Francia, verano de 1891. El joven Armand recibe una carta de su padre, el cartero Joseph Roulin, para entregarla en mano en París al hermano de su amigo Vincent Van Gogh. Pero en París no hay rastro de Theo, del que cuentan que murió poco tiempo después de que su hermano Vincent se quitara la vida. Así comienza Loving Vincent, el primer largometraje animado realizado al óleo de la historia del cine.

Si esta película se hubiese limitado a ser un escaparate de las obras de Vincent Van Gogh, hubiera destacado igualmente. La animación de ‘Loving Vicent‘ es un prodigio técnico, fruto del trabajo de 125 pintores durante seis años para crear las 65.000 pinturas al óleo que servirían de frames, otorgándole la estética característica del artista holandés. Se usaron como referencias obras como Campo de trigo con cuervos, Retrato de Père Tanguy, La noche estrellada, Les Vessenots en Auvers, Terraza de café por la noche, El zuavo, La Mousmé o La iglesia de Auvers-sur-Loire, que pasan a integrarse en la animación de una manera completamente natural.

Pero es que además, ‘Loving Vincent’ no se limita a poseer una animación exquisita, cuyos precedentes bien podrían ser los cortometrajes del ruso Aleksandr Petrov (‘El viejo y el mar’, premiado con el Oscar en el 2000). No, también se esfuerza en ofrecer una historia, una trama de cómo el joven Armand Roulin se lanza, por encargo paterno, a la búsqueda de Theo Van Gogh, para entregarle la última carta que le escribió su hermano. Sus pesquisas le llevan a la región de Auvers-sur-Loire, donde intentará comprender las circunstancias que llevaron al genio a terminar con su vida, en extrañas circunstancias.

La odisea de Roulin por buscar un destinatario para la carta es una ventana abierta a la vida de una de los grandes artistas de la historia del arte, representante brillante del postimpresionismo, e icono de la cultura pop. A través de los testimonios de diferentes personajes integrados en la animación por rotoscopia (un cast sin grandes estrellas, siendo quizá los nombres más destacados los de Saoirse Ronan y Jerome Flynn) vemos diferentes facetas, como si viésemos por un caleidoscopio: el Vincent agresivo y errático, víctima de una enfermedad mental; el Vincent tranquilo y amable, incluso tímido; el Vincent temeroso de que sus problemas afecten a sus seres queridos; y el Vincent artista, capaz de ver la belleza en cualquier cosa, y plasmarla en el lienzo. Todas visiones incompletas, que integran la psique de un «loco de pelo rojo» despreciado por unos, admirado por otros.

Loving Vincent‘ ha logrado la nominación al Oscar en la categoría de Mejor Largometraje de Animación. Posiblemente no gane (el huracán ‘Coco‘ está ahí, y ya le arrebató el Globo de Oro), pero no merece caer en el olvido. Por su óleo, por su relato emocional, sus personajes carismáticos y, sobre todo, por acercarnos a una persona fascinante. Con sus contradicciones, sus luces y sus sombras, Vincent Van Gogh pudo inmortalizar la belleza de un campo de trigo al sol, o de una ciudad bajo las estrellas, y pocos han sido capaces de superarlo. Disfruten de un homenaje, realizado desde el cariño y el corazón.

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