
El segundo largometraje de ficción del portugués Pedro Pinho, presentado en la Quincena de Realizadores del pasado festival de Cannes -donde se alzó con el premio FIPRESCI- obtuvo una excelente recepción crítica en el certamen francés. El buen estado del cine portugués de los últimos años auguraban que ‘La fábrica de nada‘ sería una de las películas más interesantes del año. Y, precisamente, algo de lo que no se le puede acusar a la cinta de Pinho es de ser interesante. Situada en una fábrica a las afueras de Lisboa, presenta a un grupo de trabajadores, que en mitad de la noche se dan cuenta de que la propia administración les está robando maquinaria y material de trabajo. Los jefes les obligan a no hacer nada mientras preparan los trámites para organizarles un despido. Pero los trabajadores no quieren permitir que les echen por lo que harán una huelga dentro de la fábrica.
La crisis económica es un tema recurrente en el cine portugués, recientemente lo trató Miguel Gomes con su excelente trilogía de ‘Las mil y una noches‘, y quizá, lo único en lo que se le parece esta «fábrica de nada» es en incluir elementos que se alejan de la realidad para reflejarla. Aunque cabe decir, que el tríptico de Gomes recurre mucho más a la fantasía que la obra de Pinho.
Haciendo un gran uso de la puesta en escena y de los movimientos de cámara, el director disecciona con precisión el conflicto que se les plantea a los protagonistas. Examina con audacia las diferentes clases sociales apoyándose en un realismo sucio, realzado por un bello uso del celuloide de 16mm.
Lo mejor de ‘La fábrica de nada‘ es su acercamiento a los seres humanos y su manera tan sincera y honesta de reflejar a sus personajes. Cobra mayor fuerza cuando se centra en este aspecto humanista, tan presente durante la maravillosa primera hora de metraje y en su último tercio, que cuando se convierte en un relato político sobre la burocracia. Esto último lastra considerablemente una película tremendamente valiente e inteligente, pero cuyo ritmo se hace excesivamente moroso en su segunda parte.
La idea es brillante, y parte de la ejecución también lo es, y Pedro Pinho tras esta película se ha convertido en un cineasta al que no conviene perder de vista. Sin embargo, tres horas es demasiado tiempo, y ‘La fábrica de nada’, por muchos destellos de genio que tenga -que, sin duda, los tiene- no aguanta manteniendo el interés de manera regular. Es una película valiosa, pero imperfecta.