
Tres mensajes aparecen en pantalla de manera gradual y consecutiva. Sintetizan lo ocurrido en cada entrega de la saga. Tres palabras destacan por encima del resto: Rise, Dawn y War. Comienza ‘La guerra del planeta de los simios‘ y ya conocemos exactamente el conflicto principal de la misma. La guerra se ha iniciado y nadie está a salvo.
César
Al contrario que en otras reseñas, he querido iniciar mi reflexión sobre la película con el pilar básico sobre el que se sustenta la trilogía: César. A lo largo de dos entregas, la figura de César ha crecido en complejidad e importancia, pero ‘La Guerra del Planeta de los Simios’ ha establecido al personaje en un contexto mucho más amplio en dimensión y riqueza narrativa. Esta historia se focaliza principalmente en los simios, en su lucha por sobrevivir a una guerra descarnada a la que acuden con resignación pero sin temblarle el pulso. Y César es el símbolo de esperanza de los simios, el baluarte sobre el que construir un futuro exento de guerras y bajas innecesarias.
Sin embargo, César no es un personaje fascinante por su integridad y moralidad inquebrantable, sino por sus imperfecciones y su similitudes con la raza humana en momentos puntuales. César funciona porque vive en la línea que separa el bien y el mal, una línea en la que los grises nublan juicios y las emociones más viscerales crean obstáculos a su paso. Su arco dramático en la película es absolutamente perfecto porque recoge todas sus vivencias de filmes pasados y edifican un camino coherente y honesto para el personaje. Nunca permanece estancado en una misma actitud. El personaje cambia, se adapta a nuevas situaciones y se siente real, tridimensional.
A veces la redundancia es necesaria, y en este caso más aún, así que vuelvo a reafirmar mi auténtica admiración por el trabajo de Andy Serkis en la película. El trabajo de caracterización es portentoso, pero precisamente por la evolución de los efectos visuales y el ‘motion capture’ de esta película, César se ha convertido en un personaje de carne y hueso y en ningún instante te planteas que estamos ante un personaje CGI. El rostro de César posee más matices que nunca, matices que jamás pensé que podría observar en un efecto visual, y el brutal trabajo de Serkis es capital para que el público empatice con el viaje de César. Se trata de uno de los personajes más fascinantes y mejor desarrollados que he visto en mi vida, y estoy seguro que hablaremos durante décadas del legado de César y el señor Andy Serkis.
Silencios
Esta película se caracteriza por el uso de los silencios y el lenguaje corporal como forma de comunicación. Salvo casos muy aislados, la cinta no posee diálogos extensos, ya que su triunfo reside en el poder de las imágenes. Acompañamos a los personajes en su viaje sin requerir de explicaciones constantes. César y compañía rara vez nos cuentan cómo se sienten, y no lo necesitamos porque lo sabemos a través de sus reacciones y gestos faciales. Matt Reeves vuelve a confiar ciegamente en su audiencia y nos regala un filme de pocas palabras y mucho corazón. Hay una escena en el tramo final del filme que sublima esta idea de una forma tan extraordinaria que se convirtió instantáneamente en una de las mejores secuencias que he disfrutado en una sala de cine este año. Además, La película introduce una subtrama de relevancia que está relacionada precisamente con la incapacidad para comunicarse verbalmente, lo cual enriquece la propia temática del filme y enfatiza dichos silencios.
César domina el lenguaje verbal con soltura, y acude a él siempre que es necesario, pero es más un producto de su evolución y «humanización» que una licencia de la película. Los silencios resuenan con más fuerza que muchos diálogos y la música se convierte en un personaje esencial de la trama. Michael Giacchino realiza una de sus mejores composiciones hasta la fecha enfatizando gran parte de la cinta con texturas variadas, un equilibrio espléndido entre el intimismo de las escenas dramáticas y la epicidad de las secuencias de acción. Pero ante todo, la banda sonora del filme tiene una lógica detrás que la hace aún más especial. Recoge algunos temas de ‘El Amanecer del Planeta de los Simios‘ y los transforma en una versión más épica y emocional. Además, introduce temas que expanden el universo de la historia aportando variedad y una personalidad marcada. En un filme de pocas palabras, la música es crucial para que las imágenes cobren una nueva dimensión, y creo que no sólo ha triunfado en este aspecto sino que estamos ante una de las mejores banda sonoras del 2017.
Por otra parte, este acercamiento tan atrevido para un blockbuster veraniego proporciona a Matt Reeves la posibilidad de usar la narrativa visual en su máxima expresión. Mis directores favoritos suelen ser aquellos que saben contar un gran número de cosas y proporcionar gran cantidad de información al espectador sin tirar de sobreexposición ni diálogos explicativos redundantes. Reeves domina esta herramienta con enorme elegancia y talento y nos comunica pensamientos, emociones y revelaciones a través de objetos, escenarios, miradas y gestos. Este cineasta ha ido refinando su estilo hasta alcanzar un nivel tan escandalosamente alto que abruma por tratarse de una evolución gradual pero siempre hacia adelante y con mucho criterio. Su visión para cada una de sus historias es tan nítida y palpable que sólo puedo aplaudir semejante confianza en sus ideas.
Prisioneros
La película tiene un desarrollo pausado, reflexivo y nunca opta por el (ab)uso de secuencias de acción para imprimir ritmo a la trama. Cada pérdida, cada conflicto, cada revelación es asimilada con calma, permitiendo respirar a los personajes y abarcar un mayor número de emociones. Toda explosión, combate o disparo en la película es pertinente para la historia y nunca una concesión hacia el espectador. Creo que no somos conscientes de la valentía que esta cinta posee sólo por el hecho de tratarse de un blockbuster. Sus triunfos resuenan con mayor fuerza que el 90% de producciones recientes.
El viaje que sufren los simios en el filme es uno lleno de obstáculos, injusticias y auténtica desesperación. Observamos torturas y capturas que encajan más en un drama carcelario que en un filme bélico. Las cadenas, los campos de trabajo y la esclavitud de una especie subordinada al poder de otra son analogías de enorme calado en esta película, y las usa como un reflejo de nuestra propia historia. Es una decisión compleja porque la historia podía caer en convencionalismos y repetir fórmulas anteriores, pero considero que sabe reinventarse y regalarnos un último acto que recoge todos los conflictos del filme y les da una resolución satisfactoria.
Un aspecto que me gustaría destacar especialmente es el mimo con el que Matt Reeves y Mark Bomback tratan a todos y cada uno de sus personajes. Independientemente del número de escenas en las que participen o su relevancia en la trama, cada personaje tiene un conflicto y todos reciben material suficiente para individualizarlos y crear empatía. Nova, Donkey, Maurice, Rocket, Bad Ape y un largo etcétera de personajes tienen escenas en las que brillan, planos que se te quedan clavados en la retina. No me cansaré de admirar el respeto que Reeves siente por el universo que ha construido y por los personajes que pueblan sus historias.
Termino. ‘La Guerra del Planeta de los Simios‘ no sólo funciona como secuela coherente y clímax eficaz, sino como un homenaje a la saga y a su personaje central. Si además nos muestra un retrato social de nuestra propia especie y errores pasados que perduran en la actualidad, sabemos que estamos ante una obra que trasciende su teórico objetivo inicial y la definición superficial que recibe de público y crítica. César ya es un icono cinematográfico, y este reboot del Planeta de los Simios se ha convertido en una de mis trilogías favoritas de la historia del cine. Pocas veces he derramado tantas lágrimas en una sala. Es lo maravilloso del cine: te transporta, te sacude, te emociona. Te hace sentir vivo.