
Cualquier cinéfilo que se precie es consciente de que alzarse con la Palma de Oro en el festival de Cannes supone recibir el galardón más importante del año en el mundo del cine. Un festival que posee una gran heterogeneidad en su palmarés, premiando (normalmente) a películas que luego son el centro de un eterno debate sobre la grandeza o no de las mismas. Y ‘The Square‘ será un gran ejemplo de ello.
Tras las controvertidas ‘Fuerza Mayor‘ y ‘Play’, el director sueco Ruben Östlund profundiza en su nuevo trabajo en ridiculizar al ser humano hasta el más profundo de los excesos. Y, debido a ello, se convertirá en un nuevo ejemplo de una película de contrastes: no dejará indiferente a nadie.
Este nuevo ejercicio de escasa filantropía (por ser optimista) comienza siguiendo a Christian, el conservador jefe del museo de arte moderno de Estocolmo mientras comienza, con su equipo, a idear y diseñar la campaña de marketing y promoción de una nueva exposición en el mismo. A partir de aquí comienza un juego de espejos en el que Östlund enfrenta al espectador a múltiples situaciones de alarma social, de humor negro y una infinita serie de variables que promueven no solo una alta crítica a la indiferencia social, sino a la cobardía humana, la falta de valor, de empatía, moralidad y respeto hacia el prójimo por parte de los protagonistas de la cinta. Buscando reflejar al espectador en la propia película y haciéndole remover tanto sus principios como proponerle un profundo cuestionamiento moral hacia la forma en la que este se relaciona con el mundo.
La película se recrea constantemente en una serie de secuencias que intentan catalizar dicho mensaje y planteamiento, lo cual generará un profundo rechazo o una gran admiración, pues la falta de fe en la humanidad por parte del director se plasma durante toda la película, lo cual no es fácil de digerir, ni susceptible de una asimilación instantánea. Hablamos de un retrato subjetivo y generalista de las clases medias y altas, de la burguesía moderna, el egoísmo y el egolatrismo crónico. Un retrato profundamente particular que ridiculiza la pretensión del arte moderno como la del instinto de supervivencia.
‘The Square‘ se plantea como un propio museo de las vanidades en el que se busca de forma excesiva y maquiavélica enfrentar a la sociedad a sí misma y a todo lo que no deseamos ver, tanto de nosotros mismos como de lo que nos rodea. Y es el propio maquiavelismo de la cinta el que pone entre la espada y la pared tanto al propio espectador como a la impresión del mismo sobre ella. Ruben Östlund busca de una forma tan directa enviar un mensaje crítico que no solo justifica sus propios medios para llegar a dicho fin, si no que los explota de paso en pro de alcanzar una terrible simbiosis a la hora de trasladar su mensaje.
Una película que generará admiración y desprecio a partes iguales, pero en la que por desgracia se refleja una parte de la sociedad que es igual o peor que la representada en la cinta. Una película que no ansía remover conciencias o inspirar moralidad, sino retratar la vanidad humana de la sociedad actual y enfrentar a la misma a este concepto como castigo de su comportamiento.