Hace ya quince años que se estrenaba ‘Lost in translation’ (2003), película dirigida por Sofia Coppola, la recién ganadora del premio a mejor dirección en la última edición del festival de Cannes por ‘La seducción’ (2017). Todavía a día de hoy son múltiples las personas que descubren este filme por primera vez y lo recomiendan, y es que puede presumir de no haber envejecido ni una pizca a lo largo del tiempo. Ello se debe a que la temática de la cinta sigue siendo de máxima actualidad en nuestros días.

Bob y Charlotte

Uno de los grandes aciertos de ‘Lost in Translation’ son sus dos personajes principales. A través de ellos, de sus vidas, y de sus pensamientos, Sofia Coppola supo comprender y reflejar los sentimientos de gran parte de la generación de comienzos del siglo XXI.

Bob Harris, un actor cuyo momento de esplendor ha pasado, se encuentra en Tokio haciendo sesiones fotográficas para una campaña promocional de la marca de whisky Suntory. No está muy satisfecho por ello pero le pagan bien. Su matrimonio no va mucho mejor. Las conversaciones que mantiene con su mujer (todas a través de medios de comunicación) acaban siempre en reprimendas o subrayan el vacío que hay entre ambos.

Por otra parte, Charlotte es una chica que acaba de terminar la carrera de Filosofía pero no sabe hacia donde orientar su vida. Se encuentra también en Tokio porque está acompañando a su novio, John (Giovanni Ribisi), quien no tiene tiempo para pasar juntar a ella debido a que su trabajo como fotógrafo lo mantiene totalmente ocupado. Su relación tampoco va bien.

La película centra el grueso de su historia exclusivamente en estos dos personajes. El resto de personalidades con las que interactuen a lo largo del metraje las iremos presentando a través de nuestro análisis.

Puesta en escena, puesta en cuadro e individualismo

Los primeros minutos de ‘Lost in Translation’ sientan las bases en las que se va a apoyar todo el filme. Bob Harris, un actor que tuvo fama hace años, llega a Tokio (Japón), para realizar una serie de sesiones fotográficas para una marca de whisky. Bob viaja en una limusina que lo transporta al hotel. Las fachadas de los edificios están diseñadas con carteles publicitarios luminosos. En uno de ellos, Harris posa junto a un vaso de whisky. Esta escena que a priori puede parecer banal alcanzará su total significado en el final de la película.

Al llegar al hotel, después de ser recibido por un grupo de cinco tokiotas, entrará en el ascensor. En un plano de conjunto vemos al protagonista en el medio del encuadre rodeado de japoneses. Él viste de negro y ellos de gris. El mismo color de la vestimenta del grupo remarca su carácter homogéneo, privándolos de su individualidad. A su vez, los colores apagados serán propios de la vestimenta de Bob a lo largo del metraje.

El bar del hotel es uno de los lugares más recurrentes del filme. Bob, sentado en una gran mesa rectangular, es reconocido por dos admiradores. Del plano medio del primero pasaremos al plano medio de los segundos a través de un movimiento panorámico. El actor no se siente muy cómodo y eso se refleja a través de la puesta en cuadro, mostrándolos siempre en encuadres separados.

Otro mecanismo para transmitir el estado de ánimo son los movimientos de la cámara. Cuando Bob acuda a su primera sesión fotográfica, destaca el carácter violento de las instrucciones del fotógrafo japonés. La escena se plantea con movimientos bruscos de cámara, que contrastan con la suavidad de los anteriores planos de la cinta, remarcando el nerviosismo de la escena. Se plasma aquí también el no entendimiento entre la cultura estadounidense y la tokiota.

Lost in Translation (2003) dirigida por Sofia Coppola
Bob Harris (Bill Murray) hablando con su mujer por teléfono en una escena de «Lost in Translation».

Por otra parte, se nos presenta al personaje de Charlotte. Está acompañando a su novio John (Giovanni Ribisi) que tiene que estar en Tokio por trabajo. Pasan poco tiempo juntos debido a la sobreabundancia de tareas que él tiene que realizar. Cuando ella se viene abajo y llama a una amiga suya para intentar contarle cómo se siente, la cámara la encuadra de perfil y debido al teleobjetivo con el que está filmada se produce una sensación de distanciamiento entre el espectador y ella, para proporcionarle un espacio donde poder desahogarse, aunque no lo hará.

Tanto el personaje de Bill Murray como el de Scarlett Johansson pierden su tiempo sin hacer nada. A ella la vemos tumbada en su cama sin saber qué hacer, sin realizar tareas en su tiempo libre. Tan sólo pone algún que otro accesorio en la habitación. Tanto el hombre como la mujer sobrellevan un vacío existencial en su día a día. No sólo están perdidos en un país extranjero- el título ‘Lost in translation’ es muy significativo- sino que también lo están en sus vidas. No es sólo el leiv motiv de esta película ya que Sofia Coppola volverá a explorarlo en ‘Somewhere’ (2010).

Este vacío proviene en parte de la oxidada relación con su pareja. De hecho, la puesta en cuadro se encarga de mostrarlos en encuadres diferentes, subrayando así la distancia entre ambos incluso en un espacio tan pequeño como es su habitación.

