
Loveless, la nueva película del director ruso Andrey Zvyagintsev (‘Leviatán’), ganadora del Premio del Jurado en la pasada edición del Festival de Cannes, es un duro retrato de la sociedad contemporánea. Zhenia (Mariana Spivak) y Boris (Alexéi Rozin) son un matrimonio que se está divorciando. Ambos tienen nuevas parejas e intentan reorientar su vida. Su hijo de doce años, Aliosha (Matvéi Novikov), supone una carga para ellos, ninguno quiere hacerse responsable de él. Hasta que un día desaparece sin dejar rastro.
Cuando salí del cine sabía que estaba ante una película perfecta de principio a fin, tanto en el apartado técnico como narrativo. Los encuadres, los movimientos de cámara, el tempo, la iluminación y los escenarios cobran todo su sentido en beneficio de un relato que nos habla de la deshumanización en la época posmoderna.
La secuencia de apertura es una declaración de intenciones. Se trata de una serie de planos generales que nos muestran un río rodeado de árboles desde diferentes perspectivas. La nieve cubre todos los espacios dotándolos de su color blanco característico. Se traslada al espectador una sensación de frío en consonancia con la historia que está a punto de presenciar.
Zhenia y Boris son dos personajes definidos por su extrema individualidad. Después de doce años de matrimonio no queda ningún resquicio de amor entre ellos. Ambos intentan rehacer su vida con sus nuevas parejas. Ella con un hombre de clase alta que tiene una hija, y él con una mujer más joven con la que espera un nuevo hijo.
Durante la primera parte de la película, Zhenia vive pegada a su teléfono móvil. Le presta más atención a él que al resto del mundo que la rodea. Todos sus movimientos, por mínimos que sean, los comparte en las redes sociales. Por medio de sus acciones se plantea una crítica al consumo abusivo que se hace de las nuevas tecnologías en nuestros días, lo que a su vez sirve como reflejo de la realidad en la que habitamos.
En uno de los momentos clave de ‘Loveless‘, después de una escena de sexo rodada con maestría, ella le confiesa a su nuevo novio que nunca ha querido a nadie a excepción de su madre cuando era pequeña. En ese instante comprendemos la falta de afecto y amor que ha experimentado durante toda su vida. La oscuridad de la habitación, sus rostros ensombrecidos y la predominancia de colores fríos no hacen sino remarcar las carencias personales de Zhenia.
Otra escena sexual, de Boris con su pareja, vuelve a servir como pretexto para ahondar en el vacío de las personas. Ella teme que la relación entre ambos termine como el anterior matrimonio de Boris. Tiene dudas acerca de si él la quiere. Todo se vuelve a representar con la ausencia de luces donde predominan colores apagados.
La falta de interés de las personas hacia la gente de su alrededor, a menos que éstos tengan algo que ofrecerle a las primeras, se articula como el tema central de la película. Habitamos en un mundo donde los individuos sólo se preocupan por si mismos, donde prima una extrema individualidad y esa idea impregna cada secuencia. Zvyagintsev ya había reflexionado acerca de la sociedad contemporánea en ‘Leviatán’ (2014) aunque focalizando más su discurso en una crítica a la corrupción de las instituciones políticas y religiosas.
En contraposición al dúo protagonista tenemos el grupo de búsqueda encargado de la desaparición de Aliosha. Los miembros del colectivo están prestando ayuda a una causa que no los beneficia a ellos personalmente, no van recibir nada a cambio. Este tipo de actitud se formula como solución para terminar con la deshumanización de las personas en el mundo actual.
Los escenarios y el clima se relevan como un personaje más del filme. La película se desarrolla en el paso del otoño al invierno convirtiéndose así en una metáfora del carácter frío y decadente de la historia. Los bosques, las casas abandonas y los vastos paisajes remarcan la soledad que la película imprime en cada uno de sus planos. Especial interés tienen los árboles, que aluden simbólicamente al hijo desaparecido.
Como comentábamos superficialmente en los primeros párrafos, todos los elementos se ponen al servicio de un relato a cada paso menos esperanzador. La banda sonora es memorable, otorgando y dando significado a las escenas. El ritmo lento hace que podamos apreciar cada detalle. El predominio de colores y luces frías remarca las personalidades de los protagonistas. Los movimientos de cámara están estudiados al milímetro. Los escenarios están caracterizados como un personaje más. En ‘Loveless’, todos las partes contribuyen a su perfección.
La estructura circular de la película está ejecutada de manera brillante, y sirve para subrayar la degradación que se va originando a lo largo del metraje: La entrada del colegio donde al principio del filme veíamos a una aglomeración de estudiantes ahora está vacía, el bosque donde Aliosha caminaba ahora está desierto. La cámara deambula por los mismos lugares remarcando la ausencia de vitalidad, intentando establecer una comparativa entre espacios vivos y espacios muertos.
‘Loveless‘ es una obra maestra que tiene a ‘Secretos de un matrimonio’ (1973), la serie dirigida por el inigualable Ingmar Bergman, como principal inspiración y referencia en palabras de Zvyagintsev. Es, sin duda, la mejor película que he visto este año. Una película desoladora que sacude al espectador a cada instante. Pasará tiempo hasta que vuelva a ver algo tan verdadero.
Leo tu crítica después de ver la película, y no puede ser más exacta. El director pudo plasmar la visión perfecta de la sociedad, y en este caso un matrimonio roto y el desinterés y desamor por un hijo.