
‘La librería‘ de Isabel Coixet está basada en el libro homónimo de Penelope Fitzgerald que cuenta la historia de Florence Green, una mujer que decide abrir una librería en un pequeño pueblo costero del sur de Inglaterra a finales de los años 50. Florence se va encontrando, contra pronóstico, dificultades y obstáculos directamente intrincados en la ignorancia, la envidia, y la falsa moral que dificultarán su propósito.
La trama realmente promete: la literatura contra la ignorancia. Los peligros a los que se enfrenta cualquier individuo cuando topa con la incultura, los celos y la burocracia al servicio de los poderosos. Pese a que la acción se asienta a finales de la década de los 50, conmueve pensar en la intemporalidad de este hecho. Lástima que pese a contar con un jugoso aliciente dramático, ‘La librería‘ parece no querer entrar en harina y se convierte en un relato poco emocionante.
Isabel Coixet vuelve al universo femenino en el que tan cómoda se siente, pero desde otra perspectiva. En esta ocasión la protagonista de ‘La librería‘ poco tiene que ver con la protagonista de su última película ‘Nadie quiere la noche‘. Florence Green tiene un liderazgo discreto, taimado, con agallas pero diametralmente opuesta al arrojo e ímpetu de Josephine Peary.
Siempre desde el prisma del drama, Coixet sabe sacar lo mejor de sus actores protagonistas. Emily Mortiner y Patricia Clarkson son convincentes en sus papeles, sin embargo la falta de emoción en la cinta no les permite destacar dentro de la tensión entre ambos personajes. Es Bill Nighy quién reluce dentro de la trama con un papel misterioso y con dos facetas que llama la atención al espectador.
‘La librería‘ es tan sutil y elegante como la obra que le precede. La cuestión es que Fitzgerald tuvo la oportunidad de enganchar al lector en casi 200 páginas, mientras Coixet desaprovecha la oportunidad de introducir nervio dramático en un largometraje de 108 minutos.