
‘Misión imposible: Fallout‘ es la sexta entrega de una franquicia iniciada hace ya 22 años por Brian de Palma. La saga Misión Imposible siempre ha sido peculiar porque ha intentado mostrar distintas personalidades en cada entrega al ir cambiando sus directores y, en general, el resultado ha sido altamente satisfactorio (con la excepción de la horrible ‘Misión Imposible II’). Sin embargo, ‘Misión imposible: Fallout’ se diferencia de sus hermanas en varios aspectos.
Por un lado, se trata de la primera película de la saga que repite director al traer de vuelta a Christopher McQuarrie tras su excelente trabajo en Nación Secreta. Por otra parte, ‘Misión imposible: Fallout’ es una secuela directa de la citada Nación Secreta y conecta con elementos de anteriores películas creando una continuidad que nunca había sido esencial en la saga. McQuarrie quiere introducirnos en la psique de Ethan Hunt y profundizar en su moralidad, por lo que recoge elementos de toda la franquicia para construir una historia en torno a su figura, volviendo el relato más íntimo sin renunciar a los sellos de identidad que han conformado la saga a lo largo de dos décadas. El resultado es abrumador y roza cotas de auténtica trascendencia no sólo en su género sino en el medio en general.
Mismo director, distinto estilo
Como ya comenté, McQuarrie es el único director de la saga que ha vuelto para una nueva entrega. No obstante, el cineasta norteamericano ha decidido prescindir de gran parte del equipo que participó en la anterior película y ha contratado a nuevo talento con un propósito específico: mantener la esencia de la saga y conseguir que ‘Misión imposible: Fallout’ se sienta distinta al resto e igual de fresca. Fallout posee características que la diferencian de su predecesora. Su tono es más sombrío, la comedia se ha visto reducida y la urgencia dramática no sólo ha aumentado por la escala del filme sino por el planteamiento de la propia historia. La fotografía del filme mantiene los contrastes de la anterior pero apuesta por una paleta crómatica más oscura. El negro es el color predominante de la película y los tonos cálidos nunca están saturados al nivel del anterior filme ya que se sienten más tenues.
Por otra parte, la banda sonora de Lorne Balfe apuesta por una personalidad más cercana al estilo de Hans Zimmer que al corte clásico y setentero que imprimió Joe Kraemer en varios temas de Nación Secreta. Balfe nos recuerda al Zimmer de ‘Origen’ y ‘El Caballero Oscuro‘, y no sólo por el uso de la instrumentación y el in crescendo de algunos temas, sino porque la música está acompañando a secuencias que comparten paralelismos con el cine de Christopher Nolan. Hasta el momento, una de mis composiciones favoritas del año.
McQuarrie es un director en constante evolución. Tras la estimable ‘Jack Reacher’ se puso a los mandos de la saga Misión Imposible y nos regaló uno de los blockbusters más estimulantes y entretenidos de los últimos años. Su vuelta no estaba exenta de presión y responsabilidad, ya que su posición única era un arma de doble filo. Afortunadamente, McQuarrie es ese alumno aventajado que siempre hace los deberes y aprende de sus errores de manera inmediata para no volver a caer en ellos. Todas sus decisiones siguen un criterio coherente y esculpe con las herramientas cinematográficas hasta alcanzar la forma más pura de cada escena. En una película tan larga como en este caso (148 minutos) es normal que ciertas secuencias opten por un estilo más convencional para crear un contraste y permitir que las «set pieces» destaquen por encima del resto. McQuarrie va por otro camino. Cada plano está medido al milímetro por múltiples motivos: proporcionar información al espectador, orientarnos en el lugar en que se encuentran los personajes y realzar el plano visual con ángulos, movimientos y el uso de la luz. Cada plano es una nueva oportunidad de exprimir el lenguaje cinematográfico, y ‘Misión imposible: Fallout’ es una delicia para los sentidos.
Hace unas semanas, un usuario de Twitter preguntó a Chris McQuarrie cuál era el elemento más importante en la dirección de una escena de acción. La respuesta del director: geografía, geografía, geografía. ‘Misión imposible: Fallout’ demuestra esa máxima en todo momento. Las secuencias de acción de esta película no sólo están bien ejecutadas por ritmo, tensión, «in crescendo» y clímax, sino por su esfuerzo constante por orientar al espectador. McQuarrie coloca la cámara en lugares que aporten contexto a su audiencia, y utiliza insertos y planos breves para que la geografía del escenario quede perfectamente clara. Si un personaje sale volando por los aires, sabemos dónde estaba, hacia dónde ha ido y en qué lugar se encuentran el resto de personajes. Algunos directores se olvidan de la geografía porque concentran sus esfuerzos en (ab)usar del montaje para crear sensaciones en el espectador. En este filme la acción está rodada con una seguridad desbordante y en todo momento intenta ser la mejor versión de sí misma, pero jamás se olvida del espectador, de utilizar el lenguaje visual para establecer espacios y personajes.
