La gran enfermedad del amor‘ (The Big Sick), el nuevo trabajo de Michael Showalter nos presenta la historia de Kumail (un inmigrante paquistaní en busca del sueño americano) y Emily (una estudiante de psicología con grandes ambiciones). Tras un encuentro que se preveía como algo casual entre ambos su relación comienza a avanzar, chocando la vida de ambos personajes por las diferencias sociales y círculos cercanos que les envuelven.

Kumail (Kumail Nanjiani) representa la parte más arraigada y costumbrista de la religión, acosado también por una familia que no le permite perseguir sus sueños, si no que abusan de su propio criterio intentando imponerle lo que creen que es mejor para él, dejando al margen su propia opinión e infravalorando notablemente cualquier ilusión del mismo. Emily (Zoe Kazan) representa al perfil de hija única por unos padres que le permiten ser ella misma, impulsada a encontrarse tanto a sí misma como a su vocación. Dos perfiles totalmente parecidos en la esencia, pero rodeados de un círculo familiar y personal tan complejo y diferente que es inevitable que choquen al entrelazar la vida de ambos.

Bajo esta premisa comienza un intento de crear una simbiosis entre una comedia romántica de tono indie y un drama social acerca de las diferencias culturales, sociales y de otras diversas índoles que siguen envolviendo a la sociedad a pesar de estar inmersos en pleno siglo XXI y de creer que seguimos en constante evolución.

La gran enfermedad del amor‘ posee una ligera fluidez y diversión en el tramo inicial, pero comienza a perderse en un acto reiterativo de secuencias y repeticiones de guion que no llevan a ninguna parte. Intentando así mismo realizar una crítica constructiva hacia el miedo al compromiso y la fortaleza que intentamos mostrar en las primeras de cambio al conocer a nuevas personas cae en los clichés de las comedias románticas al uso a las que estamos demasiado acostumbrados. Quizá dándose cuenta de este hecho, la cinta promueve una serie de giros de guion y de cambios en el tono de la misma que dirigen al espectador a un conjunto de argumentos que no dejan claro hacia qué cimiento argumental se quiere inclinar la misma, sin querer profundizar y arriesgar sobre una tesis que aclare un mensaje concreto, independientemente de la calidad del mismo.

En resumen es una cinta que quizá podía haber dado más de sí, con un tono más humilde y centrándose en concretar más el desarrollo de los personajes o una evolución de los mismos, promoviendo una mayor fluidez narrativa como ocurre en películas como ‘Like Crazy‘ (Drake Doraemus, 2011).

Se denota un buen potencial tanto en el guion como en la ejecución, ya que posee secuencias y momentos agradables, pero peca de un exceso de soberbia y cobardía en ciertos momentos que producen un sentimiento de frustración ante una cinta que podría haber inspirado mucho más al público general al que está enfocado, ya que atravesamos un momento en el que las tecnologías y las redes sociales hacen olvidar la importancia y belleza que tiene conocer a las personas tal y como son.

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