Francia. Primera Guerra Mundial. Francine es huérfana. Mujer trabajadora, acogida por una familia de agricultoras que regentan la granja del Paridier. Hortense (Nathalie Baye), la cabeza de familia, la contrata debido a la falta de mano de obra para la cosecha. Los hombres están en el frente; en la guerra. Y ellas también; al frente de la granja. Son ‘Las Guardianas‘.

El tacto, el gesto, la mirada, la complicidad, la proximidad. Esto crea familia. Familia como Hortense, Solange y Francine. Trabajando mano con mano, el día a día, se observa como la proximidad hace el afecto. Afecto que crea familia.

Pero el afecto derivado de la proximidad no lo es todo. La sangre manda. Manda en los ideales de 1915, en Francia y en una comunidad rural cerrada. Cuando Hortense intenta defender de las habladurías a su hija Solange (Laura Smet), culpando a Francine (Iris Bry) de relacionarse con lo externo; lo otro; los hombres americanos que vienen a la guerra.

El personaje de Francine refleja la mujer de nuestros tiempos en unos tiempos que no son los suyos. Rechazada por su primera familia —que no es familia de sangre—, se traslada a vivir con una mujer donde la ayuda con las tareas del campo y del hogar. Allí, las dos, junto con la hija de la casera, son las guardianas de la granja. Ella, relegada no sólo a lo privado, sino a también a lo público, rompe la idea de la familia como derecho natural inundando el espacio público; el campo, espacio reservado a lo masculino pero también domina el espacio privado; las tareas domésticas, el hogar.

Comportamiento, el de Francine, no adecuado a la época el cual es el reflejo de la evolución del ser, como mujer, a lo largo del siglo XX. Pero Francine es guardiana de su propia vida. Mujer empoderada y realizada a sí misma en unos tiempos donde el contexto no le pertenece, pues unos hombres ausentes por asuntos bélicos definen los esquemas de comportamiento.

‘Las Guardianas’ es una obra pictórica de Van Gogh; armoniosa, ideal, pero con un trasfondo crudo donde se intuye una guerra inexistente para las mujeres, pero las cuales afrontan las consecuencias, empoderándolas en el frente más duro: el del día a día en la Francia rural de principios del siglo pasado. Un sendero que hay que recorrer para entender la conceptualización de la familia, el papel de la mujer en la historia, pocas veces destacado, y la lucha más difícil del ser humano: la del día a día.

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