
La película sueca ‘Un hombre llamado Ove‘ escrita y dirigida por Hannes Holm retoma la figura del gruñón en el cine. Basada en el libro de Fredrik Backman del mismo nombre mezcla humor negro y melodrama con resultados no del todo satisfactorios, ya que no termina de convencer, algo que si hicieron recientemente otros personajes como Fúsi en ‘Corazón Gigante‘ o Allan Karlsson en ‘El abuelo que saltó por la ventana y se largó.
Aquí no se nos presenta a Ove (Rolf Lassgård), un hombre rudo y solitario obsesionado por las normas, que lleva de cabeza a todo el vecindario. Se trata de un personaje marcado por una serie de acontecimientos que se van desvelando a base de flashbacks y que nos permitirán comprender su personalidad, forjada a base de su visión negativa del mundo. Sin embargo, su perdida de fe en él mismo es puesta a prueba por una familia que se muda a la casa de al lado y es cuando la película necesita indagar en el pasado de Ove, y es quizás en esas secuencias cargadas de sentimentalismo al más puro estilo melodramático cuando el filme comienza a divagar y a no encontrar su sitio.
La candidata sueca al Oscar y ganadora del premio a mejor comedia de la European Film Academy (EFA) también abre la posibilidad de hablar de la vejez desde lugares poco comunes. Quizás se nos invita a empatizar con un hombre cuyas carencias solo pueden ser completadas por un otro inesperado, pero la percepción que deja Ove en el espectador es excesiva y hace que la estructura de la historia se tambalee por momentos.
El relato no avanza con la fluidez necesaria y la acumulación de elementos nos hace preguntarnos hacia dónde se mueve el filme. A pesar de ello no logra echar por tierra los humildes logros que consigue esta atípica película, llena de humor surrealista (sobre todo en las escenas suicidas) y que lleva asociada una crítica a la burocracia sueca y a su estado del bienestar incluido. Y también con España, ojo con la escena ambientada en nuestro país, que no deja de ser de lo más reveladora.