En la segunda sesión de fotos de Bob se subraya nuevamente la idea de no entendimiento entre los personajes de distintas culturas- la tokiota y la estadounidense- pero también entre dos personas que son incapaces de comunicarse. Es algo que se repite durante todo el filme hasta que Harris y Charlotte se conocen. Esta situación que primeramente se plantea en clave de comedia (a través de las dos sesiones) se convertirá más tarde en un elemento dramático.

Pero Charlotte se siente igual en su vida diaria. Ella se pasa el día metida en su habitación mientras que su marido está trabajando. La habitación está desordenada al igual que su estado ánimo. Por lo tanto, Sofia Coppola hace uso de las localizaciones para reflejar los sentimientos y emociones de los diferentes personajes.

Cierta noche en la que ambos personajes no pueden dormir debido al insomnio que padecen (en la escena en la que nos presentan a la chica ya la vemos dando vueltas en la cama) coinciden en el bar. Es significativa la puesta en cuadro debido a que ambos aparecen en un mismo encuadre al contrario que cuando ella se encontraba con su marido. Se transmite así que la chica tiene más afinidad con una persona que acabar de conocer que con una persona con la que lleva viviendo bastante tiempo. Aunque la escena está mayormente planificada con contraplanos, llama nuestra atención el plano frontal de conjunto donde Charlotte está a la izquierda, Bob a la derecha y entre ellos dos hay un espacio vacío. Tiene más confianza en él que en su marido pero la relación aún no ha sido consumada por completo.

Unos días más tarde, John vuelve de trabajar en plena noche. Charlotte sigue sin poder dormir mientras que mira por la ventana. Él le dice que está muy cansado pero que va a reunirse con una amiga suya, Kelly (Anna Faris), para hablar de una sesión de fotos. Ella dice que lo acompañará pero a él no se le ve muy contento. La oscuridad de la habitación y la luz fría de la noche no hace sino subrayar el estado fatídico de la relación entre ambos. Observábamos antes como un escenario podía transmitir emociones, ahora vemos que también puede hacerlo determinado momento del día.

Lost in Translation (2003) dirigida por Sofia Coppola
Bob (Bill Murray) y Charlotte (Scarlett Johansson) en una escena de «Lost in Translation».

Otra noche que Bob y Charlotte no pueden dormir, ven la tele juntos y finalmente se recuestan en la cama y empiezan a dialogar. Hablan acerca de las oportunidades de la vida y del matrimonio. Tienen pensamientos pesimistas y nostálgicos hacia épocas pasadas donde todo era mejor. Se remarcan aquí los temas principales del filme: la soledad, el pesimismo de que el tiempo no mejora las cosas, el individualismo, el aburrimiento, y la falta de afecto, entre otros.

En los minutos finales de la película, Bob, solo en un taxi, vuelve desde el hotel al avión que lo llevará hasta su casa, mientras que Charlotte, después del último encuentro entre ambos, se pierde entre la multitud. El carácter circular de la obra nos transmite la idea de que nada ha cambiado, de que todo sigue igual y los personajes están abocados a la infelicidad en sus vidas.

Escenografía y colores que subrayan la idea de Lost in Translation

Una de las diferencias entre un buen y un mal director, es que el primero utiliza todos los elementos que tiene a su disposición para dotarlos de un significado que se vincule con la idea en la que se fundamenta la película A lo largo del discurso de ‘Lost in translation’, determinados objetos y prendas de vestir se proponen como elementos narrativos que nos aportan información acerca de los distintos personajes que habitan la pantalla, enriqueciendo así la historia.

Volvamos al comienzo del filme. Cuando Harris llega al lugar de alojamiento es recibido por un grupo de cinco tokiotas. Cada uno le entrega su respectiva tarjeta de presentación diciéndole que contacte con ellos para lo que necesite. Recibe, además, un telegrama de su esposa donde descubre que se ha olvidado de felicitar a su hijo el día de su cumpleaños. Por una parte tenemos las tarjetas de presentación que nunca serán utilizadas por el actor y que ponen de manifiesto su carácter solitario, y por otra parte el telegrama (y todos los mecanismos de comunicación) que veremos más adelante.

En su habitación lo vemos sin hacer nada, sentado en la cama, viendo la televisión. El televisor será uno de los elementos clave de la película, apareciendo en varias ocasiones. Se puede vincular con el hábito de la procrastinación en detrimento de realizar actividades que aporten experiencias a la vida de los protagonistas.

Se vuelve a remarcar el carácter solitario de Bob en esa escena donde desayuna en una estancia totalmente blanca y él viste un traje negro. Los colores totalmente opuestos en la escala cromática nos hacen pensar, debido a lo que llevamos de metraje, que la vestimenta del hombre remarca su personalidad fundamentada en el abandono, en la renuncia y el rechazo hacia su persona.

