La noticia de que Guillermo del Toro no iba a dirigir ‘Pacific Rim: Insurrección‘ era algo premonitorio. No es que sea fiel devoto de los proyectos del cineasta mexicano, pero, al menos, la primera entrega de la película que nos ocupa (o, si se quiere, producto) era algo más que entretenida, mientras que su secuela se encarga a la perfección de hacer la peor cosa que un director puede hacer: aburrir a su público.

Se trata del primer largometraje dirigido por Steven S. DeKnight, proveniente del campo de la televisión, lo que se nota en sus vacuas decisiones a la manera de planificar escenas y dirigir actores: primerísimos primeros planos en situaciones para nada dramáticas, movimientos de cámara que no aportan nada a la narración, actuaciones muy poco carismáticas, acciones de personajes que contradicen su ridículo arco evolutivo, entre un largo etcétera.

Pacific Rim: Insurrecciónes un cúmulo de clichés y despropósitos constantes. La historia da comienzo con una escena que nos pone en situación respecto a los eventos que tuvieron lugar en la primera entrega, a lo que digo yo, ¿es esto necesario? Si quiero enterarme de lo que pasó en la película de Guillermo del Toro ya la veré yo por mi cuenta, no hace falta que se incluya una escena que poco aporta a la trama.

Nada mejora con la presentación de su protagonista, Jake Pentecost (John Boyega), quien debido a circunstancias de la vida se ha convertido en un rebelde que se dedica a vacilar a ladrones, y, ¡casualidad!, se une al grupillo encargado de salvar el mundo justo después de la muerte de un ser querido. Me parece patético que un gran número de superproducciones haga uso de este recurso fácil para hacer avanzar la historia y conectar con según que espectadores. Lo más triste de todo es que lo mismo pasaba en la primera entrega y en el mismo momento, es decir, en el final del primer acto.

No hay ninguna sorpresa argumental porque o bien ya hemos visto todo lo que nos están mostrando en pantalla o los giros en el guion se ven venir a leguas. Guion bochornoso por cierto, repleto de agujeros y de personajes planos y nada complejos. Y diréis ¿Pero qué esperabas de ‘Pacific Rim: Insurrección’? Tenía alguna esperanza en que me entretuviera como su predecesora, pero la película se encarga de dejar al espectador fuera de la historia desde el minuto uno. Ni la tecnología Dolby Atmos hace que conectes con una historia así.

Las partes de acción tampoco son su punto fuerte. Las peleas entre personas están pésimamente rodadas, no sé qué está pasando, no sé quién está pegando a quien. Y las escenas de combate entre los Jaegers y los Kaiju, en determinados momentos, parecen tener como propósito final lucir bien en un trailer o en imágenes promocionales. Es curioso, además, que en cierto momento del relato uno de los personajes diga que el tamaño sí importa, porque parece que DeKnight se lo toma literalmente en serio intentando llamar la atención del espectador con monstruos cada vez más grandes, lo cual estaría bien de no ser porque la paciencia del público tiene un límite y quien da las órdenes detrás de la cámara parece no tener las cosas muy claras.

Mención aparte merece el malo de la función interpretado por Charlie Day: Personaje súper plano cuyo nivel de patetismo se incrementa a lo largo del metraje, y no porque sea algo planeado. En la fantástica ‘John Wick’ (Chad Stahelski, David Leitch, 2014) los antagonistas tampoco tenían mucho que ofrecer pero eso se recompensaba con la personalidad del protagonista, con escenas de acción que erizaban la piel, y un apartado visual apabullante. En cambio, ‘Pacific Rim: Insurrección’ no tiene nada de eso, ni nada nuevo que ofrecer a fin de cuentas.

La innecesaria inclusión de discursos épicos en el tercio final es algo que no logro comprender, porque no es la única obra que lo hace sino que un grueso de las producciones de este estilo lo hacen últimamente. Veo normal que Aragorn en ‘El señor de los anillos: El retorno del rey’ (Peter Jackson, 2003), después de llevar más de siete horas luchando en pantalla, se dirija a su séquito en términos heroicos, pero que el personaje de John Boyega, quien hace cuarenta minutos no quería saber nada del conflicto Jaegers-Kaiju, sea de repente el más comprometido con la causa es una incongruencia del tamaño del monstruo final al que se enfrentan los protagonistas.

Otro aspecto bastante criticable es que con un presupuesto de 150 millones de dólares haya escenas donde se note que los personajes tienen un croma detrás. Parece como si en una gran parte de las películas que ahora se hacen descuidaran ciertos aspectos técnicos sabiendo que igualmente van a hacer taquilla, dando la impresión de que el largometraje está incompleto o que le falta posproducción. De esto mismo hablaba Desirée de Fez en el último de sus interesantes artículos.

Pacific Rim: Insurrecciónes un despropósito de grandes proporciones; ni la dirección, ni el guion, ni las actuaciones, son capaces de salvar una historia que no tiene nada nuevo que aportar a su público. La maquinaria de Hollywood, que parece vivir obsesionada con la producción de secuelas y reboots, se olvida, en su búsqueda incesante de hacer dinero, del principio más básico de una obra audiovisual de este tipo: entretener.

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