‘El sacrificio de un ciervo sagrado’ es la última película de Yorgos Lanthimos, un director que no solo es un referente actual en el cine independiente, sino quizás el mayor referente en cuanto a pérdida de fe en el ser humano se refiere. Desde una cuestión totalmente objetiva y sin entrar en un trasfondo existencialista en cuanto a su cine, no cabe ir más lejos de su anterior trabajo (‘Langosta‘) para observar dicha afirmación.

Tras hacernos viajar a una sociedad distópica en su anterior trabajo, el director griego cambia por completo de registro en su última cinta. Y quizá aquí reside una de las grandes virtudes del mismo, pues sorprende la facilidad con la que es capaz de crear una atmósfera absolutamente terrorífica después de habernos dado un paseo por un futuro surrealista y confuso en su última película.

Bebiendo e inspirándose de la mejor forma posible de grandes maestros como Stanley Kubrick, Lanthimos sumerge al espectador en un ejercicio de terror absoluto, impulsado por una dirección sublime en pro de dirigir por completo al mismo a una contextualización sobre el mito griego de Ifigenia y Agamenón. Catalizando el mismo a través de una familia de clase alta americana que se verá involucrada en una vía sin salida. Un viaje sin retorno en el que el principal catalizador es un profundo estudio sobre los actos cometidos y las consecuencias de los mismos.

A diferencia de ‘Langosta’, en la que existían dos tramos totalmente diferenciados, Lanthimos opta en esta ocasión por seguir un desarrollo argumental totalmente lineal, pero que envuelve todos sus componentes en un único conjunto para ir desembocando en cada fotograma en un perfecto y completo ejercicio de claustrofobia cinematográfica. Cimentado no solo por las grandes actuaciones de sus protagonistas, si no por un enfoque fotográfico y una composición sonora que evocan a los más profundos temores tanto fuera como dentro de la pantalla de cine.

El sacrificio de un ciervo sagrado‘ no solo es una actualización de un mito griego, es un profundo ejercicio de tono existencialista que analiza los mundos que se crean después de los actos cometidos. De sus consecuencias. De sus culpables. De los costes emocionales y las consecuencias para sus víctimas. Es un terrible retrato de la venganza, el rencor y el odio más arraigado. Una sensacional y subjetiva tesis en la que el autor nos traslada su perspectiva de los comportamientos del hombre en situaciones concretas que bailan en la delgada línea de la supervivencia.

Poseyendo algunas de las secuencias más terribles de los últimos tiempos, pero rodadas con una inteligencia veraz y necesaria, la película en su conjunto se convierte en un viaje al abismo de la crueldad, de la supervivencia, de la falta de orientación en la brújula de la moralidad y de la tragedia que todo ello conlleva. Y ésta no es otra que la del sufrimiento y la aparición de la más auténtica, rabiosa y triste de las maldades posibles.

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