おはよう、私はアドリアンです* y hoy vengo a hablaros de la última película de Wes Anderson. El texano, tras su particular homenaje a la Vieja Europa y los relatos de Stephan Zweig (‘El Gran Hotel Budapest‘), la comedia dramática ‘Moonrise Kingdom‘, y su anterior experiencia en la animación con ‘Fantastic Mr.Fox’, nos lleva con ‘Isla de perros‘ a un Japón distópico, en un futuro no demasiado lejano, donde los cánidos han sido proscritos y exiliados por miedo a una epidemia. Un relato sencillo (un niño en busca de su perro), casi un cuento, capaz al mismo tiempo de hablar de manipulación política, sociedades paranoicas, responsabilidad y lealtad.

Si esta pequeña odisea es efectiva, lo es en gran medida por la simpatía de sus personajes (con el típico toque de Anderson, por supuesto), y el monumental trabajo técnico detrás de su animación, inspirada en los especiales navideños de Rankin-Bass. Vídeos en YouTube hay de sobra para apreciar todas las horas de esfuerzo milimétrico en cada fotograma, combinando stop-motion con técnicas más tradicionales, en 2D. Se ajustan perfectamente con la dirección de Anderson, que él mismo reconoce se ha influenciado por el maestro Akira Kurosawa, con referencias a ‘Los siete samuráis’ (1954) y a ‘Trono de Sangre’ (1957), entre otras muchas obras del cineasta nipón.

Poco más hay que añadir; entretenida, visualmente cautivadora, y de las candidatas más fuertes para alzarse con la estatuilla a Mejor Película de Animación en los Oscars. El único problema es que el doblaje en España nos impide disfrutar del reparto coral, con actores fetiches del director (Jeff Goldblum, Bill Murray, Edward Norton) y otras figuras de Hollywood, como Bryan Cranston o Tilda Swinton.

Por aquí, salvo que recurramos a sesiones en VOS, los únicos que podemos escuchar con sus voces originales son los actores japoneses. Pero tampoco es algo que estropee la experiencia cinematográfica, ojo. Y si lo hace… bueno, siempre se puede esperar a la edición doméstica.

*Ohayō, watashi wa Adoriandesu/Buenos días, soy Adrián (el autor aclara que realmente no tiene ni idea de japonés, y la función de esta frase es meramente estética, pidiendo perdón por los errores gramaticales).

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