Z, la ciudad perdida‘ dirigida por el neoyorkino James Gray supone el primer acercamiento del cineasta al cine de aventuras, una temática muy alejada de todo lo que había hecho hasta ahora. Tuvo su estreno mundial en el Festival de Nueva York y pudo verse en sección especial dentro de la Berlinale. Basada en los hechos reales relatados en el libro homónimo de David Grann, no es solo una apasionante aventura, sino también un complejo retrato de una época de gran convulsión social y científica.

La película se sitúa en los primeros años del siglo XX y se centra en la figura del británico Percy Fawcett, quien en su primera expedición a la selva del Amazonas descubre vestigios de antiguas civilizaciones perdidas, y vuelve a Inglaterra convencido de la existencia de una metrópolis hundida, la misteriosa ciudad de Z. Aunque sus argumentos son ridiculizados por la comunidad científica, Fawcett se embarca en un último viaje lleno de idealismo a la selva brasileña junto con su hijo Jack (Tom Holland) para demostrar sus teorías.

James Gray sorprende y enamora con este acercamiento al cine clásico de aventuras, con una narrativa como la de las grandes películas producidas por los estudios de Hollywood en la década de los sesenta. El gran riesgo que corría era la posibilidad que existía de ser una película pasada de moda, pero por fortuna, el cineasta revive el cine de esa época con una agilidad pasmosa. Consigue transmitir emoción con ética, ser preciosa y cruel. Todo a la vez.

Desde una puesta en escena espectacular, donde cada detalle está delicadamente cuidado, a unas interpretaciones excelentes, todo funciona a la perfección en la elaborada, magnética y extraordinaria Z, la ciudad perdida. Una película difícil de olvidar. Un trabajo que rebosa clasicismo, pero también muestra la personal sensibilidad de uno de los grandes directores americanos en activo.

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