
‘La comunidad de los corazones rotos‘ dirigida y escrita por Samuel Benchetrit es una de esas películas de interacciones humanas e historias entrelazadas. Se basa en el libro Crónicas del asfalto, escrito por el mismo director y en el que relata las andanzas de su juventud relacionándolas con las de las vidas de los que fueran sus vecinos.
Uno podría caer en el error de pensar que es otra más de todas esas películas que son fieles, incapaces y acomplejados sucedáneos de Love actually, en las que se nos cuentan las vidas de personajes para reconfortarnos con un romanticismo algo empalagoso, y una dosis fácil de buenos pensamientos y optimismo barato. Sin embargo este filme tiene una cierta capacidad para sorprender. Nos muestra situaciones muy poco convencionales y a unos personajes solitarios y desorientados que parecen habérselas apañado para vivir al margen de cualesquiera que sean sus circunstancias.
Con una fotografía sorprendentemente buena, imágenes sencillas y claras, en el rango más oscuro de los tonos de color pastel, que en alguna ocasión pueden llegar a recordar al Wes Anderson más deprimido. A pesar de estar adornada con una comicidad de lo más excéntrica y una sucesión de situaciones surrealistas que desatan alguna que otra entrañable carcajada. Esta película consigue a su vez transmitir una sensación constante de inquietud, expectación y desolación. Estas sensaciones serán lo que te mantenga pegado a la pantalla con el eterno interrogante guardado en tu mente, aunque la solución deberá buscarse más en la reflexión interna que en la propia trama.
El filme se centra en tres tándems de personajes y cuenta con actores como Michael Pitt o Isabelle Huppert, que es maravillosa en cada papel que representa. Una película llena de personajes anodinos, cada cual diferente, que por un motivo o por otro se encuentran solos, estancados en la cotidianeidad del día a día, sin saber muy bien cómo seguir. Una actriz retirada, un adolescente que siempre está solo, un hombre poco solidario, una mujer abstraída, una madre con cariño acumulado y un astronauta perdido conforman esta comunidad de corazones rotos algo fuera de lo común.
Y es que la película no es tanto una reivindicación del amor romántico como una oda a la buena compañía, a esa necesidad que todos tenemos de que alguien nos escuche, de importarle a alguien y que alguien nos importe, los personajes de esta historia llegan unos a otros como botes salvavidas en el momento justo. Y llegan a nosotros para sacarnos de los tópicos con los que se bombardea la pantalla normalmente y mostrarnos algo distinto, otro tipo de relaciones humanas y sobre todo transmitirnos los valores de solidaridad y empatía que parecen más ausentes con cada día que pasa.