
Hace 10 años, ‘Iron Man‘ se estrenó en cines de medio planeta y se convirtió en uno de los mayores éxitos del género de superhéroes hasta la fecha. Dicho filme cimentaría un universo cinematográfico conocido como MCU (Marvel Cinematic Universe) y cambiaría las reglas de Hollywood en materia de blockbusters y la creación de universos compartidos. Pero su triunfo no reside en ser la primera piedra de un proyecto ambicioso, sino una película que funciona de manera independiente y que nos regala a uno de los personajes más icónicos y populares del cine de superhéroes en toda su historia: Tony Stark.
Construcción de un héroe
Estamos acostumbrados en este género a películas de orígenes y al desarrollo de personajes en base a un objetivo: la aparición/creación del héroe. Muchos dan por hecho que la sección más interesante de un filme de superhéroes transcurre una vez los poderes o la tecnología son obtenidos. Y en muchas ocasiones estas historias imprimen un ritmo altísimo al primer acto de la película para alcanzar dicho punto. ‘Iron Man’ no muestra a nuestro héroe con su armadura hasta alcanzar la hora de película. Y me parece uno de sus grandes aciertos.
Jon Favreau utiliza la mitad de su filme para presentarnos a Tony Stark, perfilar su personalidad, destruir todo lo que le define y construir un arco narrativo coherente para que su alter ego no sea puro azar, sino fruto de un viaje emocional que cambie la perspectiva de su propia identidad. Me parece un ejercicio de síntesis espectacular y una base de enorme riqueza para que el propósito del personaje sea claro y poderoso.
‘Iron Man’ nos presenta a una persona tan brillante como arrogante y narcisista. No siente empatía por muchas de las personas que le rodean y su prioridad siempre reside en su propia satisfacción. En sólo 15 minutos de metraje ya conocemos todo lo que necesitamos saber sobre Tony Stark, y se sientan las bases por las que su secuestro funciona como detonante de su drástico cambio futuro.
El motivo de su captura es, cuanto menos, irónico. Un grupo de terroristas afganos le obliga a construir un nuevo tipo de misil que él mismo ha diseñado y que iba a reportarle numerosos beneficios a niveles tanto personal como empresarial. Además, Tony es alcanzado por un proyectil de su propia compañía, Stark Industries, dejándole moribundo y siendo salvado por Yinsen, un doctor que también se encuentra cautivo junto al propio Stark. Este segmento de la película es esencial, ya que nos muestra a un Tony frágil no sólo física sino emocionalmente. De repente se ve atado a una batería de coche para sobrevivir, y asimila con amargura la equivocada visión que tenía sobre su trabajo y su propia actitud. Yinsen funciona como catalizador de la humanidad escondida de Tony, y le ayuda a entender que, al ser despojado de su dinero y poder en una cueva mugrienta, sólo queda la persona y su conflicto moral evoluciona con fluidez y lógica.

Tony consigue comprender a fuerza de golpes que su empresa no sólo proporciona (de forma directa e indirecta) armamento al ejército estadounidense, sino a otros países que ansían su tecnología, y su fortuna se ha edificado a partir de la violencia y la sangre vertida en las calles de medio mundo. Esta “revelación” unida a la generosidad y bondad de Yinsen le ayudan a despertar y, en el fondo, a entender un mensaje ya presente en Spiderman (Sam Raimi, 2002): “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.” Además, a cierto nivel asistimos al mito de la caverna de Platón, y observamos cómo la salida de Stark de la cueva en la que se ve atrapado es una forma de alcanzar la luz, el entendimiento, dejando atrás la ignorancia a la que se veía sumido a lo largo de su vida. Obadiah Stane (Jeff Bridges) dice en un momento dado de la película: “El Tony que todos conocíamos se quedó en la cueva y nunca volvió.” Y a cierto nivel, tiene razón.
Iron Man y Robert Downey Jr.
La interpretación de este actor merece un segmento propio en la reseña. La carrera de Robert Downey Jr. ha sido una montaña rusa con unos picos de calidad sólo igualados por sus puntos más bajos. En el año 2007, Jon Favreau apostó por Downey Jr. para interpretar a Tony Stark, y aunque no fue fácil, finalmente el fichaje se hizo realidad. Y asistimos a una de las interpretaciones más icónicas y trascendentales del cine de superhéroes. Robert Downey Jr. abrazó el personaje de Tony Stark como si fuera parte de su propio ser, y en pantalla parece crearse una fusión inseparable que conecta a ambos de forma inevitable.
Downey Jr. aporta tal cantidad de matices y elementos a su personaje que lo vuelve suyo desde la primera escena y no lo suelta jamás. Se trata de una interpretación basada en experiencias propias, en comprender el funcionamiento de la mente de Stark como reflejo de sí mismo, y nos regala un festival de carisma tan arrollador que desarma toda concepción previa y prejuicio a su trabajo frente a la cámara. Pocas veces he visto tal magnetismo en pantalla en un blockbuster, y más aún tratándose de un actor de enorme talento, pero ni mucho menos una estrella al uso.
