
‘Demonios tus ojos‘, el tercer largometraje del español Pedro Aguilera tras ‘La infuencia’ y ‘Naufragio’, debutó en el festival de Róterdam, y posteriormente ha podido verse en festivales nacionales como el de Málaga. La película narra la historia de Oliver, un cineasta español asentado en Los Angeles, quien accidentalmente descubre un vídeo pornográfico en Internet protagonizado por su hermana pequeña. Lleva años sin ver a su familia, así que, confuso, decide regresar a Madrid a visitarla. Poco a poco, su curiosidad por descubrir la vida que lleva su hermana se convierte en fascinación, por lo que comenzará un perverso juego entre ambos.
La película, rodada en formato 4:3, comienza con una secuencia en un tren turbadora y desasosegante, en la que la cámara examina meticulosamente a los personajes a modo de presentación. Los tonos oscuros y la atmósfera turbia inquietan, también la relación del protagonista ante las pocas personas con las que interactúa en ese vagón claustrofóbico. De lejos, el mejor momento de la película, y una muestra de habilidad tras las cámaras por parte de su realizador. Posteriormente aparece el cartel con el título de la película, y los colores oscuros que dominaban las imágenes anteriores se convierten en tonos luminosos, propios del verano español.
El tema que trata ‘Demonios tus ojos’ no es en absoluto fácil, pero sí interesante y fascinante de explorar. El problema, es que, tras su buen comienzo, la película no hace más que caer en picado, pues la exposición del incesto y de la relación entre hermanos como eje central de la historia no está desarrollada de manera atractiva, sino que da vueltas sobre la misma idea una y otra vez, llegando a caer en un peligroso patetismo involuntario. Algunos ligeros destellos de fuerza narrativa se vislumbran en una fiesta con dosis de cocaína de por medio, pero los diálogos forzados y las situaciones inverosímiles acaban por adueñarse de una propuesta a priori potente pero inmensamente fallida.
El escaso desarrollo de los personajes -absolutamente planos-, y los mencionados diálogos tiran por tierra gran parte de la película. Las interpretaciones son las principales afectadas, y en el caso de los dos protagonistas, no es por culpa de su talento, sino de las lamentables líneas de guion que estaban obligados a pronunciar. En el caso de los personajes secundarios es más difícil defender a los intérpretes.
Sin embargo, el desastre no llega hasta el último acto, en el que todo se convierte en un completo disparate, y los defectos se potencian hasta niveles risibles. Además, una de las ocurrencias finales de Pedro Aguilera, que probablemente para él será un destello de brillantez o de genio, lo único que consigue es hacer todavía más obvio el mensaje de su película, y aun más insustancial. Termina, y te invade la amarga sensación de lo que podría haber sido y no es. Lástima.