Inaugurando la competición del Festival de Málaga, la nueva película de Mateo Gil -guionista habitual de Alejandro Amenábar- tras ‘Blackthorn. Sin destino‘ y ‘Proyecto Lázaro’ pretende realizar una comedia romántica a través de teorías científicas. Para ello, realiza un experimento cinematográfico que consiste en mezclar un tono propio de un documental informativo (voz en off, entrevistas a científicos de distintas universidades, etc.) y aplicarlo a la ficción. El protagonista es un físico que está terminando de hacer la tesis que está convencido de que las relaciones amorosas están directamente relacionadas con las leyes de la termodinámica. Es decir, todo está determinado y no podemos hacer nada al respecto. Por eso, no es culpa de nadie que su relación con una supermodelo y aspirante a actriz haya acabado mal, sino que eso ya estaba predestinado a que así fuera por la propia física.

Lo que a priori puede parecer una propuesta interesante y original, pronto se ve opacada por una visión absolutamente machista y retrógrada de ver el mundo. Ya no solo porque se representen todos y cada uno de los modelos heteropatriarcales de cómo deben ser los hombres y las mujeres, sino que además la manera de plasmar a estas últimas es de lo más misógina. Los personajes femeninos son estereotipos impuestos por una sociedad machista, y completamente alejados de la realidad.

La película refleja a las mujeres como un complemento de lo masculino. Una de ellas es capaz de aguantar todo tipo de infidelidades y situaciones incómodas, pero siempre va a estar apoyando al imbécil de su novio (el filme se atreve a darles un final feliz). La otra responde al tópico de «a las mujeres no hay quien las entienda» y es la mala de la película por haber dejado al protagonista, un tío neurótico con conductas de acosador de primera categoría. El resto de secundarias, lo único que hacen es seducir al hombre y llevarle a cometer errores.

Las leyes de la termodinámica‘ no solamente plasma estos comportamientos, sino que los trivializa, justificando a sus protagonistas masculinos en todo momento. Por si fuera poco, se ríe del espectador e incluye una escena en el desfile del Orgullo LGTB de Barcelona, con el único propósito de dar la sensación de que es cine inclusivo (y venderla como tal en imágenes promocionales), cuando representa lo peor del heteropatriarcado.

Más allá de su repugnante ideología, Mateo Gil tampoco destaca en lo cinematográfico ni ofrece nada más allá de la originalidad de la propuesta. El guion, además de previsible, ofrece multitud de situaciones que provocan vergüenza ajena. La química entre Vito Sanz y Berta Vázquez es nula, y tampoco ninguno de ellos consigue estar creíble de forma independiente. Pero no es justo culpar al reparto de este desastre, ya que mucho no podían hacer por salvarlo viendo de lo que disponían.

Sorprende y duele que en 2018 se sigan estrenando películas que normalizan y romantizan comportamientos tan tóxicos y perjudiciales para la sociedad.

2 comments

  1. Hola, buenas noches, Fernando. Pensé lo mismo cuando el chico explicaba que la chica estuvo ahí a pesar de todas sus infidelidades, y lo que se me vino a la mente fue: «A esa chica le hace falta amor propio».

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