Y hablando de acción: ‘Misión Imposible: Fallout‘ posee las mejores secuencias de acción del cine reciente, y hay que remontarse a ‘Mad Max: Furia en la carretera’ para encontrarnos escenas de ese calibre. Hay persecuciones en coche, moto, a pie, en helicóptero, peleas cuerpo a cuerpo y saltos desde un avión, y todas ellas están realizadas de forma tan elegante e intensa que soy incapaz de imaginar una mejor versión de ellas por mucho que lo intente. McQuarrie ha tomado la fórmula de la saga y la ha llevado a nuevas cotas de locura y frenetismo, ha convertido en arte un componente relegado al manido cliché; ha insuflado maestría a una pieza del puzzle cinematográfico que últimamente ha perdido peso específico en el cine de acción. Las explosiones, efectos especiales y secuencias con especialistas eran un complemento vistoso al núcleo princial de un filme: la historia. Pero esta película dignifica el trabajo de cientos de profesionales a la hora de ejecutar coreografías y situaciones imposibles con el mayor respeto a su audiencia. Jamás olvidemos que el cine de acción se ha convertido en un género infravalorado por los excesos y las inercias mal dirigidas, pero en su versión más perfeccionada es capaz de regalarnos escenas icónicas grabadas a fuego en el imaginario colectivo.
Tom Cruise en Misión imposible: Fallout
La labor de un intérprete reside en plasmar frente a una cámara de forma veraz la caracterización de su personaje y hacerlo sentir tangible, real. Hay diversas formas de alcanzar este objetivo, dependiendo del tipo de historia y personaje que la película tenga. En una cinta de acción, la comunicación no verbal es esencial para conectar con el espectador. La presencia y el carisma son elementos difícilmente cuantificables que por otra parte algunos intérpretes poseen y explotan en sus películas, pero la búsqueda de ‘la verdad’ en su sentido más puro está limitada a unos pocos afortunados en la industria del cine. Tom Cruise es uno de ellos. Con 56 años, Cruise ha sublimado la idea de entregar cada fibra de uno mismo en favor del entretenimiento, del espectador.
Este actor no se limita a realizar una buena interpretación y rodar fragmentos de las secuencias de acción. Cruise quiere que, por unas horas, el espectador crea más que nunca en el «make believe» y la suspensión de la incredulidad recaiga sobre toda la audiencia. Busca nuevas formas de ponerse a prueba a sí mismo y poner en riesgo su vida con el único propósito de entretener y hacer que cada céntimo de la entrada que hemos pagado hayan merecido la pena. Podría utilizar dobles de acción, exigir un menor desgaste físico o un plan de rodaje más cómodo para que sólo necesite sudar lo justo y necesario. Pero estamos hablando de Tom Cruise. Un hombre que ha escalado acantilados sin arnés, el edificio más alto del mundo, rodado una escena anclado a un avión en pleno despegue, aguantado la respiración durante cuatro minutos para que una escena bajo el agua fuera verosímil. Y todo ello palidece ante los retos que se ha puesto en ‘Misión imposible: Fallout’.
Tom Cruise aprendió a pilotar un helicóptero durante año y medio para encargarse de rodar la secuencia sin ayuda de especialistas. Realizó más de 100 saltos base desde un avión a miles de metros de altura para poder ejecutar a la perfección la secuencia sin cortes del salto en la película. Pero no sólo se trata de los grandes sacrificios. Algo tan sencillo como un travelling lateral en el que tiene que recorrer una larga distancia en sprint dice mucho de su dedicación. En numerosas ocasiones he asistido a una escena de acción con escepticismo tras comprobar que el intérprete no está dando el 100% en el esfuerzo que realiza, que prefiere mantenerse en una zona de comfort que le facilite su trabajo aunque su interpretación pierda enteros en la gran pantalla. Cuando voy a ver una película de Tom Cruise, sé que va a dejarse la vida en cada escena, y eso no está pagado con nada. Muchos le llaman loco. Yo le llamo el actor más profesional, generoso y entregado que he visto jamás en una sala de cine.
