
‘Ant-Man’ es la duodécima película del MCU, y su desarrollo se remonta al año 2004. Edgar Wright y Joe Cornish se reunieron con los jefes de Marvel y contaron su idea sobre la película. Ambos fueron contratados como guionistas, y Wright se encargaría de dirigir la película. Durante años, Wright y Cornish trabajaron en el guion y fueron alterando secciones del filme para satisfacer la visión de Marvel, hasta que en mayo de 2014, poco antes de comenzar la producción del filme, Marvel anunció que Edgar Wright no dirigiría la película debido a diferencias creativas. Kevin Feige (jefe de producción en ese periodo) buscaba que la película estuviera más interconectada en tono y narrativa con el universo que habían iniciado en 2008 con Iron Man, mientras que Wright parecía tener un acercamiento algo distinto al material.
Finalmente, el elegido para dirigir la película fue Peyton Reed, y en agosto de 2014 comenzaría el rodaje para su estreno en julio de 2015. Reed sólo tuvo 11 meses para terminar la película, y los más escépticos auguraban un resultado decepcionante y el primer gran fracaso de Marvel Studios, pero la cinta sorprendió a propios y extraños y se convirtió en otro éxito de público y crítica aunque se tratara de una película «menor» dentro del MCU. Mi intención es contaros por qué ‘Ant-Man’ no sólo me parece una estupenda película sino uno de los proyectos más imaginativos de Marvel hasta ese momento.
Padres e hijas
Uno de los aspectos que Marvel cuida con mayor atención es la construcción del protagonista. Para que la película funcione debe poseer un héroe tridimensional con un conflicto potente y un arco dramático que impacte la trama y los personajes periféricos. ‘Ant-Man’ tiene a un personaje principal que reúne todas esas características y funciona de forma espléndida. En este caso el protagonista es Scott Lang (Paul Rudd), un hombre cuya vida se ve truncada al ser encarcelado por «robar» dinero a la empresa que pertenecía, ya que los jefes de dicha empresa se llenaban los bolsillos a costa de sus clientes. La buena acción de Lang le costó una temporada en prisión, y desencadenó un comportamiento errático y prácticas ilegales que le devolvieron a la cárcel y todo ello destruyó su familia. Su ex-mujer Maggie (Judy Greer) ha rehecho su vida con un policía (Bobby Cannavale), y sólo puede ver a su hija Cassie un limitado número de días al año hasta que encuentre estabilidad en su vida. Sus errores pasados le alejan de lo más preciado que tiene (su hija), y su historial delictivo le impide conseguir trabajo, creando un círculo vicioso del que parece incapaz de salir. Pero lo más importante es que Scott no sólo reconoce sus errores sino que busca la redención para recuperar a su hija. Es un hombre imperfecto en busca del camino correcto, y este tipo de historias generan mucha empatía en el espectador.
La película nos recuerda de forma constante que Scott Lang no es un ladrón de tres al cuarto, sino una persona inteligente capaz de realizar robos complejos gracias a su aprendizaje y experiencia previa (tiene un Master en Ingeniería Eléctrica). Sin embargo, también observamos que Scott es una persona de voluntad débil, y cuando las cosas se ponen en su contra tiende a caer en inercias pasadas que perjudican su búsqueda de redención. Es un personaje interesante porque tiene muchos defectos, pero le mueve el amor hacia su hija y quiere hacer lo correcto. Maggie lo resume muy bien en una de sus conversaciones: «Eres su héroe, Scott. Sé la persona que ella cree que eres.» Esta frase define por completo el viaje de Scott, y es el motor que mueve al personaje porque, por encima de cualquier otra cosa, su objetivo es alcanzar la visión que su hija tiene sobre él.

Scott Lang es el elegido por Hank Pym (Michael Douglas) para la misión principal de la película: frenar los planes de Darren Cross (Corey Stoll), cuyo objetivo reside en emular la fórmula de Pym para disminuir el tamaño de una persona a través de un traje especial y vender esta tecnología al ejército. Hank no escoge a Scott solamente por sus habilidades en el robo de artefactos y la infiltración en lugares altamente protegidos, sino porque sus vidas comparten ciertos paralelismos. Ambos tienen una hija a la que aman y a la que no desean decepcionar, pero han cometido errores pasados que han complicado sus vidas y su relación con ellas. Hank ve un reflejo de sí mismo en Scott y quiere redimirse a cierto nivel ayudándole pero también deteniendo el peligroso plan de Darren, su antiguo aprendiz. Creo que ambos son versiones del propio Pym. Por un lado está Scott, padre abnegado y perseguido por errores pasados que intenta subsanar para redirigir su vida por la senda correcta. Por otro está Darren, aprendiz al que Pym quiso como un hijo y en el que vio características muy similares a sí mismo, hasta el punto de no confiar por completo en él tras observar su ambición desmedida. Es un forma muy interesante de perfilar a tres de los personajes centrales de la historia.
De cero a héroe
El segundo acto de la película se concentra en el entrenamiento de Scott a la hora de utilizar el traje y controlar las hormigas para ayudarle en su misión. Como era de esperar, su primeros pasos son torpes y su frustración crece al verse incapaz de avanzar y conectar con las hormigas, poniendo en tela de juicio su capacidad para desempeñar el trabajo que le ha sido encomendado. Existe un equilibrio excelente entre los gags cómicos y las escenas más íntimas, ya que la película tiene alma de comedia de acción pero nunca olvida proporcionar a los personajes de momentos en los que las bromas cesan y son capaces de abrirse y ser honestos los unos con los otros. Hope (Evangeline Lilly) culpa a su padre de su falta de sinceridad y su frialdad tras la muerte de su madre, y Scott funciona como nexo de unión entre ambos personajes, intentando hacerle ver que Hank ama a su hija y precisamente por eso no quiere que utilice el traje, por muy capacitada que esté para el trabajo. Hank no quiere perder a su último reducto de esperanza y amor, por eso escoge a Scott para infiltrarse en Cross Technologies.
