
‘Capitán América: El primer vengador’ es una cinta especial. Joe Johnston imprime un tono esperanzador y cálido a una historia sobre la bondad e integridad como virtudes indisociables del héroe, y demuestra que la fragilidad aparente no supone un obstáculo frente a la voluntad. En una sociedad tan cínica como la nuestra, El Primer Vengador destaca por su compromiso a la hora de abrazar su personalidad clásica y soñadora, sin miedo a recordarnos que la inocencia es esencial para enfrentar nuestros miedos y abarcar un espectro indispensable de nosotros mismos.
«El suero amplifica todo lo que hay en el interior, así que lo bueno se vuelve mejor; lo malo se vuelve peor. Por eso fuiste elegido. Porque un hombre fuerte que ha tenido ese poder toda su vida puede perder el respeto a esa fuerza, pero un hombre débil aprecia el valor de la fortaleza, y conoce la compasión.» Dr. Abraham Erskine.
«No un soldado perfecto, pero un buen hombre»
Las dos primeras escenas de la película nos presentan a protagonista y antagonista mediante el uso de símbolos. Por un lado, el Capitán América y su escudo congelado en el hielo. Por otro, Johann Schmidt y el símbolo de HYDRA tanto en el coche que conduce como en la placa de su pecho. A lo largo de la película, símbolos y objetos son utilizados como herramientas para definir a personajes, decisión simple en apariencia pero perfectamente empleada siempre que resulta pertinente.
HYDRA es una subdivisión del ejército de Adolf Hitler en la 2ª Guerra Mundial, y su labor consiste en desarrollar armamento y tecnología para incrementar las opciones de victoria de los nazis. A su mando se encuentra el citado Schmidt (Hugo Weaving), un oficial obsesionado con la investigación de fenómenos sobrenaturales y firme creyente de la existencia de fuerzas que escapan a nuestro entendimiento. Su deseo le lleva al Teseracto, un cubo con un poder de proporciones gigantescas y que desea utilizar en su desarrollo de tecnología para cambiar el sino de la guerra y el propio planeta. Toda esta información queda resumida en dos secuencias: una al inicio del filme y otra en una conversación entre el Dr. Erskine (Stanley Tucci) y Steve Rogers (Chris Evans). No necesitamos más información para contextualizar al villano de la película, ya que el resto de elementos que funcionarán para profundizar en su personaje se presentarán a través de sus interacciones con el resto de personajes, especialmente con el doctor Arnim Zola (Toby Jones).
Steve Rogers es presentado en la tercera escena de la película, y nuestros primeros segundos con el personaje no pueden ser más esclarecedores: se trata de un chico bajo, extremadamente delgado y de rostro frágil que por otra parte denota seguridad en aquello que le hace sentir vivo. Steve quiere alistarse en el ejército porque desea ayudar en la lucha contra los nazis, y siente que su físico no debe ser impedimento para realizar el mismo sacrificio que el resto. «Hay hombres que están dando sus vidas (en la guerra). No tengo ningún derecho a hacer menos que ellos.» A Steve le mueve un sentimiento de justicia debido al caos que está provocando el ejército de Hitler en medio planeta, pero sobre todo, Steve quiere plantarle cara a un hombre que intenta dominar a los que le rodean mediante la intimidación y la fuerza bruta. En definitiva, está extrapolando su situación personal al enfrentamiento global al que se ha visto sumido el mundo.
En una escena del primer acto del filme, el doctor Erskine pregunta a Steve si quiere matar nazis, a lo que Steve responde: «No quiero matar a nadie. No me gustan los abusones, me da igual de donde sean.» Un rato después, Steve es conducido hacia el lugar donde se le inyectará el suero del superhombre, y durante el trayecto enumera a Peggy Carter (Hayley Atwell) los callejones en los que ha sufrido palizas en el pasado. En todo momento, la película intenta mostrarnos qué motiva a Steve Rogers y por qué él es la persona indicada para el suero del superhombre. Steve no ha sido elegido por sus capacidades físicas, sino por la persona que habita ese cuerpo frágil en apariencia. El doctor Erskine quiere proporcionar poder a una persona que nunca lo ha tenido y siente que sabrá apreciarlo porque dicha persona conoce el sentimiento de indefensión. La última vez que Erskine y Steve se ven, sólo existe un gesto: el dedo del doctor apuntando al corazón de Steve.