Cambiando de tercio, pero manteniendo el foco de atención en Tom Cruise, nos encontramos con un Ethan Hunt más perfilado en esta película. Si bien otros filmes han ahondado en su personalidad y su parte más emocional (Misión Imposible 3), a lo largo de la saga hemos visto cómo Hunt era puesto a prueba a nivel físico y mental, pero la parte más psicológica ha quedado en un segundo plano. Fallout intenta llevar al personaje al límite, a la toma de decisiones imposibles para entender qué mueve a Ethan Hunt y dónde residen sus límites morales. Creo que es un aspecto interesante que nos ayuda a comprender sus motivaciones y su fin último cuando realiza su trabajo. La película no deconstruye al personaje y lo despoja de elementos que lo definen a partir de la historia en la que se ve envuelto, pero al menos lo empuja por derroteros poco transitados y vemos una parte más sombría de sí mismo que aporta pinceladas a su identidad. Sigo pensando que la cinta de J. J. Abrams es la más satisfactoria de la saga en el plano humano, pero ‘Misión imposible: Fallout’ apuesta por recordarnos ambas caras de Ethan: la del espía incansable y sobrehumano, y la del hombre entre la espada y la pared.
Lugares comunes, riesgos medidos
‘Misión Imposible: Fallout‘ construye un relato de intriga en base a la dualidad de ciertos personajes. La primera mitad del filme es un constante tira y afloja en el que las lealtades nunca parecen claras y los personajes toman decisiones sorprendentes o inesperadas. Una vez las cartas se ponen sobre la mesa, la película tira por un terreno más convencional (lo cual no implica peor) y concentra sus esfuerzos en el despliegue de medios de su desenlace. Existen varios paralelismos entre Fallout y entregas anteriores de la saga, pero esta cinta consigue marcar su propia personalidad y seguir un camino distinto al de filmes anteriores, aunque el clímax sea similar a otros. La trama parece enrevesarse más de la cuenta hasta que decide apostar por la línea recta y entonces la película va como un tiro hasta el final.
Mi anterior referencia al cine de Christopher Nolan no es casual. Creo que Fallout tiene similitudes con ‘El Caballero Oscuro’, no sólo en tono sino también en la forma de poner a prueba a su protagonista. En el segundo acto, hay una «set piece» en París bastante extensa que me recordó muchísimo a la persecución del filme de Nolan en la que Harvey Dent se encuentra en el furgón de policía. La forma de construir la tensión es muy parecida, aunque McQuarrie enfatiza más el virtuosismo de la acción y menos el mensaje sobre el personaje.
En varios momentos del filme sentí que la película iba a tomar decisiones drásticas en las que no hay vuelta atrás, llevando al límite su interesante propuesta, pero finalmente se queda a medio camino y prefiere mantener intacto su ADN para no alejarse demasiado de las características que la definen. Quizás esas decisiones «extremas» la habrían alejado de su marca, pero habría trascendido incluso más en el plano temático. Pero entiendo el contexto de esta entrega, sus intenciones y comprendo los límites que se marca McQuarrie a la hora de abordar la historia.
Lo que sí he notado en esta película es que los personajes que rodean a Ethan Hunt son herramientas al servicio del protagonista y pierden cierta entidad respecto a anteriores películas. Los conflictos de los personajes son físicos o reiterativos respecto a situaciones anteriores, nunca los sentí nuevos o frescos. No me parece un defecto especialmente problemático porque esta cinta, aunque siga teniendo un reparto coral, concentra su atención en Ethan más que otras películas, así que entiendo la pérdida de fuerza del resto del reparto. No obstante, he querido mencionarlo porque no todas las decisiones que se toman en este filme suman a un todo, sino a elementos concretos que destacan sobre el resto, aportando brillantez a lo individual pero menor empaque a lo colectivo. Por este motivo no voy a entretenerme en el anáisis del reparto excepto en el caso de Henry Cavill, bestia parda que aprovecha cada segundo en pantalla y pide a gritos mayor protagonismo y mejores proyectos a liderar en el futuro. Y Sean Harris me ha gustado más en esta película aunque su influencia sea menor en la trama, ya que podemos verle en mayor variedad de situaciones y tiene más cosas con las que jugar.
Termino. ‘Misión Imposible: Fallout’ es una de las mejores películas de acción de los últimos años, una clase maestra de criterio y talento por parte de Chris McQuarrie (los estudios se van a dar tortas por él) y un testamento a la figura de Tom Cruise, la estrella de cine que dignifica dicha expresión así como la profesión que desempeña. Pocas veces habréis visto mejores secuencias de acción y mayor respeto por su audiencia. Fallout ya es, por derecho propio, una de las películas del año.