
‘Call me by your name‘, la nueva película de Luca Guadagnino, es una adaptación cinematográfica del libro homónimo escrito en 2007 por el escritor de origen egipcio André Aciman. La historia transcurre durante el verano de 1983 en el norte de Italia, donde Elio Perlman (Timothée Chamalet), un chico de 17 años, pasa los días en la villa familiar del siglo XVII tocando música clásica, leyendo y disfrutando de la vida. Un día, Oliver (Armie Hammer), un investigador americano llega para ayudar al padre de Elio como becario durante el verano. En medio del soleado esplendor de este marco, Elio y Oliver descubrirán la embriagadora belleza del despertar sexual a lo largo de un estío que cambiará sus vidas para siempre.
‘Call me by your name‘ viene a cerrar una trilogía de Guadagnino basada en el deseo, junto a ‘Yo soy el amor’ y ‘Cegados por el sol‘. En las anteriores películas el deseo conducía a la posesión, el remordimiento, el desprecio o la necesidad de liberación. Sin embargo, en ‘Call me by your name’ deja de lado acontecimientos oscuros para centrarse en otros de esperanza y profundidad explorando un idilio de juventud que bebe de fuentes como Eric Rohmer o Bernardo Bertolucci.
La experiencia cinematográfica no puede ser más gratificante. Evoca vívidamente la sensación de un verano italiano, lleno de vueltas en bicicleta, baños de medianoche, música y arte, exquisitas comidas bajo el sol y el despertar pasional de un chico de 17 años. La película logra transmitir de una manera que muy pocos filmes han conseguido la sensualidad, sexualidad, erotismo y ansiedad que causan el primer amor.
En el guión se nota la sensibilidad de James Ivory al abordar el drama romántico. No en vano, el director estadounidense realizó con maestría ‘Maurice‘ en 1987, la adaptación cinematográfica de la novela de E. M. Forster donde dos chicos tienen que ocultar su amor por los prejuicios de la sociedad británica de principios del siglo XX. Es reseñable que, mientras ‘Call me by your name’ es una adaptación literaria, en mucha parte de la película no se habla. Una película que celebra el subtexto y donde mucho puede ser deducido solo con mirar. Aunque hay diálogos extraordinarios como el que mantiene Elio con su padre cerca del final.
Impresionante el trabajo del joven actor neoyorkino Timothée Chamalet en la película. Toca el piano, la guitarra y habla hasta en italiano con una naturalidad nunca vista antes en el cine reciente. Una convincente interpretación merecedora del Oscar y demás premios, y que le ha valido para que Woody Allen se fije en él para su próxima película.
La intimidad y la química de Elio y Oliver es tan evidente en la pantalla. Una profunda conexión difícil de explicar. Asimismo el ritmo medido de Guadagnino es la clave para involucrarse con todos los sentidos. El director logra con maestría bajar el ritmo narrativo para que experimentemos todo, el olor, el sonido, el tacto, el sabor. Cuando realmente conectamos con todas esas cosas sentimos de verdad la esencia de la historia y es entonces cuando eres consciente de haber contemplado una obra maestra difícil de olvidar.
Con movimientos simples de cámara y dedicado a una dirección de actores impecable todo el abanico de sentimientos y declaraciones de amor evolucionan como una expresión muy madura en la película. En la famosa escena del melocotón, el cineasta italiano nos muestra cómo el erotismo puede ser utilizado para reflejar la vida interior de los personajes.
Nos sentimos bañados por el sol gracias a una maravillosa fotografía que esculpe la luz de manera artesana. La banda sonora del cantante y compositor americano Sufjan Stevens tiene una profundidad y está llena de la melancolía y belleza que emana la historia. Su música es muy evocadora. “Visions of gideon” (la canción de los créditos) te deja atrapado en la butaca.
‘Call me by your name‘ será aclamada rápidamente como un clásico moderno del cine sobre el primer amor, y será alabado a partes iguales tanto por su erotismo como por el gran impacto emocional que transmite. Una película que trasciende y va más allá de un simple amor de verano donde la melancolía se apodera y se aferra a nosotros para sentir algo trascendental y profundo con el sufrimiento del personaje. Pocas veces el cine es un regalo, en esta ocasión lo es.