[Atención] Dos tercios de la reseña de ‘El amanecer del planeta de los simios‘ se mantendrán libres de revelaciones. Sólo en momentos puntuales se nombrarán situaciones específicas que podrían considerarse spoilers ligeros. Os pido precaución en el tercio final del texto, ya que hablaré de un aspecto especialmente revelador. Mi consejo: leed la reseña tras haber visto el filme. Comenzamos.

Una línea de intenso color rojo se dibuja sobre un lienzo oscuro. El trazo rojizo se multiplica y expande en la pantalla formando un mapa del planeta Tierra. Voces e imágenes se entremezclan entre sí para informar al espectador. El virus ALZ-113 se ha extendido por todo el planeta y la humanidad está al borde del colapso. Desesperación y conflicto. Nuestra raza se autodestruye gradualmente y el futuro es sombrío. Las luces se apagan…

‘El amanecer del planeta de los simios’ sólo ha necesitado dos minutos para sintetizar las consecuencias de lo ocurrido en la anterior entrega y sentar las bases de la trama de su secuela. Simple. Brillante.

Matt Reeves apostó por un acercamiento realista para esta secuela, y presentó al estudio una idea bastante alejada de los intereses que Fox tenía para la segunda entrega de la saga. En vez de dar un gran salto evolutivo y mostrarnos a unos simios avanzados en inteligencia y tecnología, Reeves decidió mostrarnos a los simios en pleno aprendizaje, a una raza en periodo de progreso. Creo que es una decisión coherente porque sirve como contrapunto de la raza humana, la cual se encuentra en vías de extinción.

Apes

Primerísimo primer plano de los ojos de un simio. Zoom out que nos permite observar su alrededor. Simios en posición, esperando su señal. La jerarquía de César queda establecida en el primer plano de la película. A partir de ese momento, asistimos a los 15 primeros minutos más fascinantes de un blockbuster reciente. Observamos los hábitos diarios de los simios desde el silencio, enfatizando el poder de las imágenes y su interacción mediante el lenguaje de signos. Mientras unos cazan para alimentar al grupo, otros se encargan de enseñar el lenguaje a los más jóvenes así como una serie de reglas inquebrantables. “Simio no mata a simio” es la principal, abogando por un entendimiento mutuo y apoyo a su propia especie.

César vive en el árbol más grande del hogar que habitan, mostrando un liderazgo marcado visualmente a través de la escala. Es una manera perfecta de simbolizar el funcionamiento de su clan. Maurice es su mano derecha y realiza la labor de profesor. Por otra parte, Koba es el lugarteniente de César, el soldado a su disposición para conflictos y búsqueda de comida. Son las tres piezas indispensables en un organigrama que apuesta por un concepto por encima de todo: la familia. En una secuencia preciosa vemos el nacimiento del segundo hijo de César, y la emoción nos embriaga porque hemos olvidado que estos simios están recreados digitalmente. En ese instante, la inmersión es total y la empatía es abrumadora.

Al contrario que en la anterior película, ‘El amanecer del planeta de los simios’ otorga mayor protagonismo a los simios, y todas sus escenas resultan mucho más estimulantes que las de los humanos. Su sociedad es compleja, tiene ramificaciones y César aprende que mantener la estabilidad en su clan no siempre es tarea sencilla. Sin embargo, la erosión entre los miembros de su especie no se produce por conflictos internos, sino por un factor externo: el ser humano.

Together 

Si algo comparten ‘Origen’ y ‘Amanecer’ es su división del filme en dos secciones diferenciadas que chocan de forma inevitable a lo largo del filme. Aunque el núcleo de la cinta es César, la película se toma su tiempo para informarnos del estado en el que se encuentra nuestra especie. Recluidos en una ciudad de aspecto selvático, aquellos supervivientes que no han sido afectados por el virus lidian con un día a día lleno de tensión y desesperación, ya que su generador de energía sólo tiene una vida útil de 2-3 semanas y la pérdida de ésta provocaría el pánico entre sus habitantes.

Malcolm (Jason Clarke) es la cabeza visible de los humanos, y comparte muchas similitudes con César. Ambos tienen una familia a la que desean proteger por encima de todo, aborrecen la idea de un posible conflicto y optan por el diálogo y el entendimiento mutuo para la resolución de problemas. Me parece muy acertado que aún queden reductos de humanidad y esperanza en una especie en vías de extinción, y el papel de Malcolm funciona porque no cae en los clichés del género. No existe un odio irracional hacia los simios, más bien al contrario. El liderazgo de César, su capacidad para comunicarse mediante el habla y su alta inteligencia causan fascinación en Malcolm, nunca rechazo. Desgraciadamente, existen otras personas con opiniones más primarias y simplonas, y rechazan aquello que no comprenden. “¡Son animales!” grita Dreyfus (Gary Oldman) en un momento dado de la película. Muchos humanos consideran a los simios una especie inferior, y su necesidad de energía, la cual se encuentra muy cerca del hogar de César, los fuerza a tomar una decisión nada sencilla pero desde un acercamiento agresivo.