«No gana guerras con gentileza, sino con agallas»
El guion de Christopher Markus y Stephen McFeely cuida en todo momento la descripción de Steve y abastece al personaje con multitud de detalles para enriquecer su viaje y entender su fuerza de voluntad. Steve es el «peor» soldado de su grupo con diferencia, y observamos cómo sufre con cada prueba física, cómo es obstaculizado por el típico compañero capullo que refleja a los abusones con los que ha tenido que lidiar toda su vida. Sin embargo, Steve supera a todos en inteligencia y valentía. Por un lado, tenemos una secuencia en la que los soldados intentan escalar un poste para coger una bandera que nadie ha alcanzado durante años. Steve derriba el poste desenroscando el palo que lo sostiene en alto y sorprende a todos, Peggy Carter incluida. Por otro lado, la secuencia de la granada falsa. El coronel Chester Phillips (Tommy Lee Jones) decide soltar una granada en medio del pelotón en busca de una reacción instantánea de los soldados. Todos huyen despavoridos y se esconden excepto Steve, quien se lanza sobre la granada y grita a sus compañeros que retrocedan y se alejen. Steve demuestra que daría su vida por los demás no por orgullo ni heroicismo, sino porque él siente que es lo correcto. Su humanidad desarma a Peggy y demuestra al coronel que sus prejuicios le impedían ver el potencial de Steve.

Hablemos de Peggy Carter. Su primera aparición se produce al inicio del adiestramiento de los nuevos soldados. Estamos en los años 40 y el machismo campa a sus anchas en todos los sectores de la sociedad (situacion que tristemente sigue vigente en la actualidad), así que ver a una mujer en una posición de poder no sólo es poco habitual sino que genera burla o faltas de respeto. En cuanto uno de los soldados suelta un chascarrillo machista a Peggy, ésta lo tumba al suelo de un puñetazo. Sólo hemos necesitado una breve escena para entender al personaje, y no sólo funciona para informar al espectador, sino para llamar la atención inmediata de Steve.
Peggy es un personaje espléndido porque no depende de nadie, realiza una labor excelente en su puesto de trabajo y sus decisiones tienen impacto en la trama principal. Su historia de amor con Steve funciona porque, desde el primer instante que cruza miradas con él, sabes que ella siente atracción e interés por su personalidad y actitud, no por su apariencia. Obviamente el brutal cambio físico de Steve multiplica su interés por él, pero la base de sus sentimientos se cimientan en la persona, no en el físico. Peggy es un personaje que arriesga, tropieza, triunfa y no tiene miedo a expresar lo que piensa cuando lo considera oportuno. Su constante juego verbal con Steve es delicioso y me resulta especialmente emocionante que tanto Steve como Peggy repitan las frases del otro en distintos momentos de la película para reflejar situaciones y mostrar su complicidad. Es una historia de amor basada en el respeto y entendimiento mutuo, y ambos se admiran a partes iguales.
Me parece asombroso que la relación entre Steve y Peggy sea una de las mejores del género de superhéroes a pesar de compartir sólo un filme juntos (y el cameo de ‘El Soldado de Invierno‘), lo cual demuestra el mimo que Markus y McFeely proporcionan a sus personajes. La química entre Chris Evans y Hayley Atwell es maravillosa y disfruto en cada revisionado con todas las escenas que comparten porque hay un equilibrio perfecto entre ambos; la inocencia y torpeza de Steve frente a la experiencia y transparencia de Peggy.
La relación entre ambos se desarrolla principalmente en la sección central del filme, aunque bien administrada ya que hay muchas piezas móviles en este segundo acto y la historia necesita ir avanzando las tramas y los arcos de los personajes de manera equilibrada y ordenada. No sólo debe desarrollar el redescubrimiento de Steve tras el suero, sino los planes de Schmidt y su megalomanía extrema, el viaje de Bucky Barnes (Sebastian Stan) y la relevancia de Howard Stark (Dominic Cooper) y Arnim Zola de manera periférica al núcleo narrativo de la cinta. Existe una perfecta armonía en la estructura de todos los elementos que componen esta sección, principalmente gracias a un montaje acertadísimo a la hora de incorporar personajes y subtramas en los momentos adecuados sin que el ritmo se resienta y se produzca un desequilibrio.
Schmidt (también conocido como Cráneo Rojo) está presente en toda la película y sus apariciones siempre ayudan a reiterar el peligro de sus acciones y la amenaza que supone para el resto de elementos. Bucky es un personaje realmente estimable porque nunca cae en los clichés del perfil que conforma en esta película. Habría sido terriblemente fácil que mostraran a un Bucky celoso de su amigo, frustrado por ya no ser el centro de atención o forzar un conflicto entre él y Steve para añadir un extra de intensidad en la historia. Afortunadamente, Bucky siempre permanece leal a Steve en las dos versiones que vemos del personaje y nunca duda en ayudarle. La escena en la que ve a su amigo por primera vez tras el experimento es un ejemplo de síntesis narrativa: tres frases directas con respuestas breves en medio de una carrera por un pasillo. No hace falta nada más. Es tan sencillo, y tan magistral. Stark y Zola también tienen breves secuencias en las que observamos sus avances en la investigación y experimentación, conocemos sus lealtades y sus dudas y el funcionamiento de ambos es similar: son científicos que apoyan al protagonista y antagonista, entendiendo que su rol es esencial para el avance de la historia a la par que secundario en la jerarquía de la narración.
