
‘Johnny cogió su fusil‘ no es una de esas tantas películas antibelicista, en ella hay un enfoque más profundo que utiliza dicha temática como un mero hilo conductor para entrelazarla de forma crítica con ciertos valores de la sociedad: la religión, la ética o el estamento militar. Destacando sutilmente y de forma rotunda al final de la cinta un alegato a la eutanasia.
El controvertido Dalton Trumbo, más conocido por su faceta de guionista en películas míticas tales como ‘Papillon’, ‘Espartaco‘ o ‘Vacaciones en Roma’, dirigió y escribió ‘Johnny cogió su fusil’. Se rodó en 1971 bajo un contexto comprometido para la sociedad estadounidense del momento. El país estaba inmerso en plena guerra del Vietnam y desde hacía años el gobierno norteamericano, según informes secretos, sabía que el conflicto sería difícil que acabase con una victoria. Por otra parte, las bajas eran alarmantes, más de 50.000 efectivos habían caído en el frente desde que se inició la guerra, eso sin contar los heridos y familias destrozadas. Todo esto unido bajo el clamor social, para que regresaran aquellos pobres muchachos de unas selvas que estaban a miles de kilómetros.
En todo este maremágnum aparece Trumbo con su película antibélica ‘Johnny cogió su fusil’, con un perfecto toque de transgresión que la hizo diferente al resto de las películas de su género.
Estamos en 1917, Estados Unidos entra de lleno en la última fase de la Primera Guerra Mundial. Joe (Timothy Bottoms) se alista voluntario para combatir en Europa a pesar del enorme disgusto de su novia. La explosión de un obús en una trinchera deja al joven soldado gravemente herido sin brazos ni piernas, ciego y totalmente sordo. Los médicos militares llegan a la conclusión que no puede sentir ni pensar nada, siendo un perfecto caso para el estudio de la medicina y la ciencia en sí.
Ninguna de estas superfluas conclusiones de estos sesudos especialistas eran ciertas. Joe conserva intacto su raciocinio y pensamiento a pesar de los daños en la cabeza. Poco a poco, él se va dando cuenta de la situación en que se encuentra y su desgarrador desespero hace cómplice al espectador cuando se oye su voz en off.
Trumbo de forma soberbia utiliza el blanco y negro, para destacar el momento presente del joven postrado en la cama de una lúgubre habitación. En contraposición están las imágenes en color para narrar sus recuerdos, nostalgias y vivencias, sin existir momentos tediosos, gracias a un buen hilvanado de las secuencias y sin grandes efectos visuales. La angustia y sufrimiento de este pobre chico, hace que te sumerjas en su situación casi por inercia. En muchos momentos hay dosis de surrealismo perfectamente encajado, destacando el papel de Donald Sutherland interpretando a Jesucristo en forma de ensoñaciones, pero sin caer en lo absurdo.
A pesar de todo, en este drama hay atisbos de alegría, emociones o el cariño por parte de una enfermera. Incluso hasta un pequeño optimismo cuando el muchacho logra comunicarse por código morse, pero este débil sentido que da a su vida queda truncado por unos inhumanos militares que no quieren comprender su padecimiento. Sin lugar a duda, es un clásico atemporal con un argumento polémico de vigente actualidad, dejando al espectador pensativo con un sinfín de emociones que ningún cinéfilo debería obviar.