Por otra parte, es significativo que en determinado punto de la película, Charlotte deje su cuarto atrás y se dirija a un centro donde mujeres japonesas cuidan flores. Esto nos recuerda el momento en que ella intentó llamar a su amiga para decirle que no había sentido nada cuando vio una ceremonia en un templo. Ella está interesada en hacer nuevas cosas en su vida y de integrarse en la cultura tokiota. Ese será el primer paso, a través del cuidado de una flor.

Cuando Charlotte y John se encuentran con Kelly en el bar, se contrastan los colores de la vestimenta de ella con la del resto de los personajes. El llamativo lila de su blusa llama la atención en contraposición del resto de colores apagados como el blanco o el negro. Esto ya pasaba en el primer encuentro con ella, donde vestía una prenda de un intenso color rojo. Es curioso que los personajes que visten con colores más alegres sean representados a través de su comportamiento como personas infantiles. Más adelante, cuando Harris asista a un sobresaturado y colorido programa de televisión, vemos como tanto el espacio como el presentador vuelven a ser caracterizados como personajes irritables.

Lost in Translation (2003) dirigida por Sofia Coppola
La importancia de las fotos en «Lost in Translation» dirigida por Sofia Coppola.

Es digno de mención también que en la primera cita de Charlotte y Bob donde planean visitar clubes de Tokio, él aparezca con una camiseta naranja, amarilla y negra muy llamativa. Debido a su manera habitual de vestir interpretamos esto como un paso para dejar atrás los colores apagados que lo caracterizaban. Pero en el último momento, le dará la vuelta su camiseta para que los colores no reluzcan tanto, además de poner por encima una americana negra.

Cuando estén de fiesta cantando en un karaoke, destaca el momento donde los personajes principales abandonan la sala en la que se encuentran el resto de personas. En un plano general de un pasillo, observamos a Charlotte con una peluca rosa, fumando, sentada en un banco. La película vuelve a romper los colores apagados con los que se suelen vestir. Bob entrará en la estancia y se sentará su lado. Pasaremos entonces a un plano medio de conjunto donde ambos estarán pegados el uno al otro, y ella apoyará su cabeza en el hombre de él. Vemos físicamente la unión que existe entre ambos, rellenando ese espacio vacío que había en su primer encuentro nocturno del bar.

Al llegar al hotel, Harris llamará a su esposa. La cámara se mueve libremente en un travelling en el cual primeramente se muestra el suelo de la habitación donde se encuentran las muestras de color para el estudio -objeto que le ha enviado su mujer al comienzo de la cinta, y parece tener más importancia para ella que su propio marido- para seguir su recorrido por el cuerpo del personaje hasta detenerse en su cara. No tienen una conversación feliz, ni la tendrán. Días más tarde, mientras que él se está bañando y hablando por teléfono mostrarán dudas acerca de su relación, pero no le darán importancia. Los telefaxes que se envían entre parejas, ya sea ésta o la de Charlotte y John, así como las llamadas telefónicas, remarcan la distancia que hay entre ambas personas. Los medios de comunicación se convierten, por lo tanto, en un elemento distanciador, incomunicador.

Sin duda, otro objeto central son las fotos. En determinado momento de ‘Lost in Translation’, Charlotte se pondrá a ver antiguas fotografías donde él y su marido estaban felices. Esto contrasta con su situación actual donde están muy distanciados. Las imágenes, por lo tanto, actúan como elemento nostálgico. También Bob mirará unas fotos de Charlotte que se habían tomado durante una de las fiestas a las que asistieron, dándose cuenta de la relación que se ha afianzado entre ambos.

En otra escena, cuando los dos protagonistas están en la calle verán pasar un camión cuyo diseño muestra el cártel publicitario del whisky Suntory donde aparece el protagonista masculino. Bob no muestra demasiada felicidad ante ello, aunque le pagan bien no es algo de lo que esté verdaderamente orgulloso, como ya lo apreciábamos en la escena de la sesión de fotos.

Charlotte, siguiendo su camino de intentar hacer cosas en Japón en vez de quedarse en su habitación, realiza una escapada a un templo japonés donde pone un omikuji en un árbol. Se trata de un papel que predice el futuro y la fortuna. Mientras que antes no había sentido nada al entrar en un templo, ahora intenta participar de sus costumbres, tener algo a lo que atenerse. Es significativo a su vez que, desde la lejanía, observe una celebración matrimonial. Le hace creer en que aún queda esperanza en su relación.

Además de todo lo descrito, hay una escena en donde el espectador sabe lo que ha pasado debido a los elementos de atrezzo. Cierta noche, Bob charla con la cantante del bar del hotel. A la mañana siguiente, al despertarse, hay desayuno servido en una mesa y un sujetador al lado de ésta. Gracias a estos elementos podemos intuir que no está solo en la habitación y que mantuvo relaciones sexuales la noche anterior.

‘Lost in Translation’ supone una reflexión acerca de la sociedad de nuestra época, una sociedad donde el individuo está cada vez más desahumanizado e individualizado, suponiendo así el retrato de una generación. Sofia Coppola se valió de los diferentes elementos técnicos y artísticos anteriormente descritos para reflejar las ideas expuestas en el guion que ella misma firma. Una película que sigue de máxima actualidad quince años después de su estreno debido a que no hemos cambiado tanto desde entonces.

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