forma lógica. Afortunadamente, aquí disfrutamos de todo lo contrario.
Sociedad corrompida
‘Train to Busan’ habría sido un dignísimo filme de zombis si sólo se hubiera focalizado en la acción, emoción y estructura que ya posee. Lo que realmente lo alza hasta un nivel sobresaliente es su ferviente crítica a la diferencia de clases, la desconexión de la sociedad actual y los prejuicios hacia lo diferente. Nunca busca ser sutil en su mensaje, pero la fuerza de éste en momentos puntuales resuena con mayor intensidad al ser directo y claro.
No quiero revelar nada importante sobre la historia, así que intentaré pasar de puntillas por aspectos concretos de su desarrollo, pero me parecía imprescindible hablar del mensaje de la película ya que tiene mucha importancia a lo largo de la misma. Uno de esos mensajes es la afirmación tajante de que, en el contexto de la propia película, los seres humanos podemos ser tan aterradores o incluso peores que los propios zombis. Existen personajes en el filme tan repugnantes, que por momentos sientes la necesidad de verles derrotados y consumidos por los infectados, ya que su deshumanización en circunstancias extremas revela su verdadero rostro, repleto de intolerancia.
Además, creo que el mensaje de la película también funciona como metáfora del racismo y la xenofobia. El rechazo a lo diferente, a lo que no entendemos, a lo que nosotros creemos puede suponer un peligro o problema en nuestra hermética visión. En varias secuencias muy poderosas, esta crítica queda reflejada de manera tan brillante como descorazonadora. La película deja de hablarte como espectador, y empieza a hablarte como persona, apelando a nuestras emociones más intrínsecas. Lo veo un acierto absoluto que redondea una historia ya de por sí rica en matices.
‘Train to Busan’ es una nueva demostración del poderío audiovisual y narrativo del cine surcoreano, un “blockbuster indie” en el sentido más positivo de la expresión, y un ejemplo de cómo enriquecer una historia de premisa convencional a base de trabajo de guion y una dirección inspirada. 2017 no ha podido comenzar de mejor forma, y no me sorprendería que acabe entre mis cintas favoritas del año que iniciamos. No os la perdáis en la gran pantalla.