
Si hay algo que diferencia a un buen director de un mal director es que el primero no sólo transmite la información a través de los diálogos, sino a través de las imágenes. Y si hay alguien que cuide milimétricamente cada una de éstas, es David Fincher. A pesar de tener fama de tener un estilo videoclipero (algo negativo por la década de los noventa), el director de Denver (Colorado) marcó un antes y un después en la historia de los thriller con ‘Seven‘.
Aunque la película fue un éxito de taquilla– costando 33 millones de dólares consiguió recaudar mundialmente la cifra de 327.300 millones- no tuvo la aprobación de ciertos sectores de la crítica, como la periodística. Sí que tuvo un buen recibimiento por parte de la crítica profesional pero muchos tildaron a Fincher como un simple artesano que sobresalía en la creación de atmósferas malsanas, pero no como un autor. Ocho largometrajes más tarde, es imposible no concebirlo como tal.
‘Seven’ (1995) cuenta la historia de dos detectives, William Somerset (Morgan Freeman) que está a punto de jubilarse y David Mills (Brad Pitt) quien acaba de trasladarse al cuerpo de policía de la ciudad del primero. Ambos se verán envueltos en una investigación donde el móvil que vincula una serie de asesinatos son los pecados capitales.
Personajes y temas
William Somerset se encuentra en su última semana de trabajo como teniente de policía en una ciudad estadounidense de la cual no se nos dice el nombre. Faltan siete días-número que podemos vincular al de los pecados capitales o al del título de la cinta- para su retiro. Está cansado de su trabajo y sueña con poder vivir en el campo y alejarse de la vida en la ciudad.
David Mills es un hombre joven que acaba de ser trasladado a la comisaría donde trabaja William. Él, por el contrario, tiene muchas ganas de ejercer de policía y sentirse importante por ello. Está casado con Tracy (Gwyneth Paltrow) quien ha dejado su trabajo como profesora en su anterior ciudad para poder trasladarse a la actual. Podemos apreciar que entre ambos las cosas han dejado de funcionar poco a poco. Mientras que David tiene muchas ganas de estar en la ciudad, vemos como ella es incapaz de adaptarse, hecho evidente que se aprecia en la conversación que ésta mantiene con Somerset en cierto momento del filme.
La ciudad desde el primer minuto de la película se convierte en personaje: los colores grises del cielo, la gran cantidad de lluvia que asola el lugar (sólo veremos el sol en la última secuencia), las masas de gente que se mueven por las calles, etc. Aún así, esta metrópoli no tiene ningún nombre. Esto la hace universal y un lugar en donde todos y cada uno de nosotros podríamos habitar, es decir, se podría identificar con cualquiera de las grandes ciudades del mundo occidental. Mismamente uno de los temas que plantea el filme es, ni más ni menos, que la deshumanización de las personas en las grandes urbes. Urbes donde no exista la individualidad sino masas homogéneas de personas que sólo se preocupan por sí mismas. Mismamente, si analizamos los diálogos que mantienen la pareja protagonista, podemos darnos cuenta de que poco importan los asesinatos que se están cometiendo, en varios días la gente se olvidará, sólo importa el morbo del momento.
Otra de las problemáticas que atraviesa la película es la dificultad de adaptación del campo cara a la ciudad. Aunque vemos al teniente Mills muy concentrado en su trabajo y no piense en ello, cinco días en la ciudad sirven para devastar anímicamente a Tracy. Se trata de un lugar más acogedor en contraposición a la urbe donde se encuentran solos. No es ésta la primera película en tratar este tema sino que ya podríamos apreciarlo en una de las obras maestras del cine español: ‘Surcos’ (José Antonio Nieves Conde, 1951).
Pero no será Tracy la única que no encaja en ese lugar. En la cena donde los tres se conocen, Somerset dice que “uno se acaba acostumbrando” con respecto a vivir en la metrópoli. Es muy significativo que en una de las primeras escenas, antes de los créditos iniciales, William para dormir ponga en marcha un metrónomo para intentar disimular todos los ruidos que provienen de la calle intentando tapar todo el horror que éstas esconden.