El amanecer del planeta de los simios dirigida por Matt Reeves
Imágenes de «El Amanecer del Planeta de los Simios» (2014) dirigida por Matt Reeves

La sección central del filme nos muestra el trabajo en equipo entre ambas especies y un rayo de esperanza nace de su interacción. Observamos cómo se desarrolla un sentido del compañerismo, y crea en el espectador una sensación de tranquilidad que por un instante nos permite olvidar que estamos ante un oasis en un desierto de odio y desasosiego. En esta parte del filme el único aspecto que flaquea es el personaje de Carver (Kirk Acevedo). Su odio irracional por los simios es mostrado de una forma que causa irritabilidad, ya que no existe tridimensionalidad en su personaje, sólo funciona como «plot point» para complicar el compañerismo entre simios y humanos y para desestabilizar la tregua pactada. Afortunadamente su papel es reducido y no interfiere con la segunda mitad del filme.

Un aspecto crucial en la profundización de los humanos es el concepto de pérdida. Todos los supervivientes han perdido a alguien debido al virus ALZ-113, y su rechazo hacia los simios es comprensible a un nivel emocional, aunque incoherente en una reflexión más fría, ya que fueron los humanos los que crearon el virus y provocaron su propio declive como especie. Este bagaje emocional humaniza a los habitantes de la ciudad y los coloca en una posición gris que funciona de maravilla a la hora de equilibrar el conflicto y no caer en el terreno de “good vs. evil”. En muchos blockbusters, el antagonismo se busca a través del uso de extremos para enfatizar sus diferencias, ya sean ideológicas o simplemente como excusa para el conflicto. En esta película las diferencias irreconciliables se deben a la mala gestión de una tensión inevitable, y el camino hacia la comprensión es un campo de minas lleno de obstáculos.

Strong

«The more successful the villain, the more successful the picture.» Esta frase del gran Alfred Hitchcock no tiene por qué extrapolarse a todas las películas, pero en ejemplos específicos suele ser bastante acertada. Honestamente pienso que ‘El Amanecer del Planeta de los Simios’ es un filme extraordinario gracias a su villano, uno de los mejores antagonistas de la última década.

[Atención: Spoilers]

La gran baza de esta película es la construcción de un villano que forma parte de la familia de César, y que posee unas motivaciones muy claras e incluso comprensibles, aunque injustificables. Este villano es nada menos que Koba, simio que ya tuvo un papel secundario en la anterior entrega y que ha sufrido la peor cara del ser humano hasta desarrollar un desprecio absoluto hacia ellos. Koba ha sido torturado por los humanos en sus investigaciones, y su cuerpo está repleto de cicatrices que le recuerdan a diario el calvario sufrido en los laboratorios de la compañía Gen-Sys. Koba es fiel a César, ya que éste le liberó de la jaula en la que se encontraba y ha demostrado ser un digno líder al que mostrar lealtad.

Sin embargo, la tregua entre humanos y simios es inaceptable para Koba, ya que implica mostrar simpatía y respeto por una raza que lo ha maltratado en el pasado, y por pura comparación es incapaz de ver más allá de una raza y los condena a todos por igual. Lo fascinante de Koba es que entendemos perfectamente su animadversión, y su frustración gradual termina por explotar en una brillante discusión con César. Koba termina el tenso intercambio por los suelos, ensangrentado y siendo observado desde lo alto por humanos y simios que lo juzgan en la distancia. En ese momento Koba decide cruzar una línea que cambiará por completo la historia.

Koba considera que el único camino posible es eliminar a César, y en una escena que parece emular una tragedia shakesperiana, Koba dispara a César, el cual cae al vacío y se le da por muerto. Inmediatamente después, Koba culpa a los humanos de haber asesinado a su líder e incendiado su hogar, para incitar los instintos más salvajes de los simios y forzarlos a una guerra descarnada. Matt Reeves convierte a Koba en el Yago de Otelo, y esta escena es uno de los puntos álgidos de toda la cinta. Cada plano está medido al milímetro. Contrapicado mostrando a César en lo alto de su hogar, mientras observamos en un plano picado el ascenso silencioso de Koba por el árbol, para luego dispararle sin ser visto e intercambiar posiciones. Las analogías y metáforas en esta película son numerosas y demuestran un meticuloso trabajo de guion que en todo momento enfatiza el conflicto de forma elegante y congruente.

El clímax de la historia es la única licencia que se permite la película para explorar su identidad de blockbuster veraniego, pero se ha ganado a pulso esa secuencia porque ha cimentado un sólido soporte sobre el que edificar una historia ambiciosa a nivel técnico y narrativo. Incluso en los fuegos artificiales con predominio de CGI la película nunca olvida que el corazón de la historia son los personajes, y redondea su discurso de “simio no mata a simio” de una forma simplemente perfecta.

Existen decenas de características estimables en este filme que ni siquiera he comentado. La espectacular dirección de Reeves, el breve (y maravilloso) plano secuencia sobre el tanque, la preciosa fotografía de Michael Seresin, el inconmensurable trabajo de Andy Serkis y su equipo a la hora de interpretar a los simios (Serkis mejora lo hecho en la anterior entrega, algo que parecía casi imposible), el poderoso plano final que imita al plano inicial de la cinta y un largo etcétera de ejemplos. No obstante, he querido concentrarme en la película a nivel temático y ensalzar sus virtudes en el aspecto que realmente destaca por encima de todo: su sensatez y confianza absoluta en una idea.

El Amanecer del Planeta de los Simios es una rara avis: una secuela que expande el universo de su predecesora a partir de la valentía y la coherencia. Venera las virtudes de la primera entrega y la rodea de elementos que insuflan vida y amor por el universo construido. No tengo miedo en afirmar que esta película es una de las mejores cintas de ciencia ficción de la última década y un mensaje ensordecedor para secuelas pasadas y venideras: el triunfo reside en el respeto al material de partida y a tu propia audiencia.

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