«Continúe buscando»
‘Capitán América: El primer vengador’ está repleta de momentos que informan al espectador de situaciones que tendrán importancia más adelante, pensamientos y comportamientos de los personajes y detalles que se repiten para enfatizar una idea concreta. El utensilio imprescindible del Capitán América es su escudo de Vibranium, y a lo largo de la película nos adelantan la importancia de un escudo que proteja a Steve con el uso de dos objetos muy distintos: la tapa de un cubo de basura y la puerta de un taxi. En ambas escenas, Steve usa dichos objetos para protegerse del peligro; en el primer caso, de la paliza de un abusón. En el segundo, de los disparos de un integrante de HYDRA. Dos planos breves en dos momentos distintos del filme que ayudan a enfatizar el poder del escudo no sólo como protección sino como símbolo. Dicho escudo aparecerá una última vez pintado en la tapa de un cubo de basura que utiliza un chaval en la calle para «interpretar» al Capitán América mientras juega con sus amigos. Estos detalles son los que hacen trascender a una película y proporcionarle valor a sus revisionados.
Me resulta imposible no dedicar un párrafo de esta reseña a la extraordinaria secuencia que yo siempre denomino como «Star Spangled Man». Dicha secuencia es un montaje musical en el que observamos a Steve Rogers resignado a participar en la guerra desde el sector más político y económico de ésta: la venta de bonos de guerra. Steve cree que puede ayudar mucho más en pleno campo de batalla, pero su personalidad y poderes recién adquiridos le impiden tirar de orgullo y se limita a realizar el trabajo que se le ha encargado. Esta escena funciona especialmente bien porque vemos la evolución de Steve en su rol de manera ágil pero llena de matices. En un principio, Steve se muestra algo torpe e inseguro a la hora de interpretar su papel. Con el paso del tiempo aumenta la confianza en sí mismo y a cierto nivel le vemos divertirse con su papel. Su fama se multiplica, la gente compra cómics sobre el Capitán América y graba anuncios de todo tipo que luego serían exhibidos en cines de todo el país.

Un plano que adoro es el instante en el que Steve se ve en la gran pantalla y sonríe al escuchar los aplausos de la gente. Este plano imita uno anterior en el que Steve ve en la sala de cine un vídeo enalteciendo la figura del ejército estadounidense en la 2ª Guerra Mundial. A cierto nivel, Steve cree que ha logrado lo que deseaba, ser partícipe de un conflicto en el que se ha visto implicado a nivel personal desde el primer instante. El montaje musical termina con Steve siendo adorado por todos, con el uso de unos tonos cálidos e intensos en la fotografía, para luego realizar una transición brusca y observar en tonos fríos y neutros cómo los «verdaderos soldados» le ridiculizan en pleno escenario. Cuando una película es capaz de contarte muchas cosas en un brevísimo lapso de tiempo y lo hace de forma entretenida y con impacto emocional para el personaje y el propio espectador, algo especial ha ocurrido. Bajo mi punto de vista, se trata de una de las mejores secuencias de todo el MCU.
Por otra parte, el juego de la escala y las alturas está presente en todo el filme, sobre todo en su primera mitad. Joe Johnston (director de la película) usa ángulos concretos para mostrar la diferencia de altura entre Steve y el resto, especialmente el plano picado para empequeñecer su físico. Además, aprovecha escenarios «espontáneos» para subrayar el complejo de Steve, como la escena en la que se sube a un escalón en el que verá reflejado su rostro sobre el cuerpo de un soldado, y su altura le impide verse y encajar en dicho cuerpo. Estas escenas son las que alzan una película y las que potencian su mensaje.
A nivel visual la película destaca por su «look» de cinta clásica y un toque ochentero que nos recuerda a películas como ‘Rocketeer’ (Joe Johsnton, 1991). Los personajes utilizan un vestuario elegante en situaciones de mayor ligereza narrativa y vestimenta más sucia en el campo de batalla, pero siempre conservando personalidad en contextos distintos. Vemos a un pulcro Steve Rogers una vez triunfa en su primera misión, a una preciosa Peggy Carter con un vestido rojo en la escena que nos presentan su interés mutuo, y por supuesto el traje final de Steve para combatir a los nazis, inspirado en el traje que usó cuando intentaba vender bonos de guerra. La iluminación de las escenas siempre destaca una sensación específica. Se siente sucia y fría en pleno campo de batalla y en secuencias en el exterior, en contraste con la calidez de aquellos escenarios cerrados, principalmente aquellos en los que se encuentra Steve con Peggy (el bar, el laboratorio de Stark).