Tony Stark es un personaje tan interesante por sí mismo, que es capaz de sostener el 80% de la película sin armadura de por medio y fascinarnos de igual forma. El triunfo de esta película se basa en su absoluta confianza por el protagonista de la historia, y su capacidad para conectar con el público de manera visceral y no requerir de fuegos artificiales para convencer al espectador de que acompañe al héroe en su viaje. ‘Iron Man‘ es, probablemente junto a Batman Begins, la única película de superhéroes reciente que dedica la mitad de su metraje a construir contexto, conflicto, miedos y ambiciones de su protagonista y confiar en su éxito. Reconocer los valores del personaje y permitir al director y guionistas que ahonden en aquellos elementos que le definen, para que la recompensa posterior se sienta merecida. Y gran parte de ese mérito proviene del impresionante trabajo de Robert Downey Jr.
Personajes y espectáculo
Todos los elementos perfilados en la primera mitad del filme son apoyados en todo momento por los personajes de peso que orbitan en torno a Tony Stark. Por un lado, Pepper Potts. Se trata de la brújula emocional de la película, la encargada de mostrar al propio Tony que tiene corazón, aunque él mismo lo ignore. Es la persona que le mantiene con los pies en la tierra, le humaniza y vuelve más cálido y cercano. Tony es mejor no sólo por su evolución personal, sino por tener a Pepper a su lado.

Por otra parte, tenemos a Rhodey. Amigo fiel con una relación de amor-odio en la que Tony siempre sale ganando porque Rhodes ve en Tony algo que el propio Tony es incapaz de ver. Le admira porque reconoce su brillantez, y le estima porque en el fondo sabe que Tony le necesita, porque Rhodey es su brújula moral, el hombre recto y leal a pesar de todo. Además, de forma no tan obvia es un personaje que ancla a Tony con su propio pasado y le conecta con el plano militar. Romper relaciones con el ejército norteamericano supone un conflicto con el propio Rhodey, ya que su vida tiene un fuerte componente bélico que le define. No lo explotan del todo en la película pero se agradece que exista y lo muestren aunque no lo exploren en mayor medida.
Por último, la presencia de Obadiah Stane es otro de los elementos esenciales en la vida de Tony. No sólo es un antiguo amigo de su padre y ‘manager’ de su compañía, sino un mentor y figura paternal durante gran parte de su vida adulta. Stane es el contrapunto de Pepper y Rhodey en cuanto a su visión empresarial y ambiciones personales. Siente envidia y resentimiento por el propio Tony Stark ya que ansía el puesto que éste posee, y no quiere que el chaval de su amigo fallecido se entorpezca en su planes futuros. Permanece en la sombra como mentor de Stark, pero maneja los hilos a su antojo para alcanzar su objetivo final: sustituir a Stark como dirigente de Stark Industries. Se trata de un arquetipo muy habitual en este tipo de cintas, pero funciona porque refleja el pasado de Tony, ideas caducas y moralidad discutible en base a una megalomanía sin límites. Stane es importante porque recuerda a Stark de donde viene y hacia dónde se dirige si no cambia el rumbo. Por eso creo que estamos ante un villano de manual pero usado con buen juicio.
En cuanto a las explosiones, la película no se olvida de recordarnos de vez en cuando que estamos ante un filme de superhéroes, y si bien no hay una gran cantidad de escenas de acción, aquellas que vemos tiene un acabado visual sobresaliente y siempre funcionan como herramientas para enriquecer la trama o hacerla avanzar (la huida de la cueva, el ataque a los terroristas afganos, la persecución de los dos aviones). El final es algo predecible y no posee ningún elemento diferenciador respecto a otros muchos filmes, pero creo que se gana el derecho a cerrar la trama de esa manera, ya que ha cimentado un detalle estupendo a lo largo de la película: el uso de la armadura a una altura que congela los circuitos. Es un detalle que se cuenta de pasada en el primer acto, pero cobra una dimensión mayor hacia el final para darle una sensación de unidad al relato muy satisfactoria.
No quiero finalizar la reseña sin mencionar la escena post-créditos de la película. Me parece importante no sólo por sentar un precedente que se repetiría en el resto de filmes del MCU, sino por abrir una puerta hasta el momento poco explorada en franquicias de Hollywood: un universo compartido. No hablamos de secuelas ni crossovers al uso, sino de historias interconectadas, pero con un marcado carácter independiente, y funcionan como episodios de una serie que cierran sus temporadas a lo grande con una season finale llamada Vengadores. Fue una propuesta arriesgada que podría haber salido terriblemente mal, pero el mimo por los personajes y las historias que protagonizan, así como un plan previo construido con paciencia han conseguido que actualmente el MCU sea la franquicia más importante y popular del mundo y un evento anual al que asistimos como quien se dispone a ver la nueva temporada de su serie favorita.
En resumidas cuentas, ‘Iron Man’ es una película de superhéroes notable, un triunfo a pesar de sus problemas de producción (guion a medio cocer en pleno rodaje) y un testamento de la confianza de Jon Favreau por el talento de Robert Downey Jr., quien nos regala una de las interpretaciones más disfrutables del género y el nacimiento de un icono de la cultura popular de la última década. ‘Iron Man’ es una rareza. No sigue varios de los patrones preestablecidos, y consigue triunfar a base de confiar en su idea. Y nos regala uno de los mejores finales del género. Una declaración de intenciones. Una frase que resume a un personaje: “The truth is…I am Iron Man.”