A lo largo de la historia del cine ha habido ciertos protagonistas con los que el público ha tenido dificultades para identificarse, ya sea por una razón o por otra. Aun así, el guionista y director Paul Schrader dijo en cierta ocasión que el espectador después de pasar cincuenta minutos observando al personaje principal, acaba empatizando con él. Es el caso del personaje de Joe (Joaquin Phoenix) en el thriller ‘En realidad, nunca estuviste aquí’ (2017), de Lynne Ramsay.

El filme nos cuenta la historia de Joe, un ex veterano de guerra que vive atormentado con los fantasmas de su pasado. Su principal trabajo consiste en rescatar a mujeres que son explotadas sexualmente. La vida de éste dará un giro de 180º grados cuando tenga que salvar a la hija menor de edad de un político importante.

El personaje de Joaquin Phoenix sale en cada una de las escenas que conforman los 85 minutos de duración de la película. Es un personaje atormentado, que tiene recuerdos que lo torturan psicológicamente y que hacen que intente suicidarse cada vez que tiene oportunidad. Aunque parezca imposible, el espectador termina empatizando con el personaje y queriendo que éste cumpla sus objetivos.

A través de Joe se nos presentan la soledad y los fantasmas de su pasado. Los recuerdos que tiene acerca de su niñez ya nos ponen en contexto de la infancia dura que pasó con su padre. Además, se hacen patentes las secuelas que le dejó haber participado en una guerra. Recuerdos crudos circulan aún por su mente a pesar del paso de los años. Es inevitable poner la película en relación con ‘Taxi driver’ (Martin Scorsese, 1976) donde también se refleja la inadaptación social de un veterano de guerra.

Lynne Ramsay hace patente está desconexión social a través de planos donde la cámara nos aleja del personaje, poniendo obstáculos entre él y nosotros. La ciudad queda plasmada como un ente que oprime al personaje mediante la repetición de encuadres donde predomina la urbe y los sonidos ensordecedores que origina. Las escenas donde Joe está en una estación de tren, que recuerdan, salvando las distancias, a ‘Hot fuzz’ (Edgar Wright, 2007), subrayan la idea que estamos sosteniendo.

Otro elemento clave de la cinta es la música compuesta por Jonny Greenwood. Imprime a las escenas una carga emocional haciendo que hablen por si solas sin necesidad del diálogo de los personajes. Esto nos hace recordar a la obra maestra de Nicolas Winding Refn, ‘Drive‘ (2011). Mismamente, los personajes principales de ambas tienen muchas similitudes.

Pero si hay algo absolutamente rompedor en ‘En realidad, nunca estuviste aquí’ es, sin duda, el tratamiento espacial y sonoro con el que se ejecutan ciertas secuencias como las que nos sitúan en un club y en una mansión. En la primera, a través de un juego de cámaras de video vigilancia el tiempo fluye cara atrás y cara adelante mientras que asistimos a una de las escenas más violentas del filme. Esto no resulta tan duro para el espectador debido al excelente trabajo de dirección llevado a cabo.

La nueva película de Lynne Ramsay es una patada directa al estómago. Sus personajes fríos te atrapan en la atmósfera que desprende la cinta a través de la abundancia de primeros planos, detalles, y el uso emotivo de la música. Sus recuerdos a otros filmes del género como los ya anteriormente citados o ‘The driver’ (Walter Hill, 1978) y sus guiños a clásicos como ‘Psicosis’ (Alfred Hitchcock, 1960) hacen que sea una pieza totalmente disfrutable para cualquier cinéfilo.

Hacen falta más filmes dirigidos por mujeres. Ellas son capaces de aportar puntos de vista totalmente nuevos a historias que ya han sido contadas anteriormente. Ramsay, con ‘En realidad, nunca estuviste aquí’, se consagra como una de las grandes directoras de nuestro tiempo. De visionado obligatorio.

 

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