Últimos días en La Habana es la última película del conocido director cubano Fernando Pérez,  ya laureado por otros títulos como ‘La vida es silbar’ o el documental ‘Suite Habana‘. Con su  último largometraje ha conseguido, de momento, la Biznaga de Oro a Mejor Película Iberoamericana y el Premio del Público del Festival de Málaga.

Una loa a la amistad, la cinta nos trae la historia de Diego, enfermo de SIDA, postrado en su cama y su amigo Miguel que le cuida. Una amistad reflejo de una extrema lealtad desde su infancia, inquebrantable pese a la adversidad. Una relación que complementa las carencias personales y ha ido supliendo las funciones que cabe de esperar de la verdadera familia. El guión juega con los personajes dándole más vida al enfermo, maravillosamente interpretado por Jorge Martínez, que al cuidador, Patricio Wood.

Vivo reflejo de la dura vida en Cuba. ‘Últimos días en La Habana’ consigue estrenarse fuera del país para mostrarnos hábilmente un resumen de los males de la actual sociedad cubana. Un sistema del que puedes ser expulsado fácilmente sin posibilidad de réplica, implacable con el diferente. Pero sobre todo un estado que no puede ya asegurar una buena calidad de vida a sus ciudadanos. Personajes que malviven con sueldos y pensiones exiguas. Los protagonistas comparten un apartamento compuesto por dos únicas estancias en una típica casa de Centro Habana que vivió tiempos mejores. La lenta burocracia, policía en entredicho y un sinfín de detalles que no escapan al espectador.

Pese a toda la desesperanza e incertidumbre, también nos muestra la virtuosidad de los cubanos. Gente muy educada y orgullosa que no sucumben. Utilizan el ingenio, la verborrea, la picaresca o el propio cuerpo para superar la adversa situación. Todos los personajes sin excepción, con mayor o menor intensidad, luchan por un futuro mejor. Bajo esta perspectiva destaca el papel de la sobrina de Diego. La joven actriz Gabriela Ramos se hizo con la Biznaga de Plata a la Mejor Actriz de Reparto en el Festival de Málaga gracias a este personaje entrañable y una interpretación memorable.

En pocas ocasiones el cine cubano sale de sus fronteras, pero cuando lo hace irrumpe para quedarse en nuestra retina. En esta ocasión estamos ante un producto cinematográfico correcto que llega al espectador gracias a una historia y unos personajes que, pese a la distancia material, crean un vínculo de cercanía con el espectador. Con la cantidad de historias artificiales que copan las carteleras, bien vale un visionado de ‘Últimos días en La Habana‘.

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