En medio de este drama familiar asistimos a un despliegue visual muy distinto a cualquier cosa que hayamos visto en el MCU. Las habilidades de Scott con el traje proporcionan de numerosas herramientas a Peyton Reed para jugar con la escala y regalarnos secuencias maravillosas como el primer uso del traje. En cuanto Scott disminuye su tamaño en la bañera hasta convertirse en una hormiga humana, asistimos a una de las escenas más imaginativas y visualmente potentes de toda la película. La cámara nos coloca en el punto de vista de Scott y observamos aterrados cómo los elementos que pueblan la escena se convierten en peligros potenciales. Por otra parte, este primer contacto con el traje y el aprendizaje que conlleva sirven para crear comedia de forma tremendamente sencilla, y afortunadamente existe muy buen gusto a la hora de atacar ciertos gags visuales y físicos, ya que no tira por lo obvio todo el tiempo y la personalidad del filme queda establecida y reforzada gracias a ello. Reed no tenía una fácil papeleta tras la marcha de Wright, pero es capaz de exprimir las posibilidades del personaje y mostrar diferentes facetas de éste a través de la escala pero también de las propias hormigas, ejército inseparable e imprescindible para la ejecución del plan.

Las escenas se van enlazando con velocidad y ritmo alto gracias a un montaje brillante y polivalente en cuanto a las necesidades de cada secuencia. Necesitamos ver los fracasos de Scott para que su evolución en el combate cuerpo a cuerpo y en el uso de sus habilidades se sienta natural y creíble, y creo que la película realiza una labor fantástica en este aspecto. Además, el montaje es variado porque no sólo imprime ritmo y usa elipsis de forma coherente, sino que ayuda a aportar personalidad propia a secuencias específicas, sobre todo aquellas protagonizadas por Luis (Michael Peña). Luis es un personaje hilarante por su forma de ser y su lenguaje corporal, y en varias escenas del filme es utilizado como exposición de puntos concretos de la trama. Sin embargo, dichas escenas no se sienten narraciones forzadas para explicar cosas al espectador, sino una manera ingeniosa de informarnos mientras realiza un gag divertidísimo, tirando de virtuosismo con la cámara y el montaje. La cámara cobra vida propia en estas secuencias, girando en torno a los personajes, realizando cortes bruscos y tirando de la propia narración de Luis para ponerle voz a los personajes que van apareciendo, consiguiendo un resultado final magnífico. A todo esto debemos unir una banda sonora fresca, original y sencillamente maravillosa, probablemente de las mejores del universo Marvel. No me cansaré de reivindicar el trabajo de Christophe Beck en esta película.
Épica microscópica
Uno de las cosas que más aprecio de la película es su capacidad para construir una historia pequeña e íntima en apariencia, pero épica en su diminuta escala. En este filme no hay una amenaza global o un villano que ponga en peligro la vida de medio planeta. La historia se siente más personal que muchos de los filmes del MCU porque dicha amenaza gira en torno a Hank Pym y Scott Lang. Sus vidas corren peligro, pero su principal miedo es perder a sus hijas, y por eso la historia es emocionante aunque no hayamos abandonado la ciudad que habitan los protagonistas.
El clímax de la película es uno de los más emocionales y hermosos de todo el universo Marvel porque Scott sacrifica su vida para salvar la de su hija, y lo hace disminuyendo su tamaño hasta volverse microscópico. No hay grandes explosiones ni edificios destruidos, sino la decisión de un hombre de la que no hay una vuelta atrás aparente, con el convencimiento de que su sacrificio va a salvar a su hija y destruir al villano. Y en ese instante disfrutamos de una de las escenas más poderosas en el plano visual de todo el MCU, introduciéndonos en el terreno cuántico, un lugar tan desconocido como terrorífico ya que espacio y tiempo se convierten en medidas irrelevantes y la reducción del tamaño de Scott es constante e imparable. Irónicamente, al introducirnos en medidas microscópicas nos encontramos con un universo escondido del que desconocemos su funcionamiento y características, aportando un nuevo plano dimensional al universo Marvel y expandiendo las posibilidades que éste posee (en ‘Doctor Strange‘ ocurriría algo parecido).
Creo que ‘Ant-Man’ es una de las películas más injustamente «olvidadas» de Marvel y merece mayor reconocimiento. El estudio fue capaz de recomponerse tras el abandono de Wright, y Reed consiguió terminar la película en menos de un año sin que se sienta menos trabajada que cualquier otra del MCU. El villano es convencional y está poco desarrollado pero funciona por el excelente trabajo de Corey Stoll y por darle ciertos matices para que al menos entendamos su viaje. ‘Ant-Man’ es una historia sobre segundas oportunidades, sobre esforzarse por ser la mejor versión de uno mismo y encontrar el camino correcto. Es una película muy divertida y se pasa en un suspiro, pero su núcleo temático reside en dos padres y su necesidad de volver a conectar con sus hijas. A veces, una película no necesita de nada más para convencer y emocionar.