El mayor logro visual de la película se produce en sus primeros 30 minutos. El uso de efectos visuales para incorporar el rostro de Chris Evans en otro cuerpo es prácticamente perfecto y, en planos puntuales, realmente extraordinario. Sólo en movimientos rápidos o bruscos observamos menor fluidez entre el rostro de Evans y el cuerpo al que acompaña, pero en la mayoría de los casos apenas se observa el truco y en ningún momento te saca de la película. Se trata de un riesgo necesario que afortunadamente funciona a las mil maravillas. Es incluso más destacable teniendo en cuenta que la cinta se estrenó en 2011 y pocas veces se ha intentado utilizar esta práctica en una extensión de película tan larga. Revisionada en 2018, el acabado visual sigue siendo estupendo y era vital que compráramos al Steve esmirriado para que su transformación impactara al espectador y al propio Steve. Y lo consigue.
La banda sonora de ‘Capitán América: El primer vengador’ corre a cargo de Alan Silvestri, uno de los compositores más icónicos de los últimos 30 años (compuso la BSO de ‘Regreso al Futuro’). Silvestri se adapta como un guante a la película, y crea composiciones con un marcado tono bélico, pero siempre incorporando instrumentos de viento para aportar un toque patriótico y esperanzador a la película. Algunos temas tiran de la épica más clásica, mientras que otros realzan escenas dramáticas y emocionales, como la secuencia en la que Steve y Peggy hablan por última vez. Silvestri es muy bueno reconociendo lo que cada escena requiere y ciertos instrumentos tienen mayor protagonismo según la situación en la que se encuentren los personajes. Más protagonismo de los instrumentos de viento para batallas y secuencias de heroicismo, intrumentos de cuerda para aquellas escenas que requieren mayor sensibilidad. Tiene temas destacables, como ‘This is my choice’ o ‘Training the supersoldier’, pero la banda sonora es notable por su unidad, no por temas aislados.
El clímax de la película funciona a muchos niveles. En un primer plano, Steve se encuentra a un grupo de soldados nazis y se ve forzado a salir de la nave principal para detener a uno de ellos. Esta breve pero fantástica escena me encanta porque nos saca del escenario del clímax y supone un soplo de aire fresco alejado de los convencionalismos de estas producciones. Tras su vuelta, tiene un combate cuerpo a cuerpo frente a Cráneo Rojo, y la pérdida de gravedad tras un descenso en picado aporta espectáculo pero también variedad. Finalmente, tras la desaparición del villano, Steve se enfenta a su sacrificio final: la nave está cargada de explosivos que pueden aniquilar a millones de personas, y la única solución es hundirla en el hielo para salvarles. Es un cierre de arco maravilloso. Cuando vio una granada rodando por el suelo en su entrenamiento, no dudó un instante en sacrificar su vida para salvar al resto. Su decisión final no sólo es coherente sino un resultado lógico de su viaje a lo largo del filme.
Y la cinta redondea este momento con una conversación íntima entre Steve y Peggy en la que vuelven a jugar con el lenguaje para acordar una cita que nunca llegará, y funciona como aceptación el amor mutuo, algo ya mostrado en su beso de despedida en una escena previa y realzado aquí de una forma elegante y preciosa. Steve despierta y escapa de un falso pasado para encontrarse en la realidad más cruda: ha permanecido «dormido» durante 70 años. La reacción de Steve no es de miedo o frustración, sino de tristeza. «Tenía una cita«. Fundido a negro. Dirigida por Joe Johnston. Simplemente perfecto.
‘Capitán América: El primer vengador’ es una oda al heroicismo más honesto y clásico, una carta de amor a un héroe que lo es por su humanidad, no por decisión propia. No hay pasados tortuosos, traumas por cicatrizar o eventos que transforman personalidades, sólo la voluntad de ser la mejor versión de uno mismo y hacer lo correcto porque lo desea, no porque deba hacerlo. Por todo ello, ‘El Primer Vengador’ es una de mis películas favoritas de superhéroes, y Capitán América se ha convertido en mi superhéroe favorito. Un símbolo de bondad, rectitud y esperanza.
Oh Capitán, mi Capitán.
Hermosísimo post! Esta película explica la solidez y frescura (raro que pasen las dos cosas al mismo tiempo) de una saga que ya tiene casi 20 películas. Siguen funcionando porque están paradas sobre algo grande.
Muchas gracias! He intentado expresar el amor que siento por esta película en la reseña. Es un filme del MCU que merece más reconocimiento.