En contraposición a estos personajes tenemos al cuarto y más enigmático, John Doe (Kevin Spacey). Tiene el plan de matar a siete víctimas que cometan uno de los siete pecados capitales, esto es, gula, avaricia, soberbia, lujuria, ira, envidia y la pereza. Sus pensamientos acerca de la sociedad actual no distan mucho de los del pesimista Somerset, aunque éste último se limita a desempeñar un papel más en la sociedad. Dice que hay un pecado en cada esquina y que la gente no hace nada por solucionarlo. Cristiano o no, este pensamiento se vincula con el tema antes expuesto de que en las sociedades actuales nadie se preocupa por la gente de su alrededor.

Creemos que es importante remarcar la huella pesimista de la cinta, el propio descenso a los infiernos de los protagonistas que bien podría metaforizarse en esa bajada por las escaleras del club de alterne de la víctima de la lujuria donde el ambiente está teñido de rojo. A cada escena que pasa todo se vuelve menos esperanzador: Tracy no está cómoda con la mudanza a la ciudad, Somerset confiesa que ha dejado de luchar por el mundo, Mills le dice a su esposa que le quiere y ella responde con un simple “Lo sé”. Son pequeños detalles, desgarradores, que se introducen poco a poco en el filme y nos dan indicios de que nada puede acabar bien. Ya no es sólo que siempre se coloquen por detrás de las acciones del asesino sino que no hay esperanza tampoco en sus vidas personales.
Las imágenes transmiten ideas
El comienzo de ‘Seven’ ya resulta revelador de por sí. Después de conocerse en el escenario de un crimen, Somerset y Mills salen afuera del recinto para hablar. Ya sólo las primeras palabras que se intercambian ponen de manifiesto las diferencias entre ambos. El diálogo será un tanto amenazante y el control de la conversación variará entre ambos. Este control será evidenciado en ese único plano que cubre la escena, un travelling contrapicado que se mueve de izquierda a derecha encuadrando a ambos, donde cada vez que uno de ellos lidera la conversación se colocará en la delantera del otro, es decir, en la parte izquierda del plano.
Cuando William quiera rechazar la investigación que se le ha asignado debido a que piensa que ésta se dilatará mucho en el tiempo, tendremos una escena conformada por él, Mills y el capitán de la policía (R. Lee Ermey). El personaje de Morgan Freeman estará hablando con el capitán de la policía, ambos ignorando la presencia de David debido a que no lo miran e incluso el eje de los planos primeramente lo excluye. Cuando Mills intente pedir que se le encargue a él el caso, los planos cambiarán y los veremos desde su perspectiva porque él intenta integrarse en la conversación. Vemos aquí como la planificación al igual que los personajes, excluye a uno de los integrantes de la escena. Es algo de lo que se habla en el vídeo de Every Frame a Painting “David Fincher – And the Other Way is Wrong”.
Durante la primera parte de la película (la escena anterior es un ejemplo) el dúo de personajes principales se nos mostrará en la mayoría de los casos en planos separados hasta la escena en la que tengan que dormir juntos en un sofá en la comisaria. Esto claramente se identifica con la diferencia de ideas y opiniones que ambos tienen entre sí además de la incomodidad de ambos actuando en conjunto. No hay nada más que ver sus acciones representadas por elementos contrarios: Mientras que investigan los escenarios de los crímenes Mills no para de hablar, ni de moverse o ponerse nervioso pero tendremos a Somerset manteniéndose en silencio, inmóvil y calmado.
No será hasta la cena que propone Tracy que ambos policías empiecen a afianzar confianza el uno con el otro. A partir de entonces, aunque su pensamientos sigan difiriendo en ocasiones, su amistad se afianzará y por supuesto esto será representado en la puesta en escena a través de planos donde ambos aparezcan juntos, en vez de separados. Todo ello comienza cuando Tracy llama a su esposo al trabajo y le pide hablar con William. Que el teléfono se coloque en el centro del encuadre es de por sí relevador ya que se erige como la unión entre ambos. Durante toda la secuencia de la cena veremos a la pareja por un lado y Somerset por el otro. Finalmente y después de un chiste que los hace reír, los veremos en un plano de conjunto que los encuadra a los tres por primera vez, uniéndolos. Aun así, el encuadre es bastante perturbador en cuanto que parece que están siendo vigilados.
Días más tarde, cuando Tracy necesite hablar con alguien acerca de cómo se siente en la ciudad, llamará a Somerset. Llama la atención aquí la disposición en el cuadro de ambos. La escena la conforman dos primeros planos, tanto uno de William como uno de Tracy en sus respectivas habitaciones. Lo llamativo es el que el hombre está de espaldas mirando para la izquierda mientras que ella está de cara a la cámara y mirando para la derecha. Se hace patente, de nuevo, la diferencia entre unos y otros personajes de ‘Seven’ a través de la puesta en escena.
Después de entregarse a la policía, John Doe acompaña en coche al dúo de oficiales para enseñarles la ubicación de los dos últimos cadáveres que tiene escondidos. Una vez más, es David quien le sigue el juego a través de los diálogos. Es curioso como dos de los tres personajes aparecen encuadrados detrás de las rejas que separan la parte delantera de la trasera del vehículo. Ambos son los que tendrán mayor peso en el clímax: Mills y Doe. Esto sugiere que ambos están atrapados en el propio juego de Doe y prefigura el desolador desenlace. Pero no solo ellos dos serán los únicos malparados: Somerset, que soñaba con poder vivir en el campo dice que “Estará cerca” dando a entender que seguirá en el cuerpo de policía y Tracy pierde la vida en beneficio del juego macabro de Doe. De alguna manera todos pierden sus vidas: Mills pasará largo tiempo en la cárcel, Willian no se mudará al campo, al menos en un tiempo próximo y Tracy muere.
Mismamente la escena final es un compendio de la ejecución de la atmósfera en las películas de David Fincher: tendremos al personaje de John en el centro de primeros planos que ponen en evidencia que es él quien controla la situación, fuertes contrapicados de su persona, cámaras en mano (muy poco utilizadas en las películas de Fincher) que denotan la inestabilidad del momento, así como planos detalle, como el de la pistola disparándose, todo ello orquestado bajo la angustiosa banda sonora. Además de un inserto de dos fotogramas donde vemos a Tracy en un primer plano que podemos vincular a la mente de Mills.
Otro elemento que sobresale en las películas del director de ‘Seven’ son los movimientos de cámara. Como bien se dice en uno de los últimos vídeos de Nerdwritter1, tanto las panorámicas como los travellings son propiciados por los movimientos de los personajes. La cámara recoge el movimiento de éstos tanto en su dirección como en su velocidad. Esto hace que empaticemos con los protagonistas debido a que la cámara refleja su estado de ánimo. Mientras que en la escena del crimen de la gula la cámara se mueve suavemente sugiriendo el carácter tranquilo y metódico de la situación, en la escena del clímax vemos como la cámara se mueve de manera rápida siguiendo los movimientos también rápidos de los personajes. Nos sentimos tan identificados con estos movimientos debido a que en nuestra propia vida real siempre seguimos el movimiento de las personas que nos rodean de manera instintiva al igual que lo hace la cámara de Fincher.
Repercusión de Seven
Aunque 22 años nos separan de la fecha de su estreno, ‘Seven’ y el estilo fincheriano siguen siendo de referencia para muchos: En el año 2014 se estrenó la serie de televisión ‘True detective’ (Nic Pizzolatto) que bebía muy directamente de la temática y atmósfera de Fincher. Por otra parte, el estilo del director estadounidense es muy vinculable al de Denis Villeneuve en cuanto a la creación de atmósferas malsanas, la duración justa de cada plano, el uso de la banda sonora como elemento de tensión, etc. Ambos directores se mueven en proyectos con semejanzas entre sí y a nuestro modo de ver, es imposible no relacionarlos. Así mismo, Ángel Sala en el libro Seven: Los pecados de David Fincher vincula la obra con ciertas películas de los hermanos Coen como ‘No es país para viejos’ (2007) o Clint Eastwood con ‘Mystic River’ (2003) o ‘El intercambio’ (2008), entre otras.
Por todo lo anteriormente descrito, ‘Seven’ es una película que después de tanto tiempo sigue teniendo verdadero impacto en el espectador. Lo que días antes de su estreno parecía otro thriller americano más del montón, acabó por revolucionar el género influenciando a muchos autores posteriores. Película desoladora que cada vez que vemos tenemos esperanza de que termine de manera distinta, pero no, sus personajes siempre terminan igual dejando un nudo en el estómago